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Cogedme ahora pringaos - por Cesar A. Martín

COGEDME AHORA PRINGAOS
-¡Alto Pitufo! No corras -gritaron cuando doblaba la esquina. Sacó la pasta y tiró la cartera bajo los coches aparcados, tenía que deshacerse de las pruebas. Debía pensar rápido, sus cortas piernas le hacían presa fácil. Un timbrazo llamó su atención. "Eso es " pensó. Cerca había un colegio, apretó el paso, la puerta estaba abierta, entró a toda velocidad, pero el patio estaba vacío, "¿Dónde están los niños? ¡Joder!" pensó.
Los policías pararon su carrera en la puerta, ya lo tenían. Allí estaba el Pitufo, en medio del patio, sin escapatoria. Un murmullo lejano iba creciendo. El Pitufo miró hacia la estampida de pasos y gritos que se acercaba, se le dibujó una sonrisa en la cara, levantó la mano y se despidió de los maderos. Una marea de niños lo engulló, volviéndolo invisible. Sin darse un respiro se escabulló hacía las traseras del colegio. "Cogedme ahora pringaos".
La verdad es que podía haber evitado toda esta movida, pero se calentó por culpa de aquel julay; ¿cómo iba a desperdiciar esa oportunidad? El metro estaba infestado de secretas, de hecho, llevaba dos pegados al culo desde que entró, era demasiado riesgo. Ya abandonaba cuando vio a aquel primo pagando con la pelleja llena de billetes, y encima la guardó en el bolsillo trasero del pantalón; lo estaba pidiendo a gritos. Buscó a los dos guindillas, allí seguían, alertas, esperando a que comenzase el baile. La cartera se alejaba, llegaba el metro y el julay estaba a punto de cogerlo. Era ahora o nunca. "Con dos cojones" pensó. Se inventó el tropiezo contra el primo, aprovechó para levántarle la cartera y salió disparado. La muchedumbre se apartaba asustada sin saber de dónde venían los empujones.
-¡Policía! ¡Dejen paso! -gritaban los polis creando más confusión- ¡Detengan al enano!
Cuando la gente entendía lo que pasaba el Pitufo ya había desaparecido entre la selva de piernas. Pero los maderos eran muy pesados, en diez minutos el andén estaría vacío y si no les daba esquinazo pronto, lo trincarían. Al final no le quedó más remedio que salir del metro.
Estas persecuciones se estaban haciendo demasiado habituales, cuando trabajaba en el circo no corría tanto peligro. Allí formaba parte de Los Pequeños Payasos, cinco enanos que arrancaban carcajadas y aplausos, eran las estrellas, los que sacaban el circo adelante, pero a pesar del éxito se sentía como un traidor, como caricaturas deformes que atacaban la dignidad de los otros enanos, usando sus miserias cómo chistes. A pesar de todos los apuros no se arrepentía de haber dejado aquello, prefería pelearse con la vida que hacerlo con su conciencia.
Algunos críos pululaban por los pasillos de atrás, tenía que andarse con ojo, en cuanto lo viesen correrían asustados a avisar a los maestros. Una inmensa tapia rodeaba la parte trasera del colegio y tan solo una cancela rompía aquella infranqueable barrera. Parecía el sitio más asequible para escapar, aunque nada fácil. También podía camuflarse entre los chavales y salir por donde había entrado, aunque esta opción era más arriesgada.
Un silbato se elevó sobre el vocerío. Aquello no le gustó. Con mucho cuidado se acercó al patio a ver qué pasaba. Metían a los niños en clase, formaban filas que los maderos y profesores examinaban meticulosamente. Se acabaron las dudas. Corrió precipitado hacía la cancela, tenía que salir ya. Se estiró, saltó, intentó escalar, se colgó, se balanceó. No había manera. Unos pasos tranquilos se detuvieron tras él.
-Déjalo Pitufo -dijo uno de los polis-, el colegio está hecho para que los niños no se escapen.

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4 comentarios

  1. 1. Diego Manresa Bilbao dice:

    Cesar,
    Solo decirte que yo fui uno de los que comento tu relato, y aprovecho para felicitarte publicamente, MUY BUEN RELATO, Sigue asi!!!!
    Nos leemos

    Escrito el 28 octubre 2014 a las 14:19
  2. 2. Ana dice:

    Hola Cesar,

    Muy bien. Muy logrado todo el tono “macarra” del relato. La persecución es muy emocionante y a pesar de hacer un inciso para contar la historia del Pitufo, no se produce ningún corte en el ritmo.

    Una frase a destacar: “prefería pelearse con la vida que hacerlo con su conciencia”.

    Espero seguir leyéndote.

    Un saludo,
    Ana

    Escrito el 29 octubre 2014 a las 12:25
  3. 3. Emmeline Punkhurst dice:

    Hola César:
    No sé si este mes es el primero en el que participas porque nunca he comentado un relato tuyo. Si es así, prometo seguirte de cerca porque me ha encantado.
    Al igual que mi compañera, opino que tu fuerte ha sido adaptar el lenguaje a la psicología del protagonista. Y éste es un aspecto que, como lector, te ayuda a meterte en la historia de lleno.
    También me ha sorprendido la estatura del personaje. Me explico: al principio me preguntaba cómo era posible que se quisiera camuflar entre los niños. Estaba un poco desconcertada…
    ¡Enhorabuena por tu texto!

    Escrito el 2 noviembre 2014 a las 12:54
  4. 4. Marazul dice:

    Que bueno tu relato César. Tiene mucha acción y dominas el lenguaje apropiado para la historia que cuentas a la perfección. Con las palabras y las descripciones justas nos describes al personaje principal el Pitufo. Pero vas más allá, ahondas en su sicología, en esa irremediable atracción que ejerce una cartera fácil para el caco. Y el final con las palabras del poli me parece perfecto. Enhorabuena. Saludos

    Escrito el 4 noviembre 2014 a las 19:02

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