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En la línea - por Gus Gris

El tanque derribó el muro del patio escolar dando paso al resto del pelotón. Los soldados se arrodillaron apuntando hacia el claro. Unos momentos pasaron y de la escotilla del tanque emergió un oficial; mientras se rascaba el casco, preguntó: «Coronel, ¿dónde están los niños?» El coronel Rebolledo sostenía sus binoculares y divisaba la escena. Miró una por una las cuatro esquinas del patio, no había nada. Por tres veces se aseguró.

Del pasillo que desembocaba en el patio, apareció una mujer de sesenta y tantos años, caminando con pasos cortos tan rápido como su edad y falda larga le permitían.
—Directora Bassols, buenos días.
—Coronel, ¡por el amor de Dios! ¿me puede decir usted por qué ha llegado a esta hora?
—He llegado a la hora acordada, las mil doscientas cuarenta y cinco.
—Pero si son apenas las 11:45, los niños todavía no salen al recreo —dijo, apretando la boca—. Coronel, no cambió ayer su reloj al horario de invierno, ¿cierto?
—Mis hombres están en posición —y corrigió a uno que apuntaba hacia atrás—, esperemos que salgan y entonces dispararemos.
—¡Con este ruidajo que hicieron! Van a sospechar.
—¿Les ha insinuado recientemente que los va a aniquilar?
—Recientemente, no.
—Entonces no se preocupe, un enemigo que no sabe que va a ser atacado no está a la defensiva. Aguardemos.

Esperaron mientras el sol pegaba de lleno en sus cabezas. Con los cinco minutos característicos de retraso, sonó la campana. Un murmullo general se escuchó en los edificios de aulas: mesabancos se arrastraban, risillas amortiguadas emanaban desde las escaleras, una masa de pasos rápidos se acercaban. En la boca del pasillo, el ruido se detuvo.
—Sospechan —dijeron al unísono la directora y el coronel.
—Uunnaa ccaarrnnaaddaa —dijeron, casi al unísono.
Dos soldados rasos se dirigieron hacia el cobertizo y sacaron varias redes con pelotas. El coronel dibujaba una complicada estrategia en el piso. Después de media hora, señaló con el dedo un lugar ambigüo del patio y ordenó:
—Aviéntenlas hacia allá —y se volvió a la directora— ¿cree que funcionará?
—No los he dejado jugar con ellas desde que noté que se divertían, tiene que funcionar.

Las pelotas saltaron por todo el patio, rebotaron unas contra otras hasta que encontraron su punto de reposo en el piso. Una ola de niños salió disparada.
—¡Ahora, abran fuego! —comandó el coronel.
Dispararon hacia la mole de niños. Una bala le pasó a dos centímetros de la nariz de un niño de sexto B, luego pasó entre las piernas de un niño de tercero A y a un pelo de la niña nueva de primero. Las ametralladoras tronaban, los casquetes caían al piso, las balas se escurrían entre los infantes que serpenteaban en sus juegos.
—¿Qué está pasando coronel, por qué no los derriban?
—¡Afinen esa puntería! —gritó el coronel— Debe ser la luz directora, está ofuscando a mis hombres. No sé cómo deja que salgan al recreo con este sol, es una crueldad.
No cesaron los disparos pero los mismos trescientos veintidós alumnos que habían salido por el pasillo seguían en pie. El coronel le hizo la señal al oficial. El cañón giró hasta que estuvo en posición. El brazo del coronel apuntó hacia el frente como un látigo, ordenando la explosión. La munición salió disparada hacia un grupo de niños que jugaban a la fila india, justo en el momento en que la rompían. El impacto hizo añicos la oficina del fondo.
—¡Mi privado! —gritó la directora Bassols.
Desesperado, se abrió paso entre los soldados y agarró una granada. Miró a un grupo de niños que jugaba al básquetbol. Aventó el explosivo marcando una elevada parábola que descendió justo al centro de la canasta, atascándose en la red. El tablero voló en pedazos mientras los niños corrían al poste contrario para una última anotación. La campana sonó con los cinco minutos característicos de adelanto y los niños se apresuraron entre los escombros a regresar a sus aulas.

—Estoy profundamente decepcionada —sentenció la directora.
—No sé qué decirle —se excusó el coronel—, esto nos había pasado tan sólo muy pocas veces.
La directora se marchó con sus pasos cortos y severos hacia los restos de su oficina. El coronel ordenó la retirada de sus hombres y los siguió por detrás. Caminaba cabizbajo y se encontró en el piso con una rayuela que saltó con uno y dos pies en sus respectivas casillas, pisando línea en la final.

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4 comentarios

  1. 1. Chiripa dice:

    ¡Hola Gus Gris! Tu relato está muy original y divertido!
    Bien narrado, con buena estructura, mantienes un nivel de suspense que te hace leerlo de un tirón.
    ¡Enhorabuena! Espero seguir leyendo tus relatos

    Te invito a pasar y comentar mi relato “El Grito” (# 111) @
    https://www.literautas.com/es/taller/textos-escena-19/1969

    Escrito el 1 noviembre 2014 a las 15:43
  2. 2. carla lopez dice:

    hola! Me ha gustado tu relato y me ha mantenido en suspense, tratando hasta el ultimo momento de entender que pasa en esta historia tan original
    un saludo

    Escrito el 4 noviembre 2014 a las 23:14
  3. 3. Aurora Losa dice:

    Sublime, no sé realmente qué pretendían la directora y el coronel, pero la escena es digna de los mismísimos Monty Pyton.
    Enhorabuena por este derroche de imaginación.
    Además las descripciones y el uso de los diálogos favorecen la agilidad del texto y sumerjen en ese mundo surrealista.

    Escrito el 6 noviembre 2014 a las 12:08
  4. 4. Ángel Gabriel dice:

    El relato en términos generales me gusto, pense por un momento que el coronel era otro niño, al igual que la directora, y que las balas no habían impactoado en ningún niño porque eran de goma, pero no fue así. No me quedo claro porqué del ataque, porqué de la complicidad de la directora, y porqué no continuaron el ataque después del recreo, pienso que todos esos cabos los tendrías que atar mejor para la proxima, siempre recuerda que una CAUSA TIENE UN EFECTO, en un relato si dices que cayo una mosca en la sopa, debes explicar porqué cayo, si fue porque el qué comía se decuido o porque alguien se la hecho intensionalmente. La idea es ir uniendo las razónes, de cada hecho. Pero en términos Generales me gusto el relato, es divertido, entretiene y engancha la historia hasta el final, el cual a mi criterio se quedo abierto, no hubo cierre de la historia. pero es muy bonito.
    Si tienes tiempo lee el mío, no es la gran cosa, es el número 16 EL COLEGIO Y LAS MUÑECAS, coméntalo.

    Escrito el 7 noviembre 2014 a las 01:23

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