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La Niñera y La Oscuridad - por Papillon

Eran las 4:30 a.m. de un lunes de septiembre en casa de los Deschamps, en Saint Roi, a 6 kilómetros del suroeste de Lyon. Las contraventanas verdes, no solo protegían las habitaciones del invierno sino de la luna y de las lámparas de poste. Sin embargo, la cita que Clara, la niñera de Pierre, tenía en la Prefectura, le hizo abrir los ojos antes de que sonara la alarma de su teléfono.

La última vez que Clara intentó renovar su visa, cumplidos sus 21 años, la señora de la ventanilla 4 le había dicho que no podía aceptarle las fotos que había llevado.

-Tan raro. El año pasado me las tomé en un fotomatón, y no hubo problema –dijo indignada aquel día-.

-Lo siento, debe traer otras de la dirección que le daré.

Recordando esto, Clara guardó las nuevas fotos en un sobre, y una vez arreglada, bajó las escaleras directo a la cocina para preparase un café. Luego descolgó las llaves de la casa, y al abrir la puerta a las 5:00 a.m., el viento le hizo una venía que le pareció escalofriante. Pero en Saint Roi no era como en su país de origen, ella podía salir y regresar a cualquier hora y nada malo pasaba.

En ese primer tramo del camino, rodeado de jardines de las enormes casas del pueblo, solo se veía el pavimento y los arbustos de lado y lado. Sus manos empezaron a temblar y ya no sabía si era por el frío. Pero alguna vez su padre le aconsejó que cuando se encontrara en una situación como esa, caminara por todo el centro del camino.

La delgada mujer de cabellos negros, avanzaba poniendo un pie justo delante del otro hasta llegar a la esquina. Dobló a la derecha creyendo que la mejor manera de superar un miedo era enfrentarlo, y con la ilusión de poder ver carros que iban y venían, pero no. En esa pequeña arteria de Saint Roi, solo estaba ella. Su padre le había dicho también, que cuando se está sola en un camino no había que temer. Que el peligro estaba si había alguien merodeando por ahí. Pero a ella le aterraba verse sola en la vida y con la oscuridad a cuestas.

Venía pensando en si habría una especie de negocio entre la señora seria de la Prefectura y el fotógrafo de la dirección que ella le dio, cuando fue interrumpida por un ruido que venía de un callejón. Ojalá hubiera sido un gato callejero, ese fue el alivio que quiso para sí.

Clara no tenía manera de desviarse. Tampoco tenía el consejo de papá que le indicara si debía caminar despacio o muy rápido. Cuando llegó a la altura de la carretera que daba justo al frente del callejón, vio a un hombre de espaldas pateando una lata para espantar a un perro. El hombre alto y delgado escuchó los pasos de las botas de invierno de Clara. Volteó, la vio, y regresó en lo que estaba.

Clara se preguntaba por qué justo había alguien merodeando, por qué sus piernas no le daban para llegar de una buena vez al paradero, por qué no había patrulla alguna o el acostumbrado vaivén de carros. El corazón se le aceleró cuando volteó y vio que el hombre la seguía. Sus ojos se aguaron y con las manos heladas sacó el teléfono del bolsillo de su abrigo. Los padres de Pierre no respondían. Corrió lo más veloz que pudo, y al ver que el paradero del bus estaba solo, cruzó la carretera sin mirar a ambos lados, entrando al parqueadero del hospital. Pensó encontrar un portero, un vigilante, una enfermera, un médico. Nada. Se escondió detrás de un auto y volvió a marcar.

-¡Quédate donde estás! – le dijo el papá de Pierre.

Clara subió a la camioneta gris perla, respondió las preguntas de su patrón, y su pesadilla no terminó al ver el arma en las piernas del padre de los niños que cuidaba.
Luego de ver que no pudo dar con el sujeto, el papá militar se ofreció a llevar a Clara hasta la Prefectura. Al bajarse del auto, ella saludó a las personas que estaban afuera en fila, y revisó el sobre para asegurarse de tener aún las fotos. Al sacarlas, su corazón volvió a palpitar fuerte, sus labios se secaron, y su tensión arterial bajó al ver que como fondo de las fotos, estaba la imagen del hombre que la estuvo persiguiendo pocos minutos antes.

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3 comentarios

  1. Buen trabajo, Papillón.
    Me ha gustado la ambientación que has recreado para el texto. Sin embargo me ha parecido que había alguna que otra incongruencia. Uno de esos puntos es que sitúas la escena a las cinco de la madrugada y la protagonista se extraña de que no haya nadie en las calles. A esa hora, si hubiera coches circulando el extrañado sería yo. He duducido que eras americano y quizás amanezca antes en aquellas latitudes, pero en Lyon dudo de que amanezca antes de las siete de la mañana. Pero aún así, obviando ese matiz, la ambientación y el miedo de la muchacha es comprensible y los consejos paternos están muy bien traídos.
    Sin embargo, el final, ese final entre mágico y misterioso es un poco inconsistente, más por innecesario que por que consiga efecto alguno para el lector. El miedo no lo daba misterio alguno, sino la imagen de un desconocido siguiendo a una joven por calles desiertas. Ese buen hombre, que igual acaba de darse un madrugón para ir a trabajar para alimentar a su madre enferma (por decir algo honorable) y lleva el mismo camino que ella, asusta a la joven. Ese es el terror. Además a todos nos ha podido ocurrir en alguna ocasión: un grupo de chavales con cazadoras, gente macarada, alguien que lleva el mismo camino… Con eso ya me bastaba.
    Un saludo

    Escrito el 30 noviembre 2014 a las 15:27
  2. 2. José Torma dice:

    Que tal Papillon?

    No me extendere porque Fernando le pego al blanco en lo que me produjo la lectura de tu cuento.

    A nivel gusto o no, a mi me gusto mucho.

    Saludos

    Escrito el 1 diciembre 2014 a las 19:54
  3. 3. Marcelo Kisi dice:

    Hola Papillón!
    Entiendo los comentarios de los compañeros aquí arriba, y comparto en parte. Pero creo que el gran mérito del relato es la construcción de ambiente, y también del personaje de una joven algo infantil, que quizás salió de casa al mundo grande antes de tiempo y se aferra al consejo de papá. En esa circunstancia, queda abierta la pregunta de si es su imaginación lo que la asusta, o realmente la acecha un peligro concreto. Si trabajas un poco más los contornos del relato sobre estas líneas para darle mayor consistencia, creo que puedes llegar a un texto bien logrado!
    Felicitaciones!!

    Escrito el 5 diciembre 2014 a las 20:03

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