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Aulas vacías - por William Hudson

Sentada. Sola. ¿Perdida? Si, quizás en el tiempo. Así estaba la maestra de 3º grado de la escuela primaria que ahora, apoyada sobre el escritorio del aula, trataba de resolver en su mente, esas trivialidades que la atormentaban. Era una mujer que no había sufrido el paso del tiempo e incluso lo disimulaba muy bien, a través de la fresca piel de su rostro. Mientras sus interminables rulos pelirrojos se retorcían en sus dedos, ella parecía aislarse, cada vez más, de la realidad que la rodeaba. El irritante sonido del timbre fue lo que, finalmente, le hizo recuperar la conciencia.

Estaba esperando a que sus alumnos volvieran del recreo. Sabía, y menos para volver a clases, que ellos no eran puntuales. Siempre estaba pendiente de sus “nenes”, así los llamaba ella, nunca les perdía de vista. Como ya había transcurrido cierto tiempo y el constante murmullo de los pasillos se volvía más fuerte, decidió levantarse para ir a buscarlos. Al asomar su cabeza por la puerta no encontró a nadie, pero sabía interiormente, que esas inocentes voces infantiles debían estar en algún lugar. Recorrió toda la escuela sin resultado alguno. Finalmente, cuando se dirigió al patio del colegio, ya casi resignada, no vio a ninguno de sus nenes pero quedó asombrada por la gran inmensidad que lo envolvía, no estaba acostumbrada a verlo tan vacío. También le resultó curioso ver las sogas y elásticos tirados en el suelo, como si los chicos hubiesen estado ahí hasta recién.

Las voces, por un instante, dejaron de hablar. Todo era calma a su alrededor. Lo único que ella oía, eran sus pies apurados y su agitada respiración. El silencio y la soledad, la desesperaban. << ¡¿Dónde están los niños?! >>, se preguntaba con angustia. No encontraba explicación a lo que vivía.

Luego de un largo tiempo, volvió a escuchar otro sonido proveniente del salón de actos de la escuela. Ahora no se trataba de una voz, era como una especie de llanto, según lo que ella percibía. Se dirigió hasta allí para ver si era verdad lo que había oído y también, para corroborar, de alguna manera, su cordura (Llegó a pensar que estaba loca). Al ver que efectivamente había una chica llorando detrás del telón, sintió un gran alivio ya que, por lo menos, sabía que no era víctima de ningún cuadro de locura o sólo por el hecho de no estar completamente sola. Al acercarse y verla con mayor detalle, notó que no era ninguna de sus alumnas pero, curiosamente, le recordó a ella misma cuando era mucho más pequeña. La niña, también de cabellera pelirroja y rulos pronunciados, se refugiaba entre sus rodillas y lloraba sin consuelo alguno. No parecía haber notado la presencia de la maestra, la cual atinó a decirle:

– ¿Qué paso linda, por qué lloras así? Quédate tranquila que ahora estás conmigo.
– Mis papás no vinieron a buscarme – le contestó entre lágrimas.
– ¿Ese es el problema? Ya van a venir linda, se deben haber retrasado un poco. Quédate tranquila, vas a estar bien. No llores más – le dijo, mientras sacaba un pañuelito descartable de uno de los bolsillos de su delantal blanco.
Le corrió la mano a la maestra, con un brusco movimiento, y le contestó enfurecida:
– ¡¿No entiende?! ¡¿No entiende que no van a venir nunca?! Ya cerraron el colegio. Estamos solas. Estoy sola. – y volvió a agachar la cabeza entre sus piernas.

La maestra, poco a poco, tomó consciencia de estas últimas palabras y se dio cuenta que, a pesar de lo raro que pudiera sonar, esa era la única verdad de los hechos. Definitivamente, no había nadie en el colegio. Solamente estaban ellas dos. Ningún alma más. El gran temor de su infancia, lo estaba viviendo ahora a sus cincuenta y cinco años. << ¡Qué locura! >>, pensó. Cuando quiso acercarse nuevamente a la joven para consolarla, ya no estaba más, había desaparecido también. Fue allí cuando se desmayó, quedando inconsciente en el suelo. Sintió como si, de alguna forma, se cerraran las cortinas del telón.

Cuando despertó, la oscuridad la cegaba y no la dejaba ver absolutamente nada. No sabía, ni siquiera, en donde estaba. Pero se dio cuenta que, en realidad, lo que no la dejaba ver, era el antifaz negro que utilizaba para dormir.

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6 comentarios

  1. 1. mariana escobar dice:

    me parecio al comienzo otra cosa, pero claro solo era un sueño
    felicidades
    mariana

    Escrito el 28 octubre 2014 a las 21:48
  2. Muchas gracias Mariana, aprecio mucho tu comentario. Saludos! 🙂

    Escrito el 29 octubre 2014 a las 18:41
  3. 3. Álvarez Vainlla dice:

    Una historia sencilla pero eficaz. Has conseguido Transmitir la ansiedad de la protagonista al lector. Enhorabuena por el texto.

    Un saludo

    Escrito el 29 octubre 2014 a las 21:54
  4. Muchas gracias Álvarez Vainlla por tu critica y por leer el relato. Es reconfortante cuando se logra lo que uno quiere. Saludos y gracias de nuevo! 🙂

    Escrito el 30 octubre 2014 a las 03:30
  5. 5. Angel Gabriel. dice:

    Se logra envolver al lector en el relato, tiene intriga, suspenso, conflicto, nace en el lector una serie de interrogantes de que esta pasando en la historia, la atmosfera esta bien lograda, el género y el tono es coherente con la historia, en el ritmo y la construcción de las fraces de repente habría que revisar un poco la puntuación, pero por todo lo demás el relato es sencillamenete excelente. !!!!Felicitaciones¡¡¡.
    Si tienes tiempo lee mi relato es el número 16 EL COLEGIO Y LAS MUÑECAS. comentalo.

    Escrito el 1 noviembre 2014 a las 03:45
  6. 6. William Hudson dice:

    Muchas gracias por leer y comentar mi relato, Angel. Después voy a leer el tuyo, saludos!

    Escrito el 1 noviembre 2014 a las 04:59

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