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Sueño del abandono - por Julieta Oriz

Estoy tan sola ésta noche. La oscuridad torna mi mente confusa, atormentándome el abandono. Con pasos lentos avanzo, escapando en la penumbra de la inmensa noche, parece no tener fin. A lo lejos puedo ver unos brillantes ojos, iluminados por el rojo de cigarrillos consumiéndose. Las sombras disfrazan espectros, de ellos se desprende uno, sigiloso se aproxima hacía mi. Desconozco su intención, de pronto, lo miro empuñar una daga que ocultaba entre sus ropas y rapaz, se lanza a mi. Justo antes de impactar el filo contra mi piel, se pega a mi oído en un gesto de ansia y me dice:
—…tranquila…
—llévate todo… —imploro, me interrumpe poniendo su dedo sobre mis labios y acerca su boca cada vez más hasta posarla sobre mi mejilla, tanto que siento su gélido aliento al hablar
—…eso no sirve, pero tú sí…

Tomándome del brazo, caminamos. Voy por delante y puedo sentir su nariz olfatear en mi nuca, mi corazón parece querer salirse del pecho.
—…camina… —Va diciendo de tanto en tanto avanzamos. Su voz es fría, veo sus labios moverse, pero pareciera que el sonido proviene de otro lugar. De tanto andar, llegamos a un edificio gris de puertas rojas. En el recibidor, la mujer de la recepción levanta la cabeza para mirarnos… pero no tiene ojos.
Subimos por una escalera serpenteante, pero no siento mis pies dar pasos, es como si él me llevara colgando de sus garras. Se detiene frente a una habitación que apenas abre, para lanzarme al suelo con violencia, golpeándome la cabeza no alcanzo a verlo irse, solo el estruendo de la puerta azotándose contra el marco escucho.
Al levantarme, el lúgubre hospicio, solo cuenta con un para de muebles: un diván metálico y un viejo tocador que sostiene un espejo inmenso, el cual hace ver la habitación más grande de lo real.
Él tipo no vuelve y siento que han pasado demasiadas horas, entonces, de estrépito se abre la puerta dejando ver al truhán acompañado de una delgada mujer de cabellos blancos y rostro duro. Ella se acerca con paso seguro, lleva en las manos una bandeja y una jeringa de cristal.
—No temas, solo un pinchazo —dice, mientras se aproxima con paso firme. Pica mi brazo, de inmediato, la sustancia me hace quedar inmóvil. Mientras tanto, permanece él mirando la escena desde el umbral de la puerta, se muerde los labios, ¿ansía?… lo puedo ver.

Me quedo inmóvil parada frente del diván, de pronto él comienza a caminar hacía mi, tanto que me obliga a caer sentada. Sentándose junto a mi, me mira con sus ojos de ocre estancado y pronuncia —…acuéstate, cortare las coyunturas para poder recoger tu sangre…
Obedezco sin mutar. Su rostro muestra el deseo agolpándose en sus pupilas. Comienza a despojarme de las ropas, con tacto suave sus manos reptan por mi piel, erizándola a cada toque. Saca de su gabardina una daga de fina plata, con la que empieza a cortar; las axilas, los brazos, las ingles, las corvas… y sube por mi abdomen, posando fijamente sus ojos sobre los míos. Me mira, mientras limpia el exceso de sangre en su lengua y al acercarse al cuello, lo besa para después pronunciar —…complaciente…
Abriendo de un tajo, la sangre mana en delgados hilos, tan finos como un suspiro, los delinea con la punta del cuchillo, remarcando así mis huesos. Se retira para contemplar la imagen.

Despacio, siento desvanecerse la conciencia, me guardo en pensamientos. La vida me abandona… y el dolor comienza a punzar lento, como un cosquilleo que va escalando por las venas, hasta que se estanca en el corazón y lo apuñala. Abro los ojos y el ardor es insoportable ¡piedad!

Nunca había sentido tan áspero el rose del algodón sobre la piel, solo una delgada sabana me cubre, pues ya no siento frío ni calor. Una figura femenina aparece en la habitación para terminar con mi extensa noche, revelando un triste amanecer.

—Toma tus ropas, te espera —Espeta la mujer, evitando mirarme.

Al salir de la habitación, me encuentro con un hermoso hombre vestido de negro satín, quién ofrece su mano al verme, conduciéndome a un balcón

—Ve a por él —susurra en mi oído.

Con enardecida ira, me lanzo al vacío sin pensar…

El golpe desprende mis sentidos. Aparezco tendida junto a un riachuelo delgado como la fina línea de la vida.

—¡La encontramos! —luces verdes y voces lejanas escucho…

Recostada sobre una camilla, despierto… no todo ésta perdido aún…

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1 comentario

  1. 1. José Torma dice:

    Hola Julieta.

    Que relato tan intenso. Lo divido en dos partes; la primera muy bien, elaborando la trama, con suaves descripciones vas pintando un horrible cuadro de un secuestro y (uno piensa) una violacion. De repente se torna en algo bizarro que me dejo de una pieza.

    Algunos apuntes, se te fueron algunas letras y faltaron en algunos lugares, pero cosa pequeña. Me cuesta trabajo creer que durante la ceremonia del corte, donde el tipo esta chupando su sangre, ella permanezca callada; tal vez por la inyeccion que le pusieron. El final despista mucho pero engancha tambien.

    Te felicito porque tienes una manera muy pulcra de escribir, los espacios en los parrafos le dan mucha frescura y facilidad de lectura a pesar de lo fuerte del tema tratado. Felicidades y saludos.

    Escrito el 2 diciembre 2014 a las 19:02

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