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Lecciones - por Ana

Web: http://unlibroyuncappuccino.wordpress.com/

Como todos los días de lunes a viernes, llegaba tarde. La exasperaba ver el semáforo cambiando de rojo a verde sin que el tráfico avanzase más que un par de metros cada vez. Se maldijo por haber vuelto a apurar hasta el último minuto en el trabajo, pero no podia evitarlo.

Hacía malabares para llegar a todo, pero lo cierto es que no llegaba a nada, aunque se habría dejado matar antes que reconocerlo. Creía tenerlo todo bajo control. Sólo tenía que correr un poco para cumplir con todo y con todos, pero lo lograba y eso era lo que contaba. Quería creer que no era para tanto.

Dejó el coche mal aparcado en doble fila y se precipitó a la entrada del colegio. Le extrañó que el bedel que siempre vigilaba la entrada no estuviera en su puesto, pero no le dio más vueltas y entró directamente y para dirigirse al patio, que se había convertido en el punto de recogida de los niños desde que un par de años atrás un alumno fuera atropellado mientras esperaba a su madre a la puerta del colegio.

El eco de los tacones sobre las baldosas de los pasillos le hizo reparar en el silencio que reinaba en el colegio. Sintió una punzada de inquietud y apuró el paso. Sin siquiera darse cuenta había empezado a correr por aquel pasillo que parecía no acabarse nunca. Le pareció oír un portazo a lo lejos, pero no se detuvo.

Cuando por fin salió al patio, se paró en seco. Estaba desierto. Nunca lo había visto así. No había corrillos de padres charlando mientras apremiaban a sus hijos para que se despidieran de sus compañeros, las porterías de fútbol y las canchas de baloncesto, normalmente acribilladas por los balones de varios partidos simultáneos se veían tristes con las redes levemente agitadas por la brisa de la tarde. Y el silencio, que hacía que pareciera que el tiempo se había detenido.

Avanzó hasta el centro del patio y miró a su alrededor. Aún agitda por la carrera, sintió un nudo en la garganta.

—¿Clara? —Llamó en un susurro. Nada.

—¡Clara! —gritó desesperada, mirando a todos lados.

De pronto oyó unos pasos firmes y rápidos que venían del pasillo. Se giró en esa dirección y vio aparecer a Adela, que corrió hacia ella, con cara de no comprender nada.

—He oído a alguien corriendo por el pasillo y he salido a ver. ¿Qué ocurre, Carlota? —dijo la profesora de primaria, alarmada ante el estado de nervios de la mujer.

—Adela, ¿qué pasa?, ¿dónde están los niños?, ¿dónde está Clara?

—Se daba cuenta de que estaba gritando, fuera de sí, pero no le importaba.

La profesora la miró sin comprender.

—Hace más de media hora que todo el mundo se ha ido. No queda nadie. Son casi las seis y…

—¿Las seis? —La interrumpió Carlota—. No, no puede ser ¬—miró el reloj y comprobó con horror que llegaba una hora tarde.

—No me puedo creer que llegues ahora. No puede ser que todos los días llegues tarde a recoger a la niña. La pobre es siempre la última de la clase en poder irse a casa. Entiendo que te ocupas tú sola de ella, ¡pero es que hoy llegas una hora tarde!

—¡Adela, me da igual la hora que sea, dime dónde está mi hija!

—No la he visto. Se habrá cansado de esperarte y se habrá ido a casa. Tranquilízate, seguro que está bien.

—¡Cómo voy a tranquilizarme! ¿Mi hija se larga sola y nadie se da cuenta?

Adela suspiró en un esfuerzo por no perder la poca paciencia que le quedaba.

De pronto ambas se quedaron quietas al ver una pequeña figura avanzando hacia ellas. Carlota corrió hacia ella y se agachó para abrazarla, pero la niña retrodeció y levantó una mano para detenerla. La madre la miró at¡onita. Adela también parecía confusa.

—Ahora sabes lo que se siente —dijo la niña fríamente—. No vuelvas a hacerme esperar nunca más. Vámonos a casa.

Dio media vuelta y comenzó a caminar con su mochila rosa a la espalda. Carlota la siguió avergonzada bajo la severa mirada de Adela.

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9 comentarios

  1. 1. Ana dice:

    Muchas gracias a mis tres correctores. Me habéis hecho reflexionar sobre algunos aspectos del texto y considerarlo desde distintos puntos de vista. Muy enriquecedor.

