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En el amor y en la guerra - por Abr

Solo hay una cosa peor que engañar a alguien que te importa y es ser engañado por esa persona. Esta vez, no lucharía por un balón de fútbol robado sino por venganza y, por descontado, no cometería el mismo error que el día anterior. El Mack tierno y misericordioso había muerto en el campo de batalla, de él solo quedaba ya un vago y turbio recuerdo, una sombra oculta en la oscuridad de un callejón estrecho y maloliente.
Al estruendo libertador de la campana le siguió el clamor de cientos de camaradas que corrían embravecidos por los pasillos, despojados de todo terror, ansiosos por alcanzar el patio en el que se decidiría la suerte de todos ellos. Allí formaron, como habían acordado durante las clases, en varias filas de diez. Un camarada comenzó a contar mississippis en voz alta. Mack comprobó su equipo: casco con motivos militares, listo; mochila cargada de globos de agua, lista; marcas de camuflaje en la cara, hechas con el pintalabios de mamá, listas; sed de venganza, más que lista.
Cuando el mississippi sesenta se unió a los cincuenta y nueve anteriores en una nube invisible de estos que flotaba por encima del colegio, los niños rompieron a correr al frente, poseídos por el frenesí de la batalla. Al otro extremo del patio, las niñas hicieron lo mismo. Al principio resultaba fácil, solo había que dejarse llevar. Los primeros globos de agua explotaron en el suelo, advirtiendo la proximidad de la carnicería. Pronto, el patio se convirtió en un dantesco desconcierto. Los camaradas de Mack caían a pares, con sus camisetas empapadas de agua en el mejor de los casos. Las niñas, expertas en las malas artes de la guerra, habían llenado los globos con todo tipo de sustancias, algunas muy difíciles de limpiar, como café o ketchup. Así se aseguraban que, si el proyectil no volaba las cabezas de los enemigos, sus madres lo harían después.
Entre toda la confusión, Mack localizó al fin a su objetivo.
—Al fin nos encontramos —dijo Mack—. Te he buscado incansable.
—Si nos vimos esta mañana de camino al colegio, imbécil —dijo Mollie, con tono despectivo.
—No voy a consentir que me hables así, sucia traidora.
—Sucia estará tu camiseta antes de que acabe el día.
—Jamás te perdonaré lo que me hiciste. Me persigue desde entonces, incansable, incluso en sueños.
—Pero si ocurrió ayer. De verdad que eres un imbécil.
—Te tuve a tiro y te perdoné la vida, porque te respetaba y te tenía cierto aprecio. —Mack elevó el tonto de voz, al igual que los héroes de las películas en momentos tensos. Temió estar sobreactuando, así que disminuyó de golpe la carga dramática de sus palabras—. ¿Por qué te aprovechaste de mi debilidad?
—Bueno, ya sabes lo que se dice sobre la la guerra y el amor.
—Prepárate para morir empapada, arpía de mil demonios.
En ese momento, Mack se dispuso a lanzar su globo más mortal. Lo había apodado "Radiobo", porque lo había llenado con agua del váter y estaba seguro de que produciría algún tipo de efecto radiactivo sobre sus víctimas. En mitad del movimiento de retracción del brazo, un montón de lentejas le salpicó la cara. Una tirana, esbirro de Mollie, lo acababa de alcanzar con un globo en el pecho. Mack hincó las rodillas en el suelo, consciente de su inminente y trágico final.
—Me habrás derribado a mí —dijo Mack, mostrando gran valentía—, pero mis camaradas vengarán mi muerte.
—¿Tus camaradas? —dijo Mollie, con la cara arrugada— ¿Te refieres a los niños?
—Ellos te harán papilla. Desearás no haberte matriculado en este colegio.
Una sonrisa se dibujó en la comisura de los labios de Mollie y su voz se cargó de arrogancia.
—¿Dónde están los niños?
Mack alzó la mirada y observó a su alrededor. Solo había niñas y todas lo miraban a él, con globos en las manos, ansiosas por desprenderse de ellos.
—Mollie, ayer te perdoné la vida.
—Mack: la guerra, como el amor, es dura y áspera.
Al menos veinte globos cayeron y desparramaron sobre él más lentejas, agua con cacao en polvo, refresco de cola, aguacates batidos y quién sabe qué más barbaridades. Mack se desplomó, abatido, y nunca más volvió a ser el mismo. Ni el resto de sus camaradas. Habían perdido el balón de fútbol; el patio; la guerra.

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3 comentarios

  1. 1. Angel Gabriel. dice:

    Que relato más divertido y entretenido, simpatico desde el principio, sin sobresaltos, sin adultos interviniendo con los niños, los personajes bien elaborados, redondos, los dialogos estan bien construídos, hay ritmo en la construcción de las fraces, la acción esta bien delimitada desde el principio del relato, tiene sonoridad porque las palabras fluyen, las escenas de la batalla esta bien definidas, tiene sintesis porque nos lleva claramente hasta el final, la atmosfera esta bien expresada, sin sobresaltos, y todo el tema gira en torno al colegio y a los niños, la historia nos muestra los hechos en un relato ameno y divertido, q

    Escrito el 1 noviembre 2014 a las 04:23
  2. 2. Angel Gabriel. dice:

    que nos transporta a esos años de infancia y juegos escolares, la batalla se plantea clara y divertida.
    Perdona que tuve que seguir mi análisis en otro apartado, pero un mal teclaso de la compu y perdí el comentario anterior. Por eso continuo aqui. para mi tienes un !!!DIEZ¡¡¡¡
    Si tienes tiempo lee el mio es el número 16 EL COLEGIO Y LAS MUÑECAS y colocale un comentario.

    Escrito el 1 noviembre 2014 a las 04:27
  3. 3. Aurora Losa dice:

    Mortal de necesidad, me encanta el derroche de imaginación que has demostrado y la habilidad con el diálogo.
    Me gusta especialmente la frase: “Así se aseguraban que, si el proyectil no volaba las cabezas de los enemigos, sus madres lo harían después.”
    De diez, desde luego y, como soy niña, me alegro de que ellas se queden con todo ;P

    Escrito el 6 noviembre 2014 a las 11:15

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