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El gran escape - por Juan Kova

Pasadas las primeras horas de la mañana el sol se reflejaba de lleno sobre las baldosas cuadradas del patio del colegio. Con un sonido agudo y metálico había sonado el timbre del primer recreo de la mañana convirtiendo el paisaje desolado y estático del patio vacío en su opuesto, donde una muchedumbre de niños correteaban enérgicamente por las baldosas del patio derrochando esa vitalidad única que poseen los chicos. Bajo este escenario, tan habitual en la vida de la escuela primaria, iba a acontecer un hecho fuera de la común que cortaría la rutina diaria de la institución.
El plan ya estaba en marcha mucho antes que cualquier empleado del colegio pudiera imaginarlo. Mientras que estos se encontraban subsumidos en el día a día, el grupo de conspiradores ya había repasado una y mil veces lo que iba a ocurrir, también habían investigado cada uno de los movimientos de sus guardianes detalladamente con una planificación poco habitual para chicos de doce años.
La primer parte del plan únicamente requirió paciencia y una caracterización acertada de los primeros obstáculos, los cuidadores del patio en el primer recreo. Ignacio era el profesor de educación física, un hombre joven de rasgos fuertes y cuerpo atlético que se valía de una mezcla de vanidad y confianza en sí mismo para la seducción de personas del sexo opuesto. Laura tenía cerca de cuarenta años y poseía una figura esbelta y atractiva. Era la profesora de Geografía y su personalidad presentaba una forma jovial y juvenil que contrastaba con un presente sombrío a causa de un matrimonio desgastado que se desmoronaba lenta y dolorosamente. Se podía advertir que las charlas de ambos en el primer recreo superaban lo meramente amistoso y se ubicaban cada vez más en el plano de la seducción. El se la pasaba haciendo chistes, le hablaba constantemente (casi de manera frenética) mientras que ella parecía obnubilada por la forma que Ignacio tenia de mirarla, de hacerla reír y de desearla. El joven no significaba mucho para ella, pero los sentimientos que le generaban esos tratos, atenciones y formas de seducción- tan ausentes en un matrimonio que había perdido el fuego y el amor- la entregaron por completo a la aventura. Ya hacía dos semanas en que se iban dos minutos antes que suene el timbre del final del recreo a guardar las pelotas y artículos deportivos desparramados por el patio al depósito ubicado en el fondo del colegio.
El líder del grupo, un niño morocho de ojos inteligentes, observó la escapada de los dos amantes al fondo e hizo una seña para avanzar de forma rápida al pasillo para iniciar la parte dos de la fuga. Los dos escoltas detrás del líder se prepararon para cumplir su rol. El chico flaco, pelirrojo y de pecas a la derecha se movió con mucha agilidad hacia la esquina ubicada a unos veinte metros de la escalera principal del colegio y colocó una bolsa de papel marrón que prendió fuego con su encendedor. Simultáneamente el escolta de la izquierda sacó de su guardapolvo dos petardos y los encendió, arrojándolos lo más lejos posible hacia la altura del patio. Luego de esta acción simultánea, los siete preadolescentes protagonistas del escape se escondieron- de forma rápida y ágil- bajo la escalera que daba al primer piso de la escuela y se encontraba a quince metros de la puerta de entrada de la misma.
Un ruido ensordecedor retumbó en toda la planta baja seguido por el humo que se esparcía sobre el pasillo. El celador que custodiaba la puerta principal, un hombre gordo de mediana edad, salió corriendo de una manera muy cómica por el pasillo para apagar la bolsa prendida fuego. El gordo terminó siendo víctima de la broma más vieja del mundo, ya que la bolsa contenía mierda y, al apagarla desesperadamente, esta quedo salpicada en sus zapatos como también en la parte inferior de sus pantalones.
En medio de las risotadas causadas por el celador insultando con la parte inferior de su cuerpo llena de mierda, los siete conspiradores corrieron el sprint final para lograr el tan anhelado escape mientras que de fondo, con la puerta entreabierta, escucharon el grito histérico de Laura- que tenia la blusa mal abrochada por el apuro- diciendo: ¡!¿¿ DÓNDE ESTÁN LOS NIÑOS??!!

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2 comentarios

  1. 1. beba dice:

    Hola, Juan:
    Tu cuento es ameno y divertido; muy buenas las caracterizaciones del profesor y de Laura. También, las pistas sobre la situación amorosa de ambos personajes, y las referencias a los niños.
    Tal vez convenga revisar algunos detalles de gramática; por ejemplo, “la primera parte”, y no “la primer parte”, y algunas otras cosillas.
    No me queda claro porqué el damnificado final es el pobre celador, que no está involucrado en esa situación. Ahí, es como que la historia se desdobla y el romance se desdibuja; para mantener la unidad, la bolsa hubiera debido estallar en los pantalones del presumido profesor; igual,el desorden se hubiera producido y facilitado la huída de los chicos.
    Adelante. Un saludo afectuoso.

    Escrito el 29 octubre 2014 a las 13:22
  2. 2. susana dice:

    Hola Juan:
    La verdad que me sorprendió tu manera de escribir.
    El estilo de lo escrito en la primera parte me gustó y me sentí interesada por la historia que se pre anunciaba. Hay interesantes giros literarios en imágenes sensibles como “el sol se reflejaba de lleno sobre las baldosas cuadradas del patio del colegio” “Con un sonido agudo y metálico había sonado el timbre…”el paisaje desolado y estático del patio vacío” u otros sobre la situación de seducción entre los amantes que crearon para mí un clima diría poético -intimista que iba del escritor al lector.
    Y de repente cambiaste el estilo hacia algo más de aventura, si se quiere, que demasiado rápidamente desencadenó la secuencia hacia una escena final que me sonó medio disruptiva y un poco escatológica para la historia y el clima que venías creando.
    A lo mejor eso es lo que intentaste lograr, y quisiste sorprender con una escena inesperada y un poco desconectada. La idea me parece buena y es un gran primer intento que merece ser pulida en el timing entre el comienzo y el desenlace, junto al estilo de escritura cambiante y aquello que debiera enlazarse o de no enlazarse debiera ser más contundente en el absurdo.
    Gracias por tu entrega y que haya otras.
    Susana

    Escrito el 30 octubre 2014 a las 20:56

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