Cookie MonsterEsta web utiliza cookies. Si sigues navegando, entendemos que aceptas las condiciones de uso.

Do you speak english?

¿If you prefer, you can visit the Literautas site in english?

Apuntes, tutoriales, ejercicios, reflexiones y recursos sobre escritura o el arte de contar historias

<< Volver a la lista de textos

¡Por fin es viernes! - por Gumix

Deslizó un brazo fuera del calor de las sábanas y apagó el despertador. El maldito despertador. «Esta semana se me está haciendo eterna», pensó. Por un momento, la idea de llamar para decir que no se encontraba bien se le pasó por la cabeza, pero «por fin es viernes», se dijo, y aunque lastimeramente, consiguió levantarse y llegar hasta el baño. No quiso mirarse en el espejo, pero no pudo evitar ver de refilón la imagen patética que desprendía después de unas horas de descanso más bien escasas. Le dolía todo el cuerpo y se sentía abotargada, esperaba que la ducha la ayudara a espabilarse. Eligió una falda amplia y una camiseta, esa tontería del colegio de no dejar a las profesoras vestirse con pantalones, cada día le parecía más ridícula, ¡con las ganas que ella tenía de ponerse un chándal!. Desayunó frugalmente como cada día, pensando que debía plantearse en serio empezar a desayunar mejor y se preparó un bocadillo para la hora del recreo. Recordó los almuerzos que le preparaba su madre cuando era pequeña y las lágrimas asomaron a sus ojos, cómo habían cambiado las cosas….
Mientras bajaba las escaleras se dio cuenta de que no era su mejor día, se había levantado con el ánimo por los suelos y no sabía si sería capaz de sacar la energía necesaria para lidiar con veintisiete niños de cuatro años gritando y saltando toda la mañana, por lo que decidió ir andando hasta el colegio, seguro que eso le sentaba bien.
La brisa de primeras horas de la mañana era fresca, había llovido mucho durante la noche pero ahora ya se veía la luz del sol en el cielo despejado. Comenzó a andar con paso ligero, no quería llegar tarde. Atravesó el parque que había frente a su casa sorteando los charcos y echando de menos una vez más, unos pantalones y unas botas. Cruzó la gran avenida que dividía la ciudad en dos reparando en la escasez de tráfico a esa hora de la mañana, llegó a la siguiente calle y se paró en un semáforo. Se levantó la manga de la chaqueta para consultar la hora y de pronto, sintió una ola helada que la empapaba de pies a cabeza. Atónita, levantó la vista al frente y notó las gotas de agua resbalándole por la cara mientras todavía escuchaba el ruido del motor del coche que había provocado aquel desastre. Por un momento se quedó petrificada, su mente no era capaz de reaccionar hasta que oyó una voz que le decía: —Va a ser mejor que vaya a cambiarse o cogerá una pulmonía. Miró al anciano que llevaba una barra de pan bajo el brazo, asintió con la cabeza incapaz de articular palabra y dándose la vuelta, echó a correr hacia su casa.
No se lo podía creer, era lo que le faltaba. Ahora encima llegaría tarde a trabajar. Entró en casa como una exhalación y fue dejando la ropa desperdigada de camino hacia el baño, se secó rápidamente y mientras elegía otra falda del armario, no pudo evitar que sus lágrimas comenzaran a caer a raudales.
Esta vez cogió el coche, de nada le había servido el paseo matutino que en teoría iba a sentarle bien, al contrario, había sido un desastre y encima ahora llegaba tarde. Menos mal que extrañamente, seguía habiendo muy poco tráfico.
Llegó al colegio y abrió con su propia llave, todos debían de estar ya en clase, pero —¿Por qué no me han llamado?, se extrañó. Fue hasta su aula y estaba vacía, pensó que habrían llevado a los niños al gimnasio o al patio hasta que ella llegara como solían hacer en esas situaciones.
El gimnasio estaba vacío y con paso apresurado fue hasta el patio, allí no había nadie. Pensando que se estaba volviendo loca y sin hacer caso a los charcos ni a los juguetes que había por allí en medio, fue corriendo hacia la zona reservada a los más pequeños. Estaba a punto de llegar cuando tropezó con un triciclo y cayó al suelo. La cabeza le daba vueltas, la rodilla le dolía, todo estaba en silencio y ella no entendía nada.
Entró cojeando en el edificio y vio a una persona de la limpieza que la miraba con cara extraña, acercándose a ella le preguntó:
—Pero ¿dónde están los niños?
—Señorita, ¿no se ha dado usted cuenta de que hoy es sábado? —le dijo entre risas.
Ana pensó que definitivamente, aquel no era su día.

¿Te ha gustado esta entrada? Recibe en tu correo los nuevos comentarios que se publiquen.

3 comentarios

  1. 1. Marazul dice:

    Hola Gumix, he pinchado por casualidad tu relato y desde el principio me ha intrigado, así que he seguido leyendo y no me ha defraudado. Le has puesto intriga y tiene acción. Seguro que el próximo relato del mes de noviembre cuyo tema es “el miedo” se te va a dar muy bien. Saludos y nos leemos

    Escrito el 4 noviembre 2014 a las 17:26
  2. Muy original la historia. De esas que uno no sabe en que terminarán hasta encontrar la última línea.

    Estuve enganchado durante todo el relato.

    Saludos.

    Escrito el 7 noviembre 2014 a las 22:25
  3. 3. José Torna dice:

    Gumix, que seudonimo tan padre.

    A lo de tu relato. Primero lo positivo. Es una historia que por cotidiana no parece aburrida. La llevas de una manera agil y a un fin, a mi gusto predecible desde el enfasis en el poco trafico. Me gusto.

    Lo que mejoraria, y es solo cosa de mi estilo contra el tuyo. El texto me parece demasiado apretado, a mi me gusta y tal vez abuse, de los punto y aparte. Se me hace que le dan mas fluidez y facilidad de lectura.

    Me hubiera gustado saber mas de ella y que clase de noche tuvo el viernes que se le olvido por completo jaja

    Saludos

    Escrito el 7 noviembre 2014 a las 22:35

Deja un comentario:

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.