Cookie MonsterEsta web utiliza cookies. Si sigues navegando, entendemos que aceptas las condiciones de uso.

Do you speak english?

¿If you prefer, you can visit the Literautas site in english?

Apuntes, tutoriales, ejercicios, reflexiones y recursos sobre escritura o el arte de contar historias

<< Volver a la lista de textos

Un día sin café - por Arturo Campobello

El autor/a de este texto es menor de edad

Solamente se escuchaban los susurros del viento que agitaban las hojas de algunos árboles. La inquietante sensación que me producía aquel patio infantil era indescriptible. Ni un sólo niño quedaba en ese lugar que ahora se asemejaba más a un cementerio.

Las puertas del colegio permanecían cerradas, aunque estaba claro que no había nadie dentro del edificio. Resultaba muy extraño, era como si la tierra se hubiera tragado a toda la gente de aquel inhóspito lugar.

 No estás solo, Stanley.
 ¡Ah, me ha asustado! ¿Quién habla?
 No te molestes en mirar a tu alrededor.
 ¿Es usted quién me ha hecho venir aquí?
 Así es, genio. Y dime, ¿te has tomado ya el café de la mañana?
 ¿A qué viene ahora esa pregunta tan absurda?
 Simple curiosidad.
 ¡No intentes despistarme! ¿Dónde están los niños?
 ¿Lo sabes tú, Stanley?
 Es obvio que no, te lo estoy preguntando.
 ¿De veras? ¿No me engañas?
 ¿Por qué tendría que engañarte?
 Tú sabrás. ¿Y por qué insistes en saberlo? ¿Acaso te importan las personas de este lugar, a las que no conoces de nada?
 ¿Qué les has hecho?
 ¿Qué te hace pensar que les ha pasado algo?
 Mira este sitio, está claro que tanta desolación no es normal, me hace pensar en…
 Aquella novela que leíste el viernes antes de acostarte.
 ¿Cómo sabes tú eso?
 A lo mejor te he leído la mente.
 Eso es una tontería. ¿Quién eres? ¡Muéstrate!
 Preferiría seguir hablando por el sistema de megafonía, para mantenerme fiel al hilo argumental. ¿Entiendes?
 ¿De qué diablos estás hablando?
 Ah, es verdad. No recordaba que te quedaste dormido el martes viendo esa película sobre asesinatos en aquel instituto finlandés.
 ¿Cómo conoces tantos detalles acerca de lo que hago?
 ¡Y solamente acabo de empezar! Puedo decirte que te llamas Stanley Banks, trabajas en una empresa de contabilidad, 4ª planta, sección B.
 Pero…
 No he terminado. También sé que en tu escritorio tienes 5 lápices perfectamente afilados, 3 gomas de borrar nuevecitas y 10 folios en blanco por si tienes que escribir algo a mano. Sin olvidarnos obviamente de la taza que sueles rellenar cada mañana con un buen café. Siempre has dicho que te encanta la sala donde tienen la máquina de los cafés. ¿Sabías que ya la han arreglado? La trajeron ayer mismo.
 Eso ahora me da igual. ¿Trabajas en mi empresa?
 Digamos que siempre estoy cerca de ti…
 Pero en la 4ª planta no trabaja ninguna mujer… ¿cuándo has podido interactuar conmigo?
 Para ti sólo existe la 4ª planta, ¿verdad, Stanley? Del trabajo a casa y de casa al trabajo…así eternamente hasta que acabes en una caja de pino.
 No es una mala vida. Gano un buen sueldo.
 ¿Y para qué lo quieres si no te das algún capricho de vez en cuando?
 ¿Quién eres tú para cuestionar mi estilo de vida?
 Alguien que siempre está pensando en ti, Stanley.
 No necesito admiradoras secretas.
 En ningún momento he hablado de admiración, aunque siempre nos ha unido un estrecho lazo.
 Si es cierto lo que dices, ¿por qué no lo recuerdo?
 En realidad no eres consciente de ello, supongo que sin tu café de las mañanas estás un poco espeso.
 Tus frases enigmáticas empiezan a exasperarme… ¡sal, dondequiera que estés!
 Siempre estoy a tu lado, Stanley. Y siempre lo estaré…

En aquel momento desperté en mi despacho. Solamente había sido un sueño bastante extraño, producto de mi imaginación. Rápidamente, fui a comprobar si la máquina de café ya estaba operativa, estaba claro que iba a necesitar mi taza de cada mañana. Una vez allí, me encontré con una cara nueva, una mujer joven, de aspecto vital.

 ¡Hola, menos mal que estás aquí! ¿Puedes ayudarme? No me acabo de llevar bien con esta máquina.
 Tranquila, al principio siempre pasa.
 Gracias, tú debes ser Stanley. Yo soy Sophie, encantada.
 Lo mismo digo. ¿Te has incorporado hoy?
 Pues sí, la verdad. Espero hacerlo lo mejor posible.

Estuve pensando en ese sueño tan rocambolesco mientras continuamos con la conversación, llegando a pensar por un momento que se trataba de algún tipo de predicción. No, absurdo. A veces la mente parece tener personalidad propia.

¿Te ha gustado esta entrada? Recibe en tu correo los nuevos comentarios que se publiquen.

1 comentario

  1. 1. Escarlata dice:

    ¡Enhorabuena Arturo!
    Me ha gustado mucho tu relato, como a partir de un sueño se muestra una pequeña pista de lo que será el futuro del personaje. Realmente, creo que tienes talento para escribir. Continúa así, vas por el buen camino 😉

    Escrito el 5 noviembre 2014 a las 23:13

Deja un comentario:

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.