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El observador - por Noe

Hay personas que lo entienden. Que vienen al mundo a sufrir. Hay niños que lo entienden. Que se lo hacen saber a sus padres día tras día. A sus profesores. A sus hermanos. Miran a los adultos con los ojos del atormentado. Y el adulto los mira, casi desde la cercanía del que está lejos, y sabe que no son niños con vidas plácidas de niño. Con canciones infantiles en la cabeza. Con la idea de los Reyes. Con la ilusión de celebrar el cumpleaños y repartir chucherías. Sus días no están llenos, como los de los demás, de pasiones infantiles. Series de dibujos de moda.
No son querubines. Y, de vez en cuando, dejan salir el desprecio que llevan dentro por la vida.

La hora del recreo era siempre la misma, desde que había entrado a trabajar en aquel colegio concertado hacía más o menos dos años. A las once de la mañana, las filas de niños salían, ordenadas, de la cárcel de la clase para catapultarse, como si fuesen una bala humana formada por miles de personitas, hacia el espacio abierto que suponía el patio. Vivía yo sumida en aquellas historias cuando me crucé con la mirada de aquel niño. A primera vista distinto desde hacía tiempo, siempre lo reconocí como adulto. Desde el primer día, en el que le pregunté el nombre. Nacho, se llamaba. Nacho se sentaba en la escalera, a observar, la mayoría del tiempo que duraba el recreo. Mientras los otros niños hacían lo propio, él observaba. En su cuerpo de siete años. Observaba con desdén los divertimentos de sus congéneres. Juraría que era desdén, aunque bien me pudiese equivocar. Pero esas cosas se saben. Me preocupaba. Me preocupaba por qué no quería jugar como el resto. Por qué no hablaba con los demás niños de su edad. Por qué prefería alejarse de todo lo conveniente. Hablé con la madre, que no dio importancia alguna a lo que estaba pasando. Se van haciendo mayores y cambian. Pensé que el niño, quizás, no gozaba de la suficiente atención. E intenté acercarme a él, aunque no tenía nada que ver con mi curso, con mi clase, ni siquiera conmigo. Creo que las personas que ven de cierta forma el mundo se reconocen y así yo me reconocí en Nacho. Casi sin poder evitarlo. Casi por la inercia de la naturaleza que todos llevamos dentro. Que produce el aullido, y lo silencia en la garganta.
Nacho y yo solo coincidíamos en el patio. Yo salía con el almuerzo en la mano. Y él se sentaba en un peldaño de la escalera de cemento a ver los minutos pasar. A ver a sus compañeros correr. Reír. Llorar. Sangrar. Vomitar. Vivir. Cantar. Jugar. Vidas infantiles alrededor de una vida de adulto. Así pasaron los meses. Pasó el caluroso verano. Pasó el esperado otoño. El invierno frío. Y en primavera. En primavera empecé a ver a un gato rondar la verja del patio. Era un gato callejero y hermoso. Y Nacho empezó a pasarse la hora del patio observándolo. Me alegré. De que estableciese una relación. Por fin. Aunque fuese con un animal. Para ese momento en el colegio ya empezaba a extenderse el rumor de que Nacho padecía algún tipo de autismo, o que era mudo. O sordo. Aunque no había indicios médicos de tales cosas.
Y de repente, un día. Escuché a lo lejos:
-¿Dónde están los niños?- Marga y yo nos habíamos distraído solo un momento. Los niños parecían haber desaparecido de repente. Buscamos y los encontramos a todos alrededor de algo en un rincón. Cerca de la verja. Al apartarlos a todos, encontramos a Nacho, con los puños cerrados. Manchados de sangre. El gato estaba muerto a su lado.
-Nacho, ¿qué has hecho? ¿Por qué lo has hecho?- no contestó. Solo abrió los puños dejando caer al suelo los ojos del gato.
Nacho miró a su alrededor ante nuestras miradas atónitas. Todos los niños le observaban, esta vez a él. Algunos lloraban, otros cuchicheaban. Aunque reinaba el silencio.
Esto es lo que se me ha ocurrido hacer para que todos quieran venir a donde estoy yo.

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2 comentarios

  1. 1. Ana dice:

    Me ha encantado, Noe. Tienes un estilo limpio y elegante. No hay palabras de más ni de menos y el vocabulario está muy bien escogido. Es un texto bonito, estéticamente hablando. Suena bien. No sé si me explico.

    Por poner alguna pega, creo que la última frase debería ir en una línea de diálogo, si es que, como yo lo entiendo, son las palabras de Nacho.

    El relato da un giro estremecedor e inesperado y se vuelve brutal. Qué salvajada, por Dios, pero qué bien llevada.

    Por último, el personaje de Nacho está impecablemente perfilado.

    Enhorabuena por un relato brillante.

    Un saludo,
    Ana

    Escrito el 29 octubre 2014 a las 14:42
  2. 2. Miranda dice:

    Hola Noe:
    Fui una de las personas que te comento en privado, ya sabes que me gusto mucho tu relato y me sorprendio. Me gustaría que tu tambien te pasases por el mío, es una forma de interactuar y completar el taller.

    Saludos

    Escrito el 29 octubre 2014 a las 16:35

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