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No volverán - por Yeray

Web: http://calamilapsus.wordpress.com

El cámara y la reportera habían seguido al maestro por las ruinas de lo que había sido la escuela, destrozada en los últimos bombardeos, junto a otros muchos edificios, todos ellos civiles. Habría sido imposible que fueran objetivos militares, pues la pequeña región llevaba años ocupada militarmente y, por tanto, carecía de más ejército propio que unas cuantas milicias de resistentes.

Sin usar la puerta, pues toda una pared se había derrumbado, entraron en una de las aulas. Había un gigantesco agujero en el techo, producto de algún misil teledirigido. Dada la tecnología del invasor, era imposible que hubieran dado a la escuela por error. La reportera sabía perfectamente que, a pesar de que el morbo de la guerra mueve audiencia, era muy difícil que publicaran su reportaje.

La escuela ya había sido precaria antes del ataque. En aquella aula, tan pequeña, había muchos pupitres de madera, viejos y apretados. En la pizarra había escritas en tiza algunas palabras en la escritura y la lengua de aquel país, de las que sus habitantes sentían un gran orgullo, pues antiguamente había llevado civilización a la mitad del mundo conocido. Por eso y, por supuesto, porque no era ni la escritura ni la lengua del invasor. Reportera, cámara y maestro salieron al patio.
En el patio había un árbol y de él colgaban dos columpios solitarios. Patio triste sin risas y sin juegos. El maestro, un hombre maduro de bigote negro y piel del color de la tierra, parecía entristecido.

La reportera quiso saber más de aquellos que, por obligación con su futuro, debían haberse encontrado allí y que, por la injusticia y el crimen, no lo estaban y preguntó: ¿Dónde están los niños?

El maestro le echó una mirada lenta y respiró profundamente, mientras el cámara grababa. Entonces habló.

«No volverán. Y dudo que tengamos recursos para reconstruir la escuela este año. De haber sido las cosas distintas habrían crecido para ser médicos, profesores, científicos… Hombres y mujeres de paz. Pero solo les han dejado la guerra y a ella se dedicarán. El odio que ahora sienten hacia los asesinos de sus familias, a los destructores de su país, no tardará en hacer que se conviertan en soldados por la libertad de esta tierra. Acabarán en las milicias, si antes no nos exterminan a todos.»

La reportera y el cámara abandonaron el lugar aquella misma tarde, todavía equipados con esos chalecos antibalas que solo podían permitirse los periodistas occidentales pero que tanta falta habrían hecho a la población local. El reportaje, por supuesto, nunca llegó a emitirse. Y los niños siguen sin poder volver a su escuela, convirtiéndose en soldados, para seguir sacrificando vidas al altar del dios de la industria de guerra.

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1 comentario

  1. 1. Wolfdux dice:

    Un relato interesante. Muy trabajada la psicología del maestro. Felicidades.

    Escrito el 17 noviembre 2014 a las 17:14

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