Cookie MonsterEsta web utiliza cookies. Si sigues navegando, entendemos que aceptas las condiciones de uso.

Do you speak english?

¿If you prefer, you can visit the Literautas site in english?

Apuntes, tutoriales, ejercicios, reflexiones y recursos sobre escritura o el arte de contar historias

<< Volver a la lista de textos

Vidas - por Cris

Ayer fue un día muy emocionante, mi mamá nos dijo a mis hermanos y a mí que hoy, por fin, íbamos a ir al colegio. Estábamos tan excitados que mis padres tuvieron que regañarnos varias veces para que nos fuéramos a dormir de una vez. En la cama, mis hermanos y yo estuvimos cuchicheando hasta que la luna estuvo bien alta en el cielo y los bostezos comenzaron a ser continuos.
—¿Cómo será el colegio? –preguntaba en voz baja mi hermanita pequeña— ¿será tan peligroso como comentan? –decía con mirada de preocupación.
—Seguro que no –le respondía Pancho, mi hermano mayor, siempre tan protector— ya sabes que los mayores siempre exageran un montón las cosas.
—No sé, yo estoy un poco asustado, –les confesé– los niños parecen tan crueles.

Hoy mamá nos ha despertado temprano, hemos desayunado en silencio, cada uno sumido en sus pensamientos. Ella nos ha mirado de reojo pero sin decir ni una palabra. Después nos hemos aseado y hemos esperado pacientes a mis padres. Al cabo de unos minutos nos han reunido:
—Hijos, hoy es el primer día que vais al colegio, ya sabéis lo que eso significa; os hacéis mayores. Papá y mamá somos demasiado grandes, así que ahora seréis vosotros los que ocuparéis nuestro lugar. Debéis ser muy cuidadosos y no correr ningún riesgo, tenéis que pasar desapercibidos; sed silenciosos y no llaméis la atención, de esa forma nadie notará vuestra presencia y no correréis peligro.
Las abundantes cejas de papá se enarcaban de forma tan brusca que le daban a su cara un aspecto de dóberman enfurecido. Yo he sentido un poco de miedo y he mirado a mamá buscando la calidez de sus ojos, pero su rostro mostraba la misma severidad.

Papá y mamá nos han acercado hasta la puerta del colegio y han esperado a que entráramos, nosotros nos hemos mirado indecisos y finalmente Pancho ha echado a correr internándose en el patio. Mi hermana y yo lo hemos seguido presurosos.
Aquel lugar es inmenso, con una gran pista central rodeada de árboles y arbustos, perfecto para jugar.
—¿Dónde están los niños? –ha preguntado mi hermana. En ese mismo instante un sonido horrible ha perforado nuestros oídos y hemos salido corriendo cada uno en una dirección. Yo me he acurrucado bajo un banco y he perdido de vista a mis hermanos. De repente una multitud de niños de todas las edades han salido corriendo por la puerta principal del edificio y han ocupado el patio por completo. Gritaban, reían, saltaban, jugaban… yo los observaba desde mi escondrijo con los ojos abiertos como platos y el corazón golpeándome el pecho.
“He de salir de aquí”, me he dicho para mis adentros, pero mi cuerpo se negaba a obedecerme, “¿dónde estarán mis hermanos?”. Los he buscado con la mirada por la inmensidad de aquel patio, pero con toda aquella chiquillería correteando por doquier no lograba encontrarlos. Pasado algún tiempo he visto a mi hermana salir corriendo de detrás de unos arbustos, mientras tres escandalosos niños la perseguían.
—¡Eh! ¡Mirad qué tenemos aquí! –gritaban divertidos.
Asustado pero con el valor suficiente que dan las situaciones de peligro he ido en su ayuda.
—¡Mirad chicos, aquí hay otro!
A estas alturas y habiendo sido descubiertos solo quedaba una opción: huir.
Hemos corrido y corrido, pero cada vez eran más los niños que nos perseguían; para ellos era un juego. Cada vez que esquivábamos a uno, otro nos cortaba el paso y finalmente el cansancio ha ido haciendo mella en nosotros, así que hemos tenido que tomar medidas desesperadas: nos hemos subido a un árbol.

No sé cuánto tiempo hemos permanecido en aquel árbol, pero el sol estaba cayendo y mis tripas resonaban como truenos cuando hemos visto a papá y mamá junto con Pancho entrar en el entonces desierto patio del colegio. Pancho venía relamiéndose los bigotes, pues era el único que había conseguido robar algo de comida, mientras que papá y mamá nos miraban con gesto reprobatorio pero dulce a la vez.
—¡Cuánto os queda por aprender aún!

Yo he mirado a mi hermana pequeña, mientras se paseaba arriba y abajo por la rama de aquel árbol, y al instante he descubierto lo que le preocupaba; lo mismo que a mí: ¿Cómo bajar de aquel árbol sin perder una de nuestras siete vidas?

¿Te ha gustado esta entrada? Recibe en tu correo los nuevos comentarios que se publiquen.

1 comentario

  1. 1. Luchiflús dice:

    ¡Hola!

    Soy una de tus comentaristas y ya te lo dije pero… me gustó mucho tu relato!! Me pareció muy guay la idea de que el narrador sea un gato, un punto de vista inesperado 😀 Yo tuve una idea parecida para el mío jajaja 😉
    Tuve que releerlo varias veces para encontrar algún punto que podría mejorarse, porque la verdad es que me encantó!

    Nos leemos!

    Escrito el 28 octubre 2014 a las 15:16

Deja un comentario:

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.