¿Dónde están los niños? - por Papan

¿DÓNDE ESTÁN LOS NIÑOS?

Maira es maestra de escuela, es de esas pocas personas que trabajan realmente por vocación. Sus alumnos, “mis niños” (cómo ella los llama), tienen una media de ocho años y son, cómo todos los niños de esa edad… tremendos…
-¡No acaban de sorprenderme nunca! ¡Siempre tienen algo que enseñarme!- son las típicas frases que repite Maira cuando se refiere a ellos, llena de orgullo.
Todos los lunes, antes de empezar la clase, Maira acostumbra a proponer un tema que saca de su lista de: “las cosas que no debo hacer”.
Cada alumno tiene una pequeña libreta en la que apunta, uno por uno, todos estos consejos de conducta y tiene una semana para redactar una pequeña composición al respecto que la maestra recogerá el lunes siguiente.
Ese lunes, Maira tenía una propuesta muy original:
-Niños, hoy vamos a hablar de las sorpresas… veréis… ayer, Laura, mi hija mayor trajo unas notas muy buenas a casa, su padre y yo, decidimos premiarla: después de cenar sacaríamos una tarta para celebrar el acontecimiento. Se da el caso de que mi hijo menor nos escuchó hablar mientras lo planeábamos y fue corriendo a contárselo a Laura con lo cual… se estropeó el efecto sorpresa.
La moraleja es que no hay que estropearle nunca los planes a alguien. Ya sabéis…el lunes que viene recogeré los trabajos y ahora entregarme los que habéis redactado la semana pasada para hoy.-
La mañana transcurría con la normalidad de un día cualquiera.
A la hora de ir al patio, como siempre, se armó un gran alboroto y todos salieron corriendo como una multitud de pájaros a los que se les abre, por fin, la jaula.
Al momento de volver a entrar, cada maestro reunió a su grupo y Maira quedó turbada al comprobar que le faltaban dos alumnos.
-¡Donde están Pedro y Luis?- preguntó a sus alumnos
Nadie parecía saber nada… las otras maestras, al enterarse , comprobaron que entre sus alumnos no se encontraran los susodichos sin que estos aparecieran en ningún grupo.
-¡Donde están los niños!- gritó preocupada Maira, los buscaron en todas las clases, en el comedor, en el aula de profesores, en fin, registraron el colegio local por local y los niños seguían sin aparecer.
Llamaron, lógicamente a la Guardia Civil que inmediatamente mandó un coche patrulla a inspeccionar los alrededores del colegio.
Los niños no aparecían por ninguna parte. Llegó el momento de avisar a las familias, Maite, desesperada, no quería imaginarse el susto que se iban a llevar, lloraba sin parar sentada en un rincón del patio, con la cabeza entre las manos y las piernas recogidas en el pecho. La responsabilidad de los niños era suya, ¿Cómo se le habían podido escapar? ¿Habrían podido saltar la valla?… De repente se levantó, reunió a sus alumnos y preguntó:
-¿Seguro que nadie sabe dónde pueden estar Pedro y Luis?-
Ningún niño contestó.
Maite no se dio por vencida, hizo la misma pregunta de otra forma:
-¿Quién de vosotros los ha visto por última vez?-
-Yo, señorita Maira, yo fui el último en verlos- contestó un chavalín pelirrojo, lleno de pecas y con cara de “no haber roto nunca un plato”.
-Y… ¿cómo sabes que has sido el último?- inquirió Maira sospechosa
-Eso… no se lo puedo decir…- contestó el niño muy serio.
-Escucha, Paco…corazón… esto no es una sorpresa, esto es una broma de mal gusto ¡No te das cuenta del mal rato qué estamos pasando todos! Así que… ¡dime inmediatamente donde están escondidos!-
Paco se lo pensó y al mirar nuevamente la cara cubierta de lágrimas de su querida maestra, contestó:
-En clase…dentro del armario de las libretas…-