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HISTORIA DE UNA NOCHE DE ÁNIMAS - por Fernando Arranz Platón

Y entonces… se escuchó un grito en medio de aquella lúgubre noche.
Aquél era el recuerdo que a Jacinto le sobrevenía, cada vez que paseaba por entre los campos, que antaño fueran de su familia. Mientras se dirigía a la masía, escuchó prendado el sonido de los trinos de los pájaros y el susurro que provocaba el viento al mover las espigas de trigo. Todo ello transportó sus pensamientos a una noche de ánimas, que él quiso hacer especial.
El hecho había ocurrido cuando él contaba tan sólo diez años. Durante todo aquel día, las campanas de las iglesias del valle, recordarían con su triste lamento la memoria de los difuntos del lugar.
Al mediodía, como siempre que no acudía a escuela, su madre le encargó que llevara la comida a su padre y hermanos, que andaban faenando por los campos de la finca.
Cuando los encontró y mientras ellos comían, él se dedicó a corretear por el lugar. Luego que hubieron acabado, él recogió las marmitas y cubiertos, mientras que su padre y hermanos regresaban de nuevo al trabajo.
De regreso a la casa, se entretuvo en el arroyo que cruzaba el camino a la masía. Pero el hecho de que una nube oscureciera el firmamento, le hizo apresurar su paso.
Al llegar a la casa vio que su madre, ya había comenzado a preparar la cena. Dejó lo que llevaba en el fregadero y se sentó cerca de la ventana. Desde allí observó, cómo una gran masa de nubes negras se aproximaba al lugar, donde hacía un rato él había estado.
Como les contarían al regresar, su padre al ver como el cielo se cubría con una espesa y densa niebla, ordenó a sus hijos recoger rápidamente las cosas y regresar a casa.
Tan pronto éstos llegaron a la casa, pusieron a todos los animales a cubierto bien en el establo o caballerizas, dejándoles agua y alimento. Después ellos se lavaron cara y manos en la pequeña fuente que había en la entrada y se dirigieron al interior de la casa. La mesa se encontraba ya servida.
Los primeros relámpagos iluminaron hasta los campos más alejados, aquellos en los que hacía un rato ellos aún trabajaban. Por lo poco que tardaba el sonido del trueno en llegar a sus oídos, comprendieron que la tormenta estaba cercana y todo parecía indicar, que la noche iba a ser movidita.
Una vez finalizada la cena y tal como era su costumbre, los miembros de aquella familia estuvieron dispuestos, para rezar el santo rosario. Mientras, en el exterior de la casa comenzó a caer el agua a raudales.
Terminado el rezo, cada uno de ellos se retiró a su habitación para reponer fuerzas, si bien antes su padre volvió a comprobar, que las caballerizas y el corral estuviesen bien cerrados. Luego se acostó.
A la medianoche, el ruido de la tormenta y de los cascabeles de una mula sorprendió al campesino y familia. El sonido procedía del exterior de las cuadras. Juan acompañado del hijo mayor, abandonaron la casa provistos de una escopeta de caza, ante el temor de estar siendo robados.
Pese a que los truenos continuaban, la lluvia hacía rato había finalizado y el supuesto animal seguía dando vueltas alrededor de la casa, cuando se produjo aquel angustioso grito que les heló la sangre.
El ruido cesó y pronto averiguaron el motivo de tanto alboroto. Su padre y hermano, le encontraron tendido en una zanja próxima a la casa, donde había caído. Alrededor de su cuello, llevaba el cabezal y los cascabeles de la mula, con los que había estado dando vueltas a la masía, en aquella noche de ánimas.

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1 comentario

  1. 1. Wolfdux dice:

    Hola Fernando,

    un relato que te lleva de la mano hasta el final. Me ha gustado mucho.
    Quizás siga adormilado, pero el hecho de que la historia comience con Jacinto me hace presuponer, solo presuponer, que lo que se encuentran el padre y el hermano es al niño, a Jacinto. ¿Estoy en lo cierto?

    Lo único que me chirría del relato es esta parte, el desenlace que sigo sin entenderlo.

    ¡Nos leemos!

    Escrito el 1 diciembre 2014 a las 11:49

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