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La vuelta al cole! - por JuanSo

Como cada Inicio de septiembre, Don Cipriano estaba ansioso por comenzar las clases. Una vez más el verano le había resultado terriblemente largo y falto de aliciente pero septiembre se presentaba lleno de retos y expectativas.
Tendría que ver de nuevo a sus chicos, como habrían crecido, que nuevas experiencias traerían en sus mochilas y cuantos malos hábitos aprendidos en los meses de julio y agosto tendría que corregir durante el curso. Sabía muy bien que Sería un trabajo duro, pero ir puliendo a los muchachos año tras año era lo único que le mantenía con ganas de levantarse cada mañana.
Miro el reloj despertador desde su lado de la cama y para no despertar a María se levanto media hora antes de que sonara la alarma. Fue directamente a la ducha y al salir, se sorprendió al ver ante el espejo un cuerpo surcado de arrugas que no recordaba que estuviera allí la noche anterior. Sin darle más importancia, inició el ritual de aseo diario al que tanto empeño dedicaba. Rasuró su incipiente barba, perfiló con detalle su bigote y realizó todo un sinfín de maniobras con objeto de extender su escaso pelo por su cuero cabelludo a modo de redecilla.
A las siete y media de la mañana ya estaba listo para salir hacia el colegio. Le dio un beso a María mientras dormía y partió a la escuela que estaba solo a cinco minutos de su casa, hora y media antes de que empezaran las clases.
Al llegar, le sorprendió el deplorable estado de las instalaciones, parecía que hubieran pasado veinte años desde que empezaron las vacaciones hacía tan solo dos meses. Las paredes del centro llenas de pintadas junto con unos cristales translúcidos a fuerza de polvo y mugre hacían juego con un patio descuidado y lleno de malas hierbas que insistían en brotar a través de las grietas del cemento. Mientras observaba atónito del desolado estado de su preciado colegio, decidió entrar empujando la herrumbrosa puerta de la verja exterior que el conserje debió de dejarse sin cerrar cuando acabaron las clases.
Aquello Era intolerable. No podía dar ni un paso más, se quedaría sentado en un banco del patio hasta que llegara el director del colegio para dejarle bien claro que esa no era manera de mantener una institución pública.
Su indignación crecía y crecía conforme pasaban los minutos y se acercaba la hora de empezar las clases.
• ! No me extraña que no se presente el director! ha dejado clara su incompetencia con el desastroso mantenimiento del colegio pero… ¿donde están los niños?, ¿donde están sus risas y sus carreras? – dijo con agonía, mientras aflojaba el nudo de su corbata, sabedor de que algo extraño estaba pasando.
Hacía ya más de una hora que las clases deberían haber empezado y Don Cipriano repasaba una y otra vez el calendario asegurándose de no haberse equivocado de día y Consultaba con ansiedad el reloj viendo que los minutos se sucedían sin que nadie acudiera al colegio.
Pasadas las doce, María, la mujer de Don Cipriano, entró por la puerta del colegio acompañada por la policía. Allí se encontraron al viejo profesor sentado en un banco del patio, mirando compulsivamente su reloj y su viejo calendario de 1995.
• Señora, ¿es usted la directora? – se dirigió a ella al verla.
• ! Quiero una explicación! esto es un auténtico despropósito. ¿Se puede saber qué ha hecho usted con mi colegio?
• Pero cariño, si soy yo, María, tu mujer. El colegio cerró por falta de niños hace más de veinte años.
Cipriano Alzó el índice con vehemencia para rebatir a aquella desconocida cuando un rayo de lucidez iluminó su mente. Tras una eterna pausa, con la voz temblorosa se atrevió a decir:
• ¿Ha vuelto a pasar verdad?
• Sí, mi amor, dijo María entre lágrimas, ha vuelto a pasar.

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