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Aquella noche olía a muerto - por hector lopez

Aquella noche olía a muerto, no era el ciprés de los caminos, ni la flor de media noche, ni el cementerio que estaba por el camino; no, aquella noche olía a muerto a muerto en descomposición.
Y esa noche yo venía de visitar a Raquel, mi novia, desde la finca en la que vivía.
A mi madre nunca le había gustado aquella relación, según ella Raquel provenía de gente de mala reputación, pero nunca a pesar de mi ruego me quiso explicar nada.
Ya eran casi las doce de la noche de aquel primer día de noviembre, cuando me despedí de Raquel con un gran beso francés.
— Es hora que te vayas —me dijo, mientras la luna aparecía un poco tarde por el horizonte.
— Nos vemos mañana— le dije y me marché.
Caminaba más de cinco leguas antes de llegar a mi casa y nunca había sentido tanto miedo como aquella noche.
A cada paso que daba el hedor se hacía más intenso, como si fuese caminando hacia alguna de esas tretas de fantasmas que contaba mi abuelo.
Llegó un momento en que me detuve en el camino, no pude soportar más ese hedor; trate de dar media vuelta, retornar por donde había venido y regresar por la mañana; lo intenté pero mis pies no respondieron, eran raíces sembradas a medio camino.
Escuché como algo se acercaba, se oía como un rio que arrastraba piedras camino arriba, sabía que algo extraño venía a mi encuentro.
A los pocos segundos vi la criatura, era enorme, un amasijo de carne putrefacta que avanzaba cubriendo todo el ancho camino.
Intente gritar mis labios estaban sellados de par en par.
Cuando me vio se detuvo, como contemplando mi semblante, se acercó más; sentí desmayar el hedor era insoportable y la visión aún peor, la carne se le desprendía de todos lados, gusanos blancos salían de su piel y caían al suelo saltando moribundos.
Se acercó a mi cara y me expelió su aliento, que era como el aroma del pandemonio.
Me desmayé y no recuerdo más.
Al amanecer desperté en el camino, lleno de tierra y de sereno nocturno.
Mis manos y pies temblaban, no podía levantarme; como pude, me arrastré hasta la casa de Raquel.
Toqué la puerta y salió ella; Raquel me sostuvo en sus manos y me besó, en ese instante un gusano se resbaló de su boca a la mía.

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2 comentarios

  1. 1. Job Peró dice:

    Hola, Hector. Me tocó revisar tu relato. Espero que mis comentarios te hayan sido de ayuda.
    Mi relato es el 12. Me gustaría conocer tu opinión. Nos seguimos leyendo.

    Escrito el 2 diciembre 2014 a las 01:28
  2. 2. José Torma dice:

    Hola Hector, yo solo tengo una duda, como se llamaba la novia? jaja te recomiendo revises el uso de su nombre, tan solo en las primeras 6 lineas lo mencionas 3 veces y aunque parezca una tonteria, es algo que ralentiza la lectura. El texto en si es un poco predecible, pero tiene una frescura que hace que se lea agil y fluido en el lenguaje. Te sugiero agregar una coma en:

    “Cuando me vio se detuvo, como contemplando mi semblante, se acercó más; sentí desmayar (,) el hedor era insoportable y la visión aún peor, la carne se le desprendía de todos lados, gusanos blancos salían de su piel y caían al suelo saltando moribundos.”

    Si no la pones no tiene sentido la frase.

    En general me gusto mucho y el beso agusanado fue un toque genial para revelar la identidad del monstruo.

    Saludos.

    Escrito el 4 diciembre 2014 a las 18:59

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