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Unos ojos en el patio - por Leosinprisa

Unos ojos brillantes, grandes, del color del cielo en días nublados. Gris intenso, con unas pupilas que no tenían la forma circular que otros poseían, sino un tanto aplastadas, aunque amables en su mirada. No había, sino curiosidad en aquellas luminarias que observaban con atención.

—Hotlawan, natlawan —sonaron las palabras, quienes escapaban del encierro en su boca, emitiendo un peculiar silbido.

—¡No te entiendo! Hotachan, natochan —repitió el pequeño como un juego, sin mucho acierto. Aquella mujer le había sorprendido, cuando apareció de repente, tras el seto de flores del amplio jardín que bordeaba una parte del patio de recreo. Tan solo le veía medio cuerpo y movía ondulante, tal si girase de forma que no era natural.

—Hotlawan, natlawan dwlana —volvió a hablar. Llevaba una pequeña cinta chispeando alrededor de su cuello, la cual retocó con cuidado—. Hola, pequeño humano —dijo de nuevo, haciéndose comprender, aunque el curioso silbido en sus palabras, no le abandonaba.

—Hola, señora —respondió Marcelo. Parecía simpática y lo miraba, con expresión de sorpresa en tan singulares ojos, por encontrar esa reunión de niños, alborotadores y traviesos, que corrían con sus juegos sin prestarle mayor atención.

El pequeño se fijó en la ropa de la mujer. Centelleaba a destellos del sol, con unos bonitos dibujos serpenteantes recorriéndola. Era un brillo metálico, parecido al de los utensilios de cocina o el de su tenedor favorito. Llevaba el pelo castaño recogido con unos elegantes pasadores y una larga coleta, pero lo que más llamaba su atención, eran las vistosas cuentas colgando en varios mechones del cabello.

La mujer apercibió se fijaba en ese detalle y sonriente, acercó esas esferas para que el niño las tocase. Con un temor que desapareció al instante, acarició con cuidado. Eran unos cristales suaves, agradables al tacto.

—¿Me darías uno? —dijo con la seguridad de su petición sería aceptada.

La recién llegada echó hacia atrás levemente sorprendida. Le había costado muchos sacrificios conseguir ese rango del que sus abalorios hablaban, pero como madre, no podía evitar complacer a la adorable cría humana.

—¿Cuál quieres? —el siseo se atenuó, consciente del niño, no estaba acostumbrado a su peculiar pronunciación y no quería asustarlo.

Le señaló una de amarillo cristalino. Era la cuenta de ámbar, máximo símbolo de su estatus y mando, mas no titubeo ni por un instante, en complacerlo.

Marcelo sonrió. Cuando se dio cuenta, otras crías humanas estaban mirándola, acercándose a ojear el preciado regalo que el niño sostenía entre sus dedos. No dudaba, también querrían un regalo igual.

—¿Dónde están los niños? —escuchó al fondo del patio. Sus excelentes reflejos reaccionaron alerta, al percibir a la humana adulta dirigiéndose hasta ellos.

—¿Quién es usted? ¿Qué hace aquí? —preguntó quién debía custodiarlos, desconcertada por esa inesperada visita y además, escondiera tras el seto del jardín, vistiendo muy extraño.

—Solo estaba viendo estos niños tan apetitosos… —supo que su traductor le había jugado una mala pasada, al ver la cara de la mujer y sus gestos, en intentar apartar a los pequeños de su presencia—. Quería decir unos niños tan salerosos… —esta vez, no trató de disimular el silbido de su voz.

Uno de los chiquillos tropezó. Sus habilidades descubrieron que si seguía su trayectoria, caería contra un duro bordillo y podría causarle graves lesiones en la cabeza. Salió disparada, cogiéndolo y evitando golpease.

Los niños la miraban, incluido Marcelo, con sus ojos muy abiertos. Algunos sonreían, otros parecían a punto de llorar. Se había descubierto, sin pretenderlo. Donde el torso de una mujer normal terminaba, cubierto por una abigarrada armadura, comenzaba la forma de una poderosa serpiente, acabando en una cola, agitada con inquietud.

