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Vuela lejos, sé libre - por Luis del Moral Martínez

Web: http://www.luisdelmoral.es

—¿Dónde están los niños?
—No lo sé… Hace un momento estaban ahí, junto al tobogán. Fui a beber agua a la fuente y cuando volví no estaban.
—No te preocupes, Margarita. —la directora sonrió y, mientras posaba la mano sobre su hombro, añadió—: Vamos a buscarlos.

Las dos mujeres cruzaron el patio, en dirección a la puerta principal. La directora estaba convencida de haber calmado a la pobre muchacha, pero se temía que la cerradura que había instalado no fuera suficiente. Todos los internos eran un encanto, pero uno en especial conseguía sacarla de quicio.

—Siento haberla fastidiado en mi primer día.
—¿Por qué dices eso? Pasa muy a menudo, así que no le des más vueltas. Cuanto más pequeños son, más saben. Nos estudian, ¿sabes? Conocen todos los secretos de la escuela, y no hablemos de los que esconde este patio. No será la última vez que se escabullan, créeme. Pero puedes estar tranquila. ¿Ves? Mira allí.

La directora señaló hacia la verja del jardín, la cuál estaba cerrada, y con el doble cerrojo en su sitio. Relajó los hombros y exhaló un suave suspiro; se había temido lo peor.

—¿Dónde pueden estar? —preguntó Margarita.
—Hay varias opciones, pero creo que tengo una idea. Vamos a la parte de atrás, junto al huerto.

Durante el camino no hablaron ni una palabra; tan sólo intercambiaron la mirada un par de veces. La directora mantenía su perenne sonrisa y Margarita también sonreía, aunque arrastraba los pies por el barro, cabizbaja, distrayéndose con las manchitas que aparecían alrededor de la puntera de sus botas. Se imaginaba teniendo que mantener interminables justificaciones ante la directora y le empezaban a temblar las piernas. No estaba nada mal para estrenarse en su primer día de trabajo.

—Creo que están ahí detrás —dijo la directora—. Les gusta esconderse tras el seto del huerto. Tienes que entender que estos chicos no tienen a nadie más… Les encanta llamar la atención y les falta cariño. Es por eso por lo que tenemos que estar muy pendientes de ellos.
—Entiendo. No volverá a ocurrir.

Avanzaron despacio y comenzaron a escuchar las voces en coro de los pequeños, en la distancia.

—¿Está muerto?
—¡No digas tonterías, Javier García! —dijo María—. Mira como mueve su cabecita. Está cansado y tiene que dormir para poder volver con su mamá.
—¡Eso es estúpido! Tiene que volar. Yo haré que vuele. ¡Dámelo!
—¡Le vas a hacer daño!

Pedro acudió en ayuda de la pequeña María, pero juntos no eran capaces de hacer frente a la fuerza de Javier García, que lograba arrancar el gorrión de los brazos de la niña.

—¡Devuélvemelo! ¡Tiene que volver con su mamá! —gritó la pequeña, con los ojos anegados y dejando escapar una mueca de desesperación—. ¡Eres muy malo!

—Veamos, ¿qué está pasando aquí, pequeños? Os dejo a solas con Margarita un segundo y mirad lo que habéis montado. ¡Javier!, ¿qué es eso?
—No es nada, señorita directora.
—¡Vamos, dámelo!
—Sólo es un pájaro.

La pequeña María rompió a llorar, mientras la directora agarró a Javier del brazo y le indicó a Pedro que volviese al tobogán.

—¿Qué te pasa, pequeña? Vamos, no llores.

Margarita se agachó al lado de la niña y le cogió la mano, mientras le secaba las lágrimas con el dorso de su camisa. La directora se acercó a ellas y Javier corría detrás de Pedro, pensando en otra nueva gamberrada.

—Parece que el pajarito está muy débil, María —le entregó el gorrión a la niña y se puso de nuevo en pie—. ¿Te encargas de ella, Margarita? No quiero perder a Javier de vista.
—No se preocupe… Lo cuidaremos juntas. ¿Qué te parece? Después, cuando esté curado, podrá ser libre y volar con su mamá.
—¡Vale! —respondió la niña.

María agarró su mano y las dos volvieron andando hacia la escuela. El día se nublaba de nuevo y pronto regresaría la tormenta. La pequeña protegía al mochuelo con la otra mano y no dejaba de mirar a Margarita, que le sonreía. Le gustaba la luz de brotaba de sus ojos. Era la amiga que siempre había buscado, la hermana que jamás había tenido. Presentía que el fin de la oscuridad había llegado.

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3 comentarios

  1. 1. Sebas Cano dice:

    Como en tu último relato, hay una fuerte presencia de ternura en tu relato. Es muy difícil escribir así, yo al menos no podría. Felicidades y sigue así. Un saludo.

    Escrito el 29 octubre 2014 a las 22:51
  2. Mientras lo leía una palabra vino a mi mente, ternura. Un relato con buen ritmo y bien llevado. Me asombra la comprensión de la Señorita directora, Yo en lugar de Margarita, me habría desesperado. Me encanta la frase con la que cierras la historia. Siempre hay luz al final del túnel.

    Un abrazo

    Escrito el 31 octubre 2014 a las 23:46
  3. ¡Muchas gracias a los dos por vuestro apoyo y comentarios!

    Un abrazo muy fuerte.

    Escrito el 1 noviembre 2014 a las 18:04

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