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LA MAESTRA HA VUELTO AL COLEGIO - por AitorMB

Al salir a la calle, Fermina sonrió de oreja a oreja el único adorno que debe llevar una dama, como le gustaba recordar a todos. Le encantaba sentir los cálidos lamidos del sol sobre la cara. Anduvo entre los árboles desnudos y se alegró aún más al reconocer la fachada de ladrillos rojos y el olor a ceras y papel que escapaba por las ventanas del colegio. Al tirar de la puerta de entrada, la encontró más pesada que de costumbre.

¿Dónde estará Fernández? Ese granuja ha debido de dormirse otra vez. Voy a tener que hablar seriamente con el director. Este conserje es una calamidad. Pegó la cara contra el cristal de la puerta y el vaho emborronó el vidrio. No se veía a nadie por ninguna parte. Consultó el reloj de correa dorada que le regaló un antiguo enamorado. Pero si ya pasan de las 9.00 ¿dónde está todo el mundo?

Se alejó de la puerta y le dio la vuelta al edificio para entrar por el patio de recreo. Allí siempre encontraba los alumnos más madrugadores, los que querían aprovechar para jugar un poco antes de las clases. Sin embargo no escuchó nada, ni vio los columpios balanceándose ni a nadie deslizándose por el tobogán. Además por primera vez se percató de cuan ajados se encontraban estos. Así los niños no pueden jugar, se van a hacer daño. Pero, un momento. ¿Dónde están los niños? Tuvo que consultar su agenda, no cabía ninguna duda, en aquel día de noviembre no había fiesta alguna y tampoco eran vacaciones.

Muy pronto encontró la respuesta. Una máquina excavadora entró al patio armando un gran alboroto. El conductor, que no esperaba encontrar a nadie, tuvo que frenar en seco, por poco se lleva a la maestra por delante. La puerta se abrió y del vehículo Fermina vio descender un fornido obrero tocado con un casco blanco y llevando un chaleco reflectante. El hombre se acercó a ella con gesto malhumorado.

-¿No sabe que no puede estar aquí?

-¿Qué pretende hacer aquí, caballero? ¿No ve que esto es un patio y podría herir a alguna criatura? Voy a tener que avisar al municipal de inmediato, es usted un bruto.

El obrero se sacó del bolsillo un papel arrugado y lo desplegó de malos modos delante de las narices de la maestra.

-¿Ve? Esto es una orden del señor alcalde para derruir el colegio.

Fermina se puso unas gafas de montura de nácar que llevaba atadas al cuello con una cadenita graciosa de oro y leyó el documento. Su rostro se arrugó aún más.

-¡Pero esto es una infamia! ¿Cómo van a derribar el colegio?
¿Y dónde estudiarán los niños?

-¿Doña Fermina?

Levantó la cabeza y se encontró al obrero mirándola y sonriendo.

-¿No me recuerda? Soy Bruno García, fui alumno suyo.

¿Cómo iba a olvidar aquella carita mofletuda?

-¿Quién si no tú? Eres un zascandil, pero esta trastada ha llegado muy lejos. Voy a hablar con el director para que te imponga un correctivo, bribón.

Bruno iba a protestar cuando fue interrumpido por una voz joven que se acercaba corriendo a cámara lenta, llevando una blusa liviana que se balanceaba graciosamente.

-Abuela, por fin te encuentro. Cuando me llamaron esta mañana y me dijeron que habías desaparecido, me preocupé.

-¿Cómo que desaparecido? Vine a trabajar como cada día, pero este malandrín pretende echar abajo el edificio.

-Abuela, ¿ya no te acuerdas que ahora trabajas en otro colegio? Están todos muy preocupados por qué no llegas, los niños te esperan con impaciencia.

Fermina se quedó cortada y pensativa. La sonrisa pareció desvanecerse pero emergió de nuevo.

-Ay, hija, que cabeza la mía. Ya no me acordaba. Sí, vámonos que ya van a dar las diez. Qué vergüenza, ni un solo día he llegado tarde al trabajo. Siento las molestias caballero, que tenga un buen día.

La joven tomó delicadamente a la mujer por los hombros y le dedicó una mirada cómplice al obrero, que la contemplaba embelesado. Mientras se alejaba aún se giró un par de veces más. Bruno se acercó corriendo.

-Espere, señorita. Creo que debería darme su número de teléfono. En caso de que su abuela vuelva a equivocarse de colegio.

Ella sonrió y garabateó un número sobre una servilleta. Después de dárselo, le guiñó divertida. Mientras las veía subir al coche y alejarse, Bruno apretó el papel contra su corazón. Acaba de conocer al amor de su vida.

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3 comentarios

  1. 1. lunaclara dice:

    Hola Aitor:

    Tu relato está correctamente redactado y es divertido advertir el despite de la profesora anciana.

    Solo decirte que no es muy creíble el enamoramiento repentino de Bruno. Para que sea creíble se le debería dedicar más tiempo de desarrollo, o que se conocieran desde hace tiempo o algo así.

    Saludos!!

    Escrito el 31 octubre 2014 a las 10:53
  2. 2. Maureen dice:

    Vas dejando caer las pistas de que la profesora es una anciana en ciertos detalles muy bien dosificados, me gusta. Quizá el título del relato hace demasiado obvia esa parte, yo quizás lo cambiaría.

    Mi bisabuela también se escapaba de casa, así que entiendo muy bien la situación y creo que la has tratado muy bien.

    Y me gusta el final, que el ir en busca de la abuela lleve a la nieta a conocer a alguien. A mí sí me resulta creíble el enamoramiento a primera vista: en primer lugar, eso de “me he enamorado” son cosas que se dicen, aunque no deje de ser más que una atracción que luego dé o no paso a algo más; en segundo, los flechazos pueden darse (debo de ser una romántica, jajaja).

    Escrito el 3 noviembre 2014 a las 12:37
  3. 3. AitorMB dice:

    muchas gracias por vuestros comentarios!

    Escrito el 4 noviembre 2014 a las 14:01

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