Cookie MonsterEsta web utiliza cookies. Si sigues navegando, entendemos que aceptas las condiciones de uso.

Do you speak english?

¿If you prefer, you can visit the Literautas site in english?

Apuntes, tutoriales, ejercicios, reflexiones y recursos sobre escritura o el arte de contar historias

<< Volver a la lista de textos

Huérfano de tiempo - por Raul

Una vez allí, rodeado por las antiguas aulas desmanteladas, su mente no para de ir y venir, como un barco en un mar de recuerdos. Nosotros somos vaqueros, dice Miguel, y vosotros los índios. Y recuerdos más antiguos, ¡la montañeta! Y decenas de cuerpos se abalanzan sobre él y por un momento cree que sus pulmones no van a resistir el peso de tanto cuerpo. Pero al final todo acaba, un sudor frío, ese enorme calor interno, el rostro rojo y un sentimiento como si la ropa pesara demasiado. Ahora se sonríe, en cierta manera sigue siendo el mismo, y en otra es completamente diferente. Pero otro tipo de recuerdos están evolucionando en una corriente imparable, una corriente subterránea. Ahora no sabe por qué ha vuelto aquí, después de tantos años. No sabe si es una buena idea, debería irse ya, todo esto pertenece al pasado, a otra persona…
Fue en este patio donde comenzó a vivir. Tengo dos piernas; Tengo estas manos, estos son mis diez dedos, tengo una cabeza, toda entera, un pecho…¿Existo?…tengo este cuerpo…Este soy yo…Existo…¡Existo!…y desde entonces toda su vida ha sido un largo camino de búsqueda y desenmascaramientos. ¡Existo!, llegó a recordar más tarde, y también existo como algo diferente a mi cuerpo, soy yo. Evidentemente no es el mismo de entonces, aunque siempre, como una camisa pesada que se pega al cuerpo está aquel patio, existo, pero…si hubiera ido a otro colegio, ¿no sería alguien diferente? Lo que es indudable es que existo, y lo demás está sujeto a dudas, ni siquiera sería él el que lo hizo, aquello que por ahí debajo pugna por surgir a la conciencia. Como siempre.
En esa esquina es donde una mañana llena de niebla cayó de cabeza y le pusieron varios puntos, así pareces más interesante, le dijo la médica, y algunos años más tarde también una prostituta. Quizás si se parara a mirar detenidamente aún podría encontrar un rastro de aquella experiencia. Sólo había que mirar lo que había, olvidarse de lo de entonces y abrir los ojos, deja, la mente clara y observa. Sin duda hay una pequeña mancha ahí mismo, y no puede evitar más pensamientos: ¿Cómo va a ser esa tu sangre?, hace más de veinte años, observa, sólo observa, no busques nada, no busques un objetivo, si no te volverás a perder, tampoco recuerdes, no vuelvas a perderte, y menos recuerdes eso, no, no lo dejes venir.
Pero es lo único: ¿Dónde están los niños? Sólo en la mente, quizás en un rincón de la mente, quizá los reviva con mi mente, pero como meros fantasmas que no existen ahora. La señorita lo coge del brazo. Eres un callejero y nunca serás más que un barrendero, no deberías estar en este colegio. Un calambre le recorre el cuerpo, no pasa nada, déjalo sentir, no lo niegues, para eso has venido, para liberarte. Si, la señorita era estúpida; le han dicho años más tarde que hoy en día no la dejarían dar clases y que la meterían en la cárcel por lo que hacía con los niños. Y lo hace desnudarse en el despacho, y le dice cuán ridícula es su cosita, que nunca la utilizará para nada bueno y que nunca será un hombre y luego, triste, le hace prometer que nunca probará el alcohol…¡eres un pequeño monstruo! ¡Existo! existo, existo.
No fui yo aquel, las personas no somos nadie…excepto si nuestros actos son tremendos, entonces nos cubren como una montaña y no podemos escapar. Un acto de crueldad define a cualquiera por siempre, ¿Cómo escapar de un crimen?…Bien, déjalo ser, siéntelo. No tuve razón. Mi mente no me deja recordar, era un niño inconsciente, la pistola, ¿de dónde la saqué?…de papá. Si hubiera nacido en otra familia…si hubiera ido a otro colegio. Déjalo ser, siéntelo, déjalo salir.
Y por fin la papelera que no quiere ver. Allí se desplomó la señorita. Su blusa cubierta por tres rosas rojas y sus ojos mirando al vacío. Una realidad más inevitable lo atrapó, el yo existo pareció de repente sólo una broma y que no era nada, no pienses, no recuerdes, se dijo, y así pudo escapar de ese patio. Ahora es un adulto, todo está atrás y por eso ya no existe. Desde que cumplió veinte años les ha dicho a todos que es huérfano. Huérfano de tiempo.

¿Te ha gustado esta entrada? Recibe en tu correo los nuevos comentarios que se publiquen.

Todavía no hay comentarios en este texto. Anímate y deja el tuyo!

Deja un comentario:

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.