Cookie MonsterEsta web utiliza cookies. Si sigues navegando, entendemos que aceptas las condiciones de uso.

Do you speak english?

¿If you prefer, you can visit the Literautas site in english?

Apuntes, tutoriales, ejercicios, reflexiones y recursos sobre escritura o el arte de contar historias

<< Volver a la lista de textos

El editorial de carne y hueso - por Andy Ayluardo G.

El autor/a de este texto es menor de edad

El señor Bruclinck era una persona avara y tétrica, trabajaba como jefe de un editorial a principios de la segunda guerra mundial, no tenía hijos, mucho menos amigos, era demasiado codicioso, no aceptaba a cualquier escritor en su empresa.
En ese tiempo, el papel era demasiado lujoso y tenía un precio demasiado elevado gracias a la guerra, y peor aún, que el editorial de señor Bruclinck, estaba en Berlín, la capital nazi de la época, por lo cual, la demanda de papel como materia prima de documentos importantes para la guerra, o material combustible para vehículos blindados, era mucho mayor.
Ante esta desesperada situación, el señor Bruclinck, no encontraba los fondos, la solución, la entrada, o la manera posible de poder conseguir lo principal para su empresa, el papel.
Cada vez había más escritores que renunciaban ante la codicia y la ira de este horrible hombre, hasta que llego el punto, en el que la editorial, finalmente, se había quedado sin papel.
Una noche, entre cigarrillo y cigarrillo, el señor Bruclinck llego a la conclusión de que tenía que recurrir a medidas extremas para conseguir aquel tan preciado material para su empresa.
No muy cerca de la Mansión del señor Bruclinck, se encontraba un inmenso y extenso bosque, el señor Bruclinck tuvo que tomar aquella tan espiritualmente débil decisión, tomo su carro Chevy Master Deluxe de 1939, y se embarco en el.
Vio pasar varios soles y lunas, hasta que después de haber cruzado toda las inmensas y solitarias carreteras, llego al campo de concentración nazi:
Auschwitz-Birkenau
Tal fue su sorpresa cuando entro al campo, como era una persona adinerada, y además apoyaba al régimen, se le fue permitido el acceso, cuando entro vio la cosa más horrible que cualquier ser humano podría ver en su vida.
Los judíos parecían pasas polvorosas, secas y desnutridas, que eran metidas a montones dentro de enormes hornos que ardían como el mismísimo infierno, a sus llantos y gritos desesperados solo respondió el silencio abrumador de la mal cuidada habitación.
El señor Bruclinck hizo el contrato peor jamás firmado para un mortal como él, entro a las oficinas donde estaba el gerente, y firmo un contrato tan malo, tan atroz, que es como si aceptaras el contrato para irte al mismísimo infierno, el contrato decía así:
5 de noviembre de 1939
Este contrato, solicitado por cualquier persona que esta interesada en la compra de cadáveres judíos, para cualquier uso:
-químico
-radioactivo
-experimental
O cualquier otro fin, al firmar este contrato está de acuerdo con la venta del espíritu o alma, de todos los que adquieran los resultados, de lo que sea que se vaya a realizar con dichos cadáveres.
El señor Bruclinck firmo el contrato, y contrato varias camionetas en la que cargo los ya carbonizados cuerpos de las victimas de aquel campo de concentración, se las llevo a una fábrica de Berlín, donde hizo de las cosas más grotescas e inhumanas.
Primero los desmenuzo, quito todos los huesos, dejando solo los órganos, los músculos y la piel, la poca sangre la exprimió en una cantera, los huesos los trituro, y los mezclo con ácido, de modo que solo quedara solo un color blanco, revolvió, destruyo, aplasto, degolló, exprimió, trituro y pelo todos los cuerpos hasta que se convirtieran totalmente en liquido, los mezcló todos en un enorme pozo, la única parte que pudo resistir tanta crueldad maquinaria y humana fueron los fémures, mediante agujas y quirúrgicos les extrajo todo el calcio, mezclo todo, formando una sustancia parecida al chocolate, le agrego lo que había echo con los huesos, y lo petrifico con nitrógeno.
Finalmente, le agrego el toque final, los pocos litros de sangre que había logrado recuperar de los carbonizados cuerpos, los echo a la mezcla, rebano en tamaño de doble hoja todo lo que había echo, y finalmente, lo amaso y lo aplasto con una maquina de mazo enorme.
Para así finalmente conseguir, papel, el señor Bruclinck, consiguió varios escritores para publicar, como el problema del papel ya estaba resuelto, imprimió millones de libros, pero justo el día de la publicación, ya habían pasado 6 años, ya era 1945, para la mala suerte del señor Bruclinck, varias bombas cayeron sobre Berlín aquella noche, muriendo, el, junto con la editorial, los libros, y el papel que le había sobrado, y como nadie había adquirido los libros, la única alma que pagaría el costo, SERIA LA DE EL.

¿Te ha gustado esta entrada? Recibe en tu correo los nuevos comentarios que se publiquen.

Todavía no hay comentarios en este texto. Anímate y deja el tuyo!

Deja un comentario:

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.