    Escrito el 28 octubre 2014 a las 12:16
  2. Pero que gran cuento Ana.
    La lección final es memorable.
    Algunos padres deberían leer tu relato.
    Saludos.

    Escrito el 28 octubre 2014 a las 18:50
  3. 3. José Torma dice:

    Ya vi lo que comentabas de las pifias, pero son pequeña cosa. Es un relato que vas leyendo sin saber exactamente que esperar, esta lleno de sorpresas.

    Como ya te habia comentado, muy bueno. Felicidades.

    Escrito el 28 octubre 2014 a las 18:54
  4. 4. Miranda dice:

    Hola Ana:

    Me has tenido todo el relato, pensando a donde querias ir a parar. Temiendo un final fatal y me encontré con una sútil venganza, muy de mi estilo. Asique me ha gustado. ¿Quien te ha inspirado?.

    Me he identificado con un personaje, pero seguro que no adivinas con cual. Te lo aclararé en el wassap.

    Saluditos.

    Escrito el 29 octubre 2014 a las 14:12
  5. 5. Maureen dice:

    Me ha gustado tu cuento, porque yo le veo dos lecturas: una es la de la niña, harta de esperar, que le da una lección a su madre; la otra es la de la madre, que quiere cumplir con todos por una autoimposición que tenemos/tienen muchas mujeres, que parecemos obligadas a ser superwoman.

    La que me ha resultado menos creíble es la tal Adela, que para ser profesora, me parece que no se preocupa demasiado por sus alumnos. Yo entiendo que un profesor primero comprobará si el niño a su cargo está bien y luego, o en otro momento, hablará con la madre para decirle que no puede llegar siempre tarde. Tal vez quedaría mejor si en lugar de profe fuera otra madre, amiga de Carlota, que está haciendo alguna actividad en el cole fuera del horario, así tendría más sentido la bronca y la falta de preocupación.

    Es un relato estupendo, que hace pensar. Seguro que le seguiré dando vueltas a tu texto después de enviar el comentario 🙂

    Escrito el 29 octubre 2014 a las 14:34
  6. 6. V de Valdés dice:

    Muy chulo!
    La primera parte es muy dinámica. Engancha bastante y el final sorprendente.
    Buen relato.

    Escrito el 29 octubre 2014 a las 17:23
  7. 7. Peter Walley dice:

    Hola, Ana.

    Me ha gustado sobre todo la parte en la que llega a la escuela y está todo desierto, me hizo pensar en la escena inicial de Abre los ojos. Aunque luego el relato no tenga nada que ver 🙂

    Bien hecho, nos leemos por aquí.

    Escrito el 29 octubre 2014 a las 22:48
  8. 8. Anoide dice:

    ¡Hola, Ana! Gracias por pasarte por mi relato, en primer lugar. Me alegra que te gustara 🙂

    ¿Sabes…? Me siento muy identificada con Carlota. Tengo siempre tanto que hacer que voy con prisas a todas partes, porque además cuando tengo un rato libre, lo aprovecho hasta el último segundo y luego, ¡a correr de nuevo! Y no es nada bueno; es estresante y agotador. Espero que esa mujer aprenda la lección que se me resiste a mí.

    Acerca de Clara, decirte que me gusta que la que le de la vuelta al relato sea ella. Hay tantos padres que deberían aprender de sus hijos y darles el lugar que les corresponde en sus vidas…

    Ya te lo han dicho por aquí arriba pero no me resulta creíble que Adela diga tan tranquilamente que la niña se habrá ido a casa. Como profesora, imagino que debería haber estado pendiente de dónde estaba. La he visto muy despreocupada.

    Y en general, un relato muy bien escrito que logra transmitir los sentimientos de Carlota, sus prisas, su estrés; que conduce sutilmente hacia un final inesperado y encima, te hace reflexionar sobre el tema. Enhorabuena 🙂

    Escrito el 1 noviembre 2014 a las 20:56
  9. 9. Emmeline Punkhurst dice:

    Buena historia, Ana. Escrita de un modo conciso y con una moraleja muy ejemplificante al final.
    La parte que más me ha gustado ha sido el momento de desesperación de la madre y la lección que le da su hija.
    Te seguiré leyendo 🙂

    Escrito el 5 noviembre 2014 a las 23:38

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