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EL PAYASO DE LA NARIZ NEGRA - por chemanuell

EL PAYASO DE LA NARIZ NEGRA

Las tres amigas tumbadas en la grama de la universidad, hablaban de lo que iban a usar para la fiesta del día de los muertos, parecían tres chicas de los más normales, solo que una de ellas, Mariana, a veces se le presentaban imágenes de cosas que luego ocurrían. Observaba que un profesor la iba a interrogar en clase el día siguiente, un vaso que se rompía. Nunca nada trascendental. Pero en esa oportunidad volvió una visión que la perseguía desde niña, aunque tenía tiempo sin evidenciarse. Un payaso enorme con unos zapatos anaranjados, con una sonrisa siniestra llena de satisfacción, nunca había podido ver el rostro hasta ese día. En la mano derecha llevaba un hacha y en la otra sujetaba algo pero se veía borroso. La nariz del payaso era una pequeña esfera negra.

Mariana estaba fría como si hubieran sumergido todo su ser dentro de una cava con hielo. Su respiración era cada vez más agitada.

…Que te pasa, que te pasa responde, mariana…

Era inútil. Al principio no podía mover ni siquiera una pestaña. Luego empezó a temblar reiterativamente. Pasaron dos minutos hasta que pudo volver en sí. Con ayuda de unos muchachos la llevaron hasta el apartamento donde vivían todas. Y la dejaron descansar. La tarde ya estaba agonizando, las amigas se alistaron para salir a la fiesta que les aguardaba. Mariana mas respuesta pero aun debilitada decidió quedarse y seguir descansando.

Ya entrada la oscuridad de una noche sin luna, fue cortada la electricidad en el edificio. Al rato Mariana se paro algo acalorada y somnolienta, en busca de una de las velas que guardaban en la cocina, iba trasteando y tropezó con una silla, logró ponerse de pie y escuchó una voz que hizo eco en las paredes y en su endereza ¡Estoy aquí muchachita, vengo por ti! Ella corrió hacia su habitación mientras gritó un par de veces. ¡Hay alguien aquí, ayúdenme, ayúdenme! Se arrinconó en una de las esquinas de la cama. Seguro es cosa de mi mente, allá no hay nadie, pensó. Había trabado el seguro y tras unos cinco minutos mientras intentaba calmarse, escucho como trataban de tumbar la puerta. Ahora sabía que era real y no tenia las fuerzas para poder enfrentar a lo que pudiera entrar.

Decidió esconderse en el armario, su corazón iba tan rápido que parecía saltar de su pecho, su mente huida deambulaba en la nada. Durante un tiempo reino el más absoluto de los silencios. Se escuchó un leve chillido de la bisagra al abrirse la puerta del lugar donde se escondía, ella se reusó a voltear y permanecía de espaldas. Sintió un tirón violento y fue arrastrada por los tobillos, pero logró aferrarse de una de los bordes del closet. Pateaba al agresor y pedía que la soltara constantemente, pero fue sujetada por los costados, levantada y batida contra el piso; un golpe que por momentos apago su conciencia…

Una hora después volvió la electricidad y la noche entro en calma. Dando paso a la mañana de un nuevo día que trajo consigo una mezcla de estupor y dolor. Las amigas habían llegado. Después de beber agua una de ellas se dirigió al cuarto de mariana cuya puerta estaba abierta. Y desde afuera vio como el cuerpo de su compañera estaba sobre un charco de sangre. Se veían sus piernas y parte del trozo, el resto se ocultaba bajo la cama. No fue capaz de entrar, era como si un manto de llamas se desplegara bajo el dintel e impidieran su paso. Tenía la esperanza que fuera una broma, miró hacia el baño esperando que saliera alguien de ahí y nada. Volvió a ver a su amiga esperando que se levantara. Giró un poco a la izquierda y un detalle peculiar disparo un pánico indetenible. Sobre la mesa de noche reposaba la cabeza de Mariana y a su lado una nariz de payaso del color de la noche. Lo que suscitó una ola de llanto y gritos infernales.

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