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¿Dónde están los niños? - por Abigail C. López

El autor/a de este texto es menor de edad

«¿Dónde están los niños?» Decía la profesora con las manos en su cara, temblorosas. «Estaban aquí hace un día ¡Aquí! Y se han ido, ya no me quieren, soy desdichada».

La policía ya había llegado al patio del colegio. La profesora Lavrov los había llamado y estaban junto a ella tomando notas de la historia.

«Ayer vinieron los siete alumnos de mi salón, los únicos del colegio, estaban aquí, jugando en aquellos columpios. Aprendieron los números, les toqué una melodía en el piano. Y los hice prometerme que vendrían, ¡y no vinieron! ¡han desaparecido! Los querubines no son tan viles para dejarme sola, no, no no…»

Los policías se miraban uno al otro con expresión lastimera. «Señora Lavrov, entonces dice que han desaparecido, y nos pide que los encontremos. La llevaremos a la comisaría para que hable con…»

«¡No! No me puedo ir de aquí,puede que vengan y no me encuentren, se asustarán y llorarán. Pueden llamar a los padres, de Edith y de Uriel, a ellos les gusta el piano».

«Si señora, llamaremos a los padres, esto es sospechoso, que todos no vengan sin justificación es muy alarmante, le pedimos que nos acompa…»

«¡Ya dije que no! ¡Tengo que estar aquí! Quiero y necesito estar aquí, en el patio».

«Entonces le pedimos que se calme, ya no tiemble ni llore. Esto se resolverá pronto. Llevaremos las notas a la comisaría y en un rato llegarán patrullas a investigar el caso. ¿Nos promete que se quedará aquí?»

«Sí, no soy como mis niños, lo prometo».

La profesora tenía una crisis nerviosa. Caminaba por el patio temblando, viendo como las hojas secas formaban remolinos con el viento. Se apoyaba en los juegos y sollozaba de desesperación. Se sentó en un columpio oxidado y empezó a mecerse a pesar de los rechinidos. Cada vez que subía más alto, trataba de calmarse. En un segundo veía el cielo, en otro el patio, en otro el cielo, en otro el…

Casi se cae del columpio al ver a su alumna favorita, Edith, frente a ella con su mochila a la espalda. Tan solo tenía seis años.

«¿Qué les pasa profesora Lavrov? ¿Por qué está tan triste?»

«Oh Edith, estoy preocupada por tus compañeros, no han venido y ya han pasado dos horas desde la hora de entrada. Que alegría que tu si cumplas tus promesas, ven».

La niña no respondió. Se sentó en el columpio y se meció mientras su profesora la imitaba. Dos patrullas y una especia de ambulancia totalmente blanca venían por la calzada, dirigiéndose al colegio.

«Oh ven Edith, los oficiales nos ayudarán a encontrar a tus compañeros, ven, ven, tómame de la mano».Decía mientras los policías y unos hombres con bata blanca se le acercaban.

«Oficiales, ¿encontraron a mis otros niños? Mire aquí acaba de llegar mi alumna Edith. Diles que estás preocupada Edith, diles que quieres que lleguen los demás». Pero la niña no decía nada.
Los policías se miraron antes de responder.

«Señora, no hay ninguna niña a su lado. Tampoco es maestra de este colegio».

Los ojos y la boca de la ahora sí, señora Lavrov se abrieron lentamente y con voz temblorosa dijo:

«Edith… ¿Por qué no habías venido a la hora de entrada?»

«Yo vengo cuando usted quiere». Y desapareció a los ojos de la señora.

Los dos hombres de bata blanca se acercaron a ella con una camisa de fuerza, mientras ésta empezaba a gritar y a correr por el patio, llorando.

«¡No!¡Este colegio es mío y Edith es real! ¡No me quiten a lo que más quiero!» Gritaba a todo pulmón. Entonces tropezó y los hombres la pudieron tomar y poner la camisa con esfuerzos.

«Pobre señora. Decían los policías. Este colegio fue abandonado hace más de veinte años. Da miedo estar aquí. Solo mira esos columpios tan oxidados, melancólicos…»

Y la señora Lavrov, era llevada en la ambulancia del hospital psiquiátrico local, internada, con un expediente donde estaba escrito con letras negritas la palabra esquizofrenia.

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