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Jugando en el tiempo - por María

JUGANDO EN EL TIEMPO
-¡Vamos niños! ¡Son las 10.30 de la mañana, es la hora del almuerzo, coged vuestros bocadillos y salid corriendo al patio!- como cada mañana, Laura la profesora de primaria, anunciaba la hora de descanso.
Recogió las pinturas y cartulinas que habían estado utilizando y minutos después salió del aula. Mientras bajaba por las escaleras, le extrañó no oír los gritos de los niños en el patio, en el que se juntaban todas las clases y era imposible que se mantuvieran en silencio. Lo que si escuchó fue el alarido casi animal de una de sus compañeras.
-¡¿Dónde están los niños?!¡Laura, el patio está totalmente vacío! He tardado en salir del aula unos minutos, y al llegar al patio no veo a nadie. ¡No puede ser! ¿Dónde están? ¡¡Dios mío, nos han robado a los niños!!-gritaba Juana desconsoladamente.
-Tranquila Juana, seguro que hay una explicación. No creo que se los haya tragado la tierra-afirmó Laura, intentando serenar a su compañera, aunque sentía el mismo estupor que ella.
Sabían que a la espalda del colegio quedaban algunas aulas que no estaba siendo utilizadas y quizás, como una travesura y guiados por los mayores, habían decidido gastar una broma a las profesoras y esconderse ahí. Según giraban por el edificio principal, lo que vieron les hizo abrir los ojos como platos y dar un alarido de terror.
-¡Dios mío Laura, y tu decías que no se los podía tragar la tierra! Pues por el enorme socavón que tenemos ahí delante, no se me ocurre otra explicación.- Afirmó Juana, con algo más de sosiego que antes de descubrir lo ocurrido
-¡¿Cómo puede ser?! ¡No había visto nada igual en mi vida, esto no es posible! ¿Cómo ha podido ocurrir? ¡Si no hemos oído nada! -contestó Laura, que apenas podía dejar de temblar.
Lo que tenían delante de sus ojos, era espeluznante. Un agujero en la tierra, de unos quince metros de diámetro, se había tragado parte del patio y de los campos de naranjos que rodeaban el colegio. Querían acercarse e intentar ver a donde llevaba ese tremendo socavón, pero también temían que la brecha pudiera ampliarse más y se las tragara a ellas en un segundo.
Laura apenas podía dejar de temblar, de gritar, de dar vueltas alrededor del agujero, mientras Juana, dentro del nerviosismo parecía algo más calmada. Esta actitud de su compañera la inquietó mas, ya que parecía saber algo más de lo estaba contando.
-Juana, ¿Qué ocurre? ¡Estoy a punto de dejar de respirar, me tiembla todo el cuerpo y te veo a ti demasiado tranquila!-gritó Laura con la voz entrecortada.
Así era, Juana que llevaba toda la vida en el pueblo, recordó en ese momento una leyenda que su abuela le había contado.
-En este pueblo desde siempre se han transmitido leyendas de generación en generación, que yo escuchaba atenta pero incrédula. Una de ellas, contaba cómo hace muchísimos años, la tierra se resquebrajó de repente, provocando un hoyo enorme y tragándose toda la siembra de ese año y a los campesinos que allí trabajaban. Pocas horas después, la tierra emergió de nuevo y devolvió a los agricultores. Lo contaron en el pueblo y aunque les tomaron por locos, esa historia se transmitió de padres a hijos. Ninguno contó lo que había en el fondo del agujero -Juana consiguió mantener la calma mientras veía como aumentaba el estupor en los ojos de Laura.
-Mira Juana, me cuesta creerme lo que me cuentas. Ya sabía yo que no era buena idea venir a un pueblo tan pequeño, donde siempre ocurren historias extrañas. Pero lo que no voy a hacer es esperar aquí, sin hacer nada –afirmó Laura vehemente. Nada más terminar la frase, saltó al agujero.
Juana la siguió. Cayeron por el socavón, a través de un cilindro casi perfecto, como si hubiera sido construido artificialmente. Llegaron al fondo del cilindro sin ni un rasguño. Ahí si escucharon a los niños, su inocencia les hacía seguir jugando entre ellos, encontrándose dentro de una cúpula de cristal e intentando hablar con niños que, fuera de la cúpula, saltaban y jugaban en lo que parecía el pueblo hace cien años. Los niños se alegraron de ver a las profesoras, mientras estas no salían de su asombro. Minutos después, la tierra comenzó a temblar estrepitosamente y les devolvió al patio del colegio.
Las profesoras jamás volvieron a hablar de aquel suceso. Su mente racional, nunca aceptará que aquel socavón las había llevado a un viaje en el tiempo.

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