—Esto… solo soy una lamia. No tengáis miedo —la humana chilló, y algunos de los niños también. Decidió correr, en una dirección, en cualquiera. Un pitido alertó que su viaje iba a comenzar de nuevo.

A Noslu había sorprendido el destino, desplazándola en su traslación entre planos y quedando atrapada en un lugar no previsto. Inmediatamente había mandado señal de la posición y no dudaba, aquel inconveniente sería solventado. Aunque ignoraba cuanto tiempo podría permanecer allí. Por suerte, el aire era respirable, a pesar de las trazas de contaminación ambiental que esos humanos parecían ignorar. La luz la envolvió, regresando con los suyos.

—¡Capitana Noslu! —una bella lamia, de las muchas congregadas en una amplia plataforma, acercó hasta ella. La oficial superior miró extrañada—. ¿Y su insignia de capitán? ¡La ha perdido!

—Es una curiosa historia —dijo, sin gran convencimiento en que la creyese.

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5 comentarios

  1. 1. forvetor dice:

    hola Leosinprisa,
    me ha gustado mucho la historia que narras, desde el título (que fue lo que me animó a echarle un vistazo), la primera frase es perfecta, hasta la conclusión… pero… hay algo raro, puede que sea el ritmo o lo elección de alguna palabras. no sé, me quedo con la sensación extraña de haber leído algo que me gusta pero que no me gusta cómo está escrito. puede ser la variación de narrador, que al principio toma partido por el niño y luego cambia a la perspectiva de la extraña. debería revisarlo unas cuantas veces, estoy seguro de que lo puedes pulir mucho más.
    en cualquier caso, espero leer más cosas tuyas 😉
    un saludo, nos leemos!
    Sergio Mesa / forvetor
    http://miesquinadelring.com/

    Escrito el 30 octubre 2014 a las 18:56
  2. 2. lunaclara dice:

    Hola Leosinprisa: Una historia muy curiosa, la verdad es que sí. Me ha sorprendido bastante.Parece el comienzo de una gran aventura.
    Me hubiera gustado entenderla mejor, en algunos párrafos. ¿La vas a ampliar?

    Saludos.

    Escrito el 31 octubre 2014 a las 11:11
  3. 3. Aurora Losa dice:

    Hola, Leosinprisa.
    Me gusta la historia de tu lamia. Me encanta la mitología y me alegro de que hayas querido darle un toque tierno a un ser con tan fea fama.
    Sin embargo, creo que tienes miedo de utilizar los “que” y los suprimes directamente del texto, complicando su lectura. Entiendo que no quieras caer en el “dequeísmo” pero también existe el “queísmo” que es la supresión del “de” cuando sí debe escribirse. Por ejemplo: Se alegró que llegara su hermana.
    Ahí lo correcto sería “Se alegró de que llegara su hermana” o “Le alegró que su hermana llegara”. Como ves, siempre puede haber otra opción para evitar el “de que” y mantener el sentido.
    Por lo demás, la imagen de la mujer es preciosa y está muy bien escrita, inspira ternura, y lástima al mismo tiempo.
    Enhorabuena.

    Escrito el 3 noviembre 2014 a las 11:56
  4. 4. Leosinprisa dice:

    Gracias por los comentarios, los agradezco mucho. La verdad es que la historia es un tanto singular, pero tal vez la forma de plantearla no ha parecido la más acertada, al menos para quienes me han hecho la crítica. Intentaré esmerarme la próxima vez en hacerlo mejor. Un saludo a todos.

    Escrito el 6 noviembre 2014 a las 09:32
  5. 5. Kathleen dice:

    Hola Leosinprisa.
    En una primera lectura tu historia me pareció algo difícil de comprender y creo que es porque algunas frases no están bien construídas.
    Una vez que volví a leerla, ya no tuve ese problema y disfruté de tu relato. Me parece original, no había leído nada sobre las lamias y ahora estoy deseando saber más sobre ellas. Además el primer párrafo me ha gustado mucho, es una forma particular de describir a alguien, haciéndolo por sus ojos, tema con el que estoy algo familiarizada.
    Un saludo

    Escrito el 11 noviembre 2014 a las 20:15

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