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La Lista - por Ferminangel

Al niño Rudy no le gustaba ir a la escuela los viernes. Los demás días, concurría con entusiasmo y una alegría que contagiaba, pero el último de la semana, el niño cambiaba. De un modo misterioso, comenzaban los dolores de panza y de cabeza, el sudor, el frío, el calor, los zapatos, y todo tipo de excusas locas; incluso decía que no le gustaba hacer listas. Su madre, no entendió muy bien, pero decidió averiguarlo ese viernes, dándose una vuelta por la escuela de Rudy.
La maestra la recibió amablemente y escuchó el reclamo de la madre con atención, pero le aclaró que no había motivos para preocuparse. «Dentro de una institución tan prestigiosa, de sólidas conductas religiosas, no podría ocurrir nada raro, con Rudy ni con ningún otro niño», resaltó la maestra, que a su vez la invitó a entrevistarse con el director del colegio, el cura Luis, para evacuar cualquier duda.
El cura le resumió en pocas palabras lo que hacían los viernes: « juego de pelota en el patio, merienda compartida, y algunas actividades religiosas para mantener por el buen camino a estos pecadores»; luego se disculpó con la mujer y siguió con sus actividades. De algún modo, a la madre de Rudy algo le roncaba en las entrañas, y sobre todo, no le agradó lo de «pecadores». Resolvió entonces, caminar un poco por el patio del colegio, aprovechando que los niños estaban en clase, para ver si se le disipaban las dudas.
El patio, que en cierto modo, ya conocía por sus tres hijos anteriores, le resultó un poco frío y lúgubre en esa ocasión: muros altos y despintados; un solo árbol de mangos, con pocas hojas y sin frutas; alambrado olímpico por encima de los muros, de por sí elevados; un busto del santo patrono de la institución, todo cagado por las palomas; otro busto del prócer de la patria, más cagado que el anterior; una cancha de fútbol, pequeña, áspera y también despintada; pero, en definitiva, las cosquillas en su estómago no se iban. «Puede que, con el griterío de los niños, este patio carcelario se convierta en patio de escuela», pensó la mujer, mientras giraba sobre sí para contemplar todo aquel mundillo gris y vacío. En eso, sonó la campanilla del recreo y la madre de Rudy, previendo la avalancha de los infantes, atinó a esconderse detrás del busto del prócer, para observar a los chicos.
El que primero apareció, caminando apurado, fue el cura Luis. Se paró delante del busto del santo, a escasos metros del escondite de la madre de Rudy, y mirando en dirección a los salones de clase preguntó con fuerza:
— ¿Dónde están los niños? ¡Que vengan esos pequeños diablitos a confesarse!, y más les vale traer una buena lista de pecados, que si no, la cosa se va a complicar.
— ¡Ya van! —gritó la maestra—. Están terminando la lista.
Al rato, los pequeños hacían fila delante del cura, que estaba parado delante del santo, todos con un papel en la mano. La madre de Rudy, no lo podía creer: una lista de pecados en niños de tercer año, ¡inconcebible! De todas formas, la mujer se contuvo por un momento hasta ver que pasaba con su hijo, cuando le llegara el turno.
— ¿Cómo que la lista en blanco? —chilló el cura al pequeño Rudy—. Algo malo tienes que haber hecho en la semana, hijo de sat… —No llegó a terminar la frase.
La madre del niño, dando un chillido amenazador, se lanzó encima del cura, tirando a su vez, el busto del prócer que se rompió en mil pedazos. Los chicos se desbandaron por todo el patio, asustados y a los gritos; el cura se defendía, la maestra pedía calma; Rudy se prendió de la pierna de su madre, que no paraba de lanzar golpes e insultos; hasta las palomas salieron de su letargo de cornisa y se unieron a las correrías de los niños… en fin, ahora sí parecía más un patio de escuela.
En definitiva, la situación se serenó gracias a la intervención de otras maestras, que calmaron a los niños y salvaron al cura. Éste solo atinaba a hacer señales en forma de cruz en el aire; la madre de Rudy comprendió la razón de los viernes, abrazó a su hijo que no se soltaba de su pierna, y se fue a buscar otra escuela que no obligara a los niños a hacer listas.

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4 comentarios

  1. 1. Julieta Blanco dice:

    Hola! Me tocó comentar tu texto. Si querés pasarte por el mio es el 108. Saludos!

    Escrito el 30 octubre 2014 a las 19:32
  2. 2. Fermin Angel Beraza dice:

    Gracias por comentar mi relato. Valoro la opinión de todos los compañeros del Taller, y me los tomo muy en serio para así poder mejorar en la escritura. Te dejé un comentario en tu relato. Saludos desde Uruguay.

    Escrito el 30 octubre 2014 a las 22:40
  3. 3. Álvarez Vainlla dice:

    Hola compañero, una historia narrada de una forma sencilla pero eficaz.
    Quizás y, es sólo mi opinión, podrías haberlo narrado en primera persona poniéndole voz a la madre, con ello, el relato hubiera ganado cierta empatía con el personaje, y sobre todo, nos hubiera resultado fácil entender la angustia que sentiría la madre al ver que su hijo no quería ir los viernes al colegio, o su sentimiento de ira cuando descubrió las artimañas del cura. Quizá, profundizando en esos sentimientos el relato hubiera ganado un poco de profundidad (Las palabras empleadas en la descripción del patio, cosa que por cierto haces estupendamente, las podías haber “gastado”, en darle más personalidad al personaje de la madre)

    Enhorabuena por el relato.

    Un saludo

    Escrito el 3 noviembre 2014 a las 15:50
  4. 4. Ángel Gabriel dice:

    Me gusto tu relato, sencillo, quizas sin sobresaltos, con un coflicto planteado, en de desenlace quizas hizo falta un giro, de los acontecimientos, como que alguien le explicara a la madre del porque de las listas, o que contenían las mismas. Pero en conjunto todo el relato esta bien desarrollado, tiene sintesis, hay una atmosfera creada, no encontre donde hubicarlo si en el género suspenso, o en cual otro no lo se. Pero la historia en su conjunto me engancho de principio a fin porque quería saber sobre que eran esas listas. MUY BUENO.
    Si tienes tiempo me gustaría que leyeras mi relato es el número 16 EL COLEGIO Y LAS MUÑECAS.

    Escrito el 6 noviembre 2014 a las 01:38

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