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Ilusión - por Daniela González

Le temía desde siempre, aunque no me enorgullece decirlo. Hace algún tiempo que decidí apartarme de él y fue entonces cuando los conocí, ellos me enseñaron mucho, cosas que nunca pensé conocer. Siempre tuve una perspectiva diferente, siempre pensé que el bueno era él, pero ahora entiendo que no era así; ahora sé que me convertí en su enemiga ¿Él lo sabe? No lo sé.

En ese momento hablaba pero no entendía lo que decía, no estaba concentrada, realmente cualquier cosa me parece más interesante que lo que él pueda decir y ahora me importaba más lo que sucedía allá en el patio.

– ¿Me escuchas? – yo sólo asentí – Como te decía… ¿Puedes mirarme por un segundo? – lo complací, lo miré – pienso – continuó – que deberíamos intentar nuevamente lo nuestro – eso me tomó por sorpresa, retiré la vista.

– ¿Dónde están los niños? – pregunté

– ¿No escuchaste lo que dije? –

– Estaban ahí hace un segundo

– Son unos niños, eso es lo que hacen en su tiempo de descanso, corren por el patio del colegio como si no existiera un mañana – dijo sonriendo – ¿Puedes decirme qué opinas sobre lo que dije?

– ¡¿Qué hiciste con ellos?! –

– Estarán bien –

Empecé a alejarme lentamente, estaba un poco desorientada; él lo había hecho de nuevo, había intentado entrar en mi cabeza ¿En qué momento había bajado la guardia? Traté de acelerar mi paso, pero él me tomó por el brazo.

-Ten cuidado cariño, puedes caerte.

-¡¿Estás loco?! – dije y sus ojos se tornaron oscuros y su rostro se llenó de furia como solía hacerlo, pero esta vez no tenía miedo. Lo miré a los ojos, sabía que era riesgoso, yo era una principiante en esto, pero tenía que intentarlo, era mi última oportunidad. Sostuve la mirada y con todo lo que había estado creciendo en mí hasta entonces dije con autoridad.

– ¡Suéltame ahora!

Sentí como un rayo de luz salía de mí y para mi sorpresa soltó mi brazo, vi en sus ojos miedo, esa podría ser la primera vez que lo sentía. Dio tres pasos hacia atrás y al parecer algo mareado se sentó.

Mi desorientación desapareció, miré hacia el patio y como si quitaran un velo de mis ojos todo regresó a su normalidad, los niños corrían y nadie parecía haberse enterado de lo que sucedía.

Pude sentir la mirada de él sobre mí, me giré y como un cachorro asustado desvió la mirada; supe entonces que jamás volvería a molestarme.

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1 comentario

  1. 1. Celeste dice:

    Me gustó!!

    Escrito el 10 octubre 2015 a las 20:33

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