Cookie MonsterEsta web utiliza cookies. Si sigues navegando, entendemos que aceptas las condiciones de uso.

Do you speak english?

¿If you prefer, you can visit the Literautas site in english?

Apuntes, tutoriales, ejercicios, reflexiones y recursos sobre escritura o el arte de contar historias

<< Volver a la lista de textos

Abraham - por Elizabet Glanz Wisseneh

El autor/a de este texto es menor de edad

-¿A que le tienes miedo?
-No lo sé- contesto revolviéndose en el asiento- a nada, creo. Supongo que a los miedos normales, alturas, arañas, a la vida-
-¿Le teme a la vida Abraham?-
-Sí, a la vida, uno no sabe si mañana no estará-
-En ese caso, no es a la vida, es a la muerte-
Abraham le vio la cara, sus rasgos estaban desgastados con los años, debía de tener como cerca de unos 60 años quizás más, la terapia no era como él lo esperaba, de hecho, el lugar era un asco. El asiento parecía que no había tenido el cuidado que se le debió dar, a las paredes se les estaba cayendo la pintura y en algunas partes se veían manchas de otros colores. A pesar de eso se concentro solo en prestar atención al señor que tenía delante de él.
-Está bien ¿entonces le temo a la muerte?-
-Si-
Ambos se miraban, justo en ese instante observo por encima de la cabeza de aquel hombre, había una mancha, era diferente a las demás.
-¿Es sangre?- pregunto con curiosidad
Un silencio reino en el lugar. Quizás no era sangre, sino otra mancha de pintura como las demás, pero la curiosidad de aquel joven aumento.
-Señor disculpe ¿pero eso es sangre?-
Por segunda vez, no obtuvo respuesta. Decidido, se levanto de aquella silla que lo hacía sentir incomodo, rodeo al doctor, este seguía teniendo la vista al frente y cuando se hallo delante de aquella pequeña mancha la detallo. Efectivamente, debía de ser sangre, coloco un dedo encima de ella y cuando lo retiro tenia la mancha roja en el dedo también.
-Es sangre- murmuro- ¿pero de qué? ¿De dónde?- se dio vuelta para enfrentar a el doctor.
Fue ahí cuando sintió su desayuno querer volver. El cráneo de aquel doctor tenía un pequeño orificio, no corría sangre, en vez de eso tenía gusanos que iban haciendo el hueco mas grande, estos entraban y salían, algunos caían al suelo, otros trataban de salir por un lado diferente. De repente quiso huir de ese lugar.
Trato de abrir la puerta, pero esta no se movió ni un centímetro, ya desesperado, giraba el pomo de la puerta, la pateaba y daba gritos pidiendo ayuda, alguien tenía que sacarlo. Volvió su cabeza hacia el doctor, la imagen cada vez le resultaba cada minuto más horrible, los gusanos ya habían comido casi toda la parte de atrás, ahora su rostro estaba siendo devorado.
Con el miedo burbujeante. Aterrado. Y sin esperanza de salir de aquel lugar, sintió su corazón retumbar en los oídos, por última vez le dio un vistazo a la habitación en donde se encontraba.
Un hilo de esperanza se dio, cuando recordó que al menos debía de tener ventanas.
-¡Ventanas! ¡No estoy loco, antes estaban!-
Tan pronto como se había dado una ruta de escape ahora se había perdido, el miedo fue remplazado por ira, el no estaba loco, estaba seguro que al menos en aquella habitación debía de tener una ventana.
En un acto de locura, tomo al doctor por su bata, le gritaba, lo zarandeaba, le decía que le dejara libre, aquel sujeto no dijo nada, contrario a eso, los gusanos que ahora no eran para nada pequeños, se engancharon en la piel del joven. Este trataba de sacudírselos, no los quería encima del, él no quería morir, no de esa forma, no mientras estaba vivo. Aquellos animales, parecían multiplicarse solos.
En un último intento de querer huir, tropezó con la silla en la que se encontraba sentado minutos atrás. Quiso levantarse, de verdad quería huir, sus piernas no le daban, por más que quisiera levantarse no podía, el miedo volvió a reinar en el, sabía que moriría hay, si tan solo no hubiera sido curioso, si no se hubiera levantado de esa silla, quizá nada hubiera pasado, no quería resignarse a eso, quería vivir. Ya si tanta fuerza empleo sus brazos para arrastrarse a la puerta, una vez más giro el pomo, para su sorpresa se abrió. Lleno de felicidad se arrastro por la puerta y una vez que su cuerpo estaba fuera la cerro. Por primera vez en tanto tiempo lloro, lo había logrado, el había salido, pero sin sus piernas.
Los animales seguían golpeando la puerta, esta pronto se abriría y el moriría definitivamente, solo que esta vez seria la suerte la que elegiría su destino. Simplemente cerró los ojos esperando.

¿Te ha gustado esta entrada? Recibe en tu correo los nuevos comentarios que se publiquen.

Todavía no hay comentarios en este texto. Anímate y deja el tuyo!

Deja un comentario:

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.