EL PATIO - por López Martínez Delia

EL PATIO
¿Dónde están los niños? Gritó la directora cundo salió corriendo al patio de la escuela desolado y triste como el día, al final Del pasillo tan solo divisó a 2 profesoras quienes en secreto contaban algo que Carolina ya sabía.
Un mes atrás cuando estaba hospitalizada, se le presentó en sueños una amiga quien ya no estaba en este mundo y le dijo al oído que algo malo sucedería, pero que no temiera ya que ”No hay mal que por bien no venga”. Cuando despertó buscó a su amiga por la habitación en el que reposaba luego de una operación, pero no la encontró, fue tan real todo lo que le dijo que de inmediato se puso en oración.
Llegó el día de su ingreso a la escuela, entró a la oficina y en su escritorio encontró unos documentos legales, que de inmediato llamaron su atención pues tenían su nombre; dejó su abrigo en el armario y se dispuso a leer el documento, de inmediato empalideció, sus ojos grandes y claros se cristalizaron y entre sollozos, continuó con la lectura más incomprensible de su vida. En ese escrito se le acusaba de estafa, fraude, incumplimiento patronal, deshonra, calumnias y un poco más de mentiras, regresó rápidamente al inicio de la lectura, para ver si era otro el destinatario, pero sin duda, la denuncia iba dirigida hacia ella, como directora de la Institución que con tanto sacrificio fundó hace 10 años atrás. Lo que acabó por matar su alma pura, fue al ver la firma y sello del abogado amigo de la Institución junto a la firma de una de sus mejores amigas y compañeras de trabajo; fue ese momento, cuando estallo en llanto, no podía entender el porqué de estas palabras, hasta que llegó una llamada, al otro lado del teléfono una de las trabajadoras de la Institución pidiéndole perdón, por no tener la fortaleza de decirle las cosas de frente, confesando uno a uno los pasos de la denunciante junto a todo el personal docente y de servicio de la Institución quienes planearon en su ausencia ocupar su lugar y figurar en conjunto como dueños de la Institución, pues siempre envidiaron su trabajo y lo feliz que la veían todos los días, sentían ser unos pobres y sumisos trabajadores, pero en su ausencia desearon ser tan importantes como ella, y la única forma que encontraron para hacerlo es robando su documentación confidencial y elaborando un plan macabro en donde se la desprestigiaba personal y profesionalmente.
Carolina perdonó de corazón a su amiga y le agradeció que le contará como sucedieron las cosas, pues, no entendía nada de lo que había leído, después de colgar el teléfono lloró sin consuelo durante unos minutos , luego se miró al espejo, secó sus lágrimas, tomo aire y pidió a Dios sabiduría; abrió la puerta de su oficina y entró a cada una de las clases, sin encontrar a nadie, ni nada de lo que en ellas había, salió corriendo entonces al patio y gritó con todas sus fuerzas ¿ Dónde están los niños? Sin encontrar respuesta alguna, solo al final del pasillo divisó a 2 profesoras contando en secreto lo que ella ya sabía, se acercó de inmediato, pero ellas ya no estaban, se esfumaron frente a sus ojos, y ahí pegado encontró un escrito de los padres de familia en su respaldo, indicando además que los niños permanecerán en sus casas mientras llegue la directora.
Tomó el escrito y lo abrazó en signo de agradecimiento a Dios y a quienes reconocían su trabajo. Salió de la institución más serena, sintiendo la esperanza y el consuelo que guardo siempre en el fondo de su corazón.
Esa misma tarde un temblor repentino azotó la ciudad, todas las instituciones tuvieron que evacuar, el tráfico era un caos, los heridos por doquier y ella recostada en su cama viendo las noticias recordó que: “No hay mal que por bien no venga”.
López Martínez Delia