Cookie MonsterEsta web utiliza cookies. Si sigues navegando, entendemos que aceptas las condiciones de uso.

Do you speak english?

¿If you prefer, you can visit the Literautas site in english?

Apuntes, tutoriales, ejercicios, reflexiones y recursos sobre escritura o el arte de contar historias

<< Volver a la lista de textos

Cuando la oscuridad mata - por Giacomo Marinelli (Rick Castle)

Me encontraba en la sala de mi apartamento leyendo a Dostoievski, con un café puesto sobre la mesa de centro y muy sumergido en la lectura de “Crimen y castigo”; ¡Oh! ¡Cuánto amaba leer una y otra vez el mismo libro y nunca despegarme de su lectura que se extendía por horas y horas, pero siempre acompañado del bendito café y sentado en mi sillón de cuero italiano! La sala de mi apartamento era lo más acogedora, la luz ¡Oh la luz! No podía vivir sin ella, como no podía vivir sin mi amada esposa Penélope, una gran mujer, mi compañera y mi amiga.

Eran las 10:00 PM y yo no estaba dispuesto a irme a la cama, me encontraba leyendo la parte en la que Raskólnikov cometió el asesinato, esa parte casi siempre la había leído sin que me faltaran los escalofríos en mi cuerpo, pues siempre le he tenido gran terror y gran horror al asesinato y siempre he dicho que de todas las formas de morir, el asesinato era la más abominable de todas.

Al terminar la lectura de esa parte, decidí encender la televisión y ver el reprise de telediario, eran las 10:08 PM. Lo primero que vi fue que el famoso criminal apodado “Sangre negra” había cometido dos crímenes la noche anterior, los investigadores supieron que fue él el autor de dichos asesinatos porque dejó su firma, la cual rezaba: “Muerte a los cerdos”, me asusté ante tanto horror, por eso apagué la televisión y me fui a acostar.

Ya en la cama, abracé a Penélope y la besé en la mejilla. No habían pasado 5 minutos sin que se escucharan ruidos en la casa, los cuales asustaron a Penélope, quien me abrazó y me preguntó:

-¿Qué pasa Santiago?

Poniendo mi índice sobre la boca le indiqué que guardara silencio. Los ruidos se escuchaban más fuertes y supe que venían del ático, por lo que abrí la caja fuerte, tomé mi Magnum 44 y salí de la habitación con mucho cuidado y le pedí a Penélope que no saliera. Encendí la luz de la sala y de las escaleras que daban al ático, las cuales se apagaron de forma repentina y mi miedo a la oscuridad se activó rápidamente, el miedo empezó a correr por mis venas, mis nervios se tensionaban, mi palpitar se aceleraba y mi respiración se entrecortaba. Con mucha valentía seguí caminando las escaleras, sosteniendo mi revolver con mi mano derecha.

Llegué hasta la puerta del ático, apuntando con mi revolver en dirección a la puerta y escuchando pasos en el lugar, tomé las llaves, abrí con mucho cuidado, traté de encender la luz, pero no se pudo, dado que el sistema eléctrico no funcionaba, pero me recordé que tenía conmigo una lámpara que me permitió ver la habitación. No había nada ni nadie, vi por todos lados y nada, por lo que pensé que solamente eran ratas las que vagaban por la habitación.

Saliendo del ático estaba cuando sentí aquella extraña sensación sobre mi espalda, me detuve y de nuevo mi sentí que alguien estaba detrás de mí. Sobre mi cuerpo sentí escalofríos, comencé a sudar intensamente y mi cuerpo –como un terremoto arrasador- temblaba sin parar. Cuando me di la vuelta, mis ojos se estremecieron cuando vi a quien hacía poco vi en el telediario, al terrible “Sangre negra”. Quise usar mi revolver pero me fue imposible porque Sangre negra tomó mi brazo, me lo rompió y con su puño golpeo mi cabeza.

Caí al suelo y aunque adolorido por el brazo roto y la frente golpeada, hice lo posible para acercarme y quitarle el arma; lastimosamente me disparó y la bala penetró profundamente sobre mi muslo. Sangre negra dejó el ático, lo único que pude hacer fue gritar a Penélope:

-¡Vete del cuarto! ¡Escapa!

Luego de unos segundos, con horror escuché a Penélope pedir auxilio, el villano llegó a la habitación y golpeó a mi amante y mejor amiga. Con impotencia escuchaba sus gritos de auxilio. Luego de un momento y con lamentos en mi alma y en mi ser escuché 6 disparos, Penélope fue asesinada a sangre fría y yo grité fuertemente lleno de odio y rabia por su asesinato.

Con dificultad llegué donde estaba su cadáver, la abracé y la besé amargamente y desde ese día jure vengar su muerte. Mi miedo a la oscuridad no solo me ha hecho cobarde, sino que mató a quien más yo he amado.

¿Te ha gustado esta entrada? Recibe en tu correo los nuevos comentarios que se publiquen.

1 comentario

  1. 1. José Torma dice:

    Hola Giacommo.

    Tu relato esta bien escrito, en general lo iba disfrutando, pero al final se me cayo. Creo que puedes retrabajar toda la parte del asesino y buscar un motivo por el cual no lo mato a el y solo a la esposa.

    Saludos y felicidades.

    Escrito el 8 diciembre 2014 a las 20:34

Deja un comentario:

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.