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Cuadro de Honor - por Bromioso

Juan entró sonriendo por el umbral del colegio, siguiendo a un grupo de personas que, entre conversaciones, saludaban al portero, quien a su vez los saludó de reojo mientras revisaba una libreta. Se sentó en una mesa no muy iluminada. El colegio se veía alegre. Recién había caído la noche y la Kermés organizada por los cursos mayores recibía a bastante gente. En el centro del patio se habían dispuesto mesas y sillas. Alrededor, ocupando los contornos, estaban los puestos de comida. La gente se divertía y conversaba paseando sus platos con diversas comidas, cerveza y vino.

Juan, borracho y tranquilo, miraba todo. El juego intermitente de las luces de colores le gustaba. Recordó que todavía le quedaba ron en la petaca que guardaba en el bolsillo de su abrigo. Bebió un sorbo rápido y sintió el ardor del licor. También sintió que algo faltaba: "¿Dónde están los niños?" Pensó. Juan guardó la petaca y miró a su alrededor. No había niños pequeños. Echó de menos las voces y alboroto propio de ellos, todavía más en un entorno colorido y de reunión como este. Asumió que, o se habían ido todos temprano, o los padres decidieron no llevarlos. Entonces vio, sentado en unas escalinatas, a un joven de unos catorce años quien, cabeza gacha, presionaba con su dedo índice sobre la pantalla de un teléfono móvil. Se alegró y, aún cuando algo le decía que no era correcto, se levantó de la mesa y se sentó en la escalinata cerca del joven quien lo vio, pero no le dio importancia. Juan estiró el cuello tratando de entender qué era lo que el joven hacía sobre el aparato.

-¿Como se llama ese juego?- Preguntó.

-Dark Harvest -Dijo el joven sin levantar la vista.

Juan no entendió la frase.

-¿De qué se trata? -Preguntó.

El joven puso pausa sobre el juego y levantó la vista. Por la penumbra, y como estaba un poco encandilado por el brillo del teléfono, solo pudo ver dos luces que se reflejaban en los ojos de Juan.

-¿Usted quién es?

-¿Yo? Yo soy Juan Martín, mucho gusto -Dijo estrechándole la mano -. Soy un ex-alumno.

El joven lo miraba con un poco de temor y curiosidad, percibiendo el olor a alcohol en su aliento y cuerpo. Estrechó su mano, la que sintió áspera y curtida.

-Yo estudié acá hace… 20 años más o menos- Comenzó a decir Juan-. Me acuerdo que entonces…

Una voz de hombre los interrumpió.

-¿Daniel?, Ven un poco.

Ambos miraron. El padre del joven estaba de pie, cerca, llamando a su hijo y observando a Juan: Vio a un hombre joven bastante demacrado, su ropa estaba arrugada y algo sucia, su pelo castaño brillaba por la grasa, sus manos y uñas estaban también sucias, y su rostro estaba hinchado y rojizo producto del alcohol. A pesar de la mirada tranquila de Juan, el padre sintió natural desconfianza.

Juan supo lo que iba a pasar, por lo que se levantó, hizo una sutil reverencia hacia el joven y hacia su padre, y volvió a su silla, ya no tan alegre. "No es la primera ni va a ser la última vez" Pensó. Respiró hondo y bebió de su petaca. Cuando encumbraba la botellita, un hombre alto, vestido informalmente, pero con rostro de guardia, puso la mano en su hombro izquierdo mientras un hombre más bajo, al que reconoció como el portero, le dijo en voz baja:

-Disculpe, pero tiene que retirarse.

Juan caminó por los pasillos del colegio acompañado de ambos hombres. Algo triste y molesto, trataba de mantenerse tranquilo mientras recordaba "Que no sea como la otra vez… que pasó eso malo, ¿Te acuerdas?". Caminaban por un pasillo bien iluminado cuando Juan miró los muros y distinguió los cuadros de honor de los alumnos egresados.

– Disculpe caballero -Dijo al portero -. Yo me voy a ir, no se preocupe, pero solo le pido, por favor, que no me eche.

Lentamente se detuvieron.

-Anda a la entrada, yo me quedo acá- Le dijo el portero al hombre alto, quien asintió y se marchó.

Juan miraba interesado los cuadros de honor mientras el portero lo esperaba algo impaciente.

– Disculpe, es solo un momento.

Juan buscó su propia fotografía, pero no la encontró. Luego salió del colegio. Sentía una mezcla extraña de nostalgia, pena, tranquilidad y motivación. Miró su petaca, que todavía tenía casi la mitad de licor, la guardó nuevamente en su bolsillo y caminó hacia su casa.

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2 comentarios

  1. 1. Ángel Gabriel dice:

    Es un relato tranquilo, sin sobresaltos, si nos muestra una o varias escenas, logra tener una descripción del personaje central, y de los secundarios a los cuales los considero redondos, hay poca estructura, porque si tiene presentación, pero a mi juicio no hay nudo y desenlace, el conflicto esta ausente en el relato, no existe intriga más que el hecho que no aparece su foto en el cuadro de honor, pero no es una intriga primordial que haga saltar al lector, para continuar con entuciasmo leyendo una historia, no se genera ninguna expectativa, porque solo es una simple conversación entre un hombre un poco ebrio y un joven, una conversación simple sin trascendencia, no encontré el género en el que esta escrita la historia. Pero si me llevó a terminar de leerla porque me causo un poco de extrañeza saber a dénde iba a parar todo el relato. Considero que es necesario que revises las bases de lo que fue este taller, en cuanto como ver la forma, el contenido y los siguientes aspectos a tener en cuenta porque eso es un esquema general que nos permite ver si nuestra historia reune por lo menos si no todos los aspectos, por lo menos un 80% de los mismos, para que tengamos una historia regularmente bien estructurada. ¡¡¡¡felicitaciones!!! ¡¡¡Bendiciones!!!!

    Escrito el 6 noviembre 2014 a las 04:15
  2. 2. Ángel Gabriel dice:

    Se me olvido decirte que si tienes tiempo lee el mio, no es la gran cosa, es el número 16 EL COLEGIO Y LAS MUÑECAS, comentalo.

    Escrito el 6 noviembre 2014 a las 04:16

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