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La oscuridad - por Ariadna

Se despertó sobresaltada. Otra pesadilla. Llevaba casi una semana así. Resignada miró el despertador que con su luz verde iluminó prácticamente todo el dormitorio. Las tres y media de la mañana. Parecía que tenía un cronómetro con sus sueños, todas las noches igual. Si solo pudiera recordar que era lo que pasaba en ellos… Pero no había manera, cuando despertaba lo único que le quedaba era la sensación de angustia, el vello de todo el cuerpo erizado y un nudo en la boca del estómago que no se conseguía quitarse en todo el día, como un presentimiento de algo terrible que hasta ahora no había sucedido. Resignada se levantó de la cama sin encender la luz para no despertar a su marido y se fue a la cocina a tomar un vaso de agua y tranquilizarse.. El pobre dormía tan tranquilamente, él no sabía lo que eran las pesadillas, probablemente no había tenido una en su vida.
La casa estaba a oscuras y la escasa luz que entraba por las ventanas procedente de la calle no hacía sino convertir los muebles en bultos amorfos que desprendían sobras danzarinas. Tal vez era consecuencia de sus pesadillas o simplemente que tenía sueño pero a medida que atravesaba el salón camino de la cocina un sentimiento desagradable se le expandió por el pecho, como cuando un líquido se derrama lentamente por la mesa frío e imparable. Realmente parecía que las sombras se movían, danzarinas casi burlescas, siguiendo sus movimientos mientras la veían ir descalza por la casa intentando hacer el menor ruido posible. Los crujidos del ya viejo sofá recolocándose no hacían sino acentuar esa sensación. La terrible idea de que la estaban observando cruzó su cabeza justo cuando llegaba a la cocina haciéndola sentir a la vez tonta e inquieta.
Ya en la cocina y después de encender la luz abrió la nevera y sacó la jarra de agua para servirse un vaso colocándose de espaldas a la puerta. Aun inquieta se sorprendió vigilando todo lo que parecía moverse a su alrededor sintiéndose cada vez más tonta. Esos sueños estaban consiguiendo alterarla como nunca lo había echo nada. Se consideraba una persona lógica, tranquila, incluso poco imaginativa como decía su marido siempre que se quejaba de lo surrealistas que eran las películas de superhéroes tan de moda hoy en día. Se iba a reír tanto a la mañana siguiente cuando le contase que se había asustado de los muebles del salón… Iba a estar riéndose de ella un mes estaba segura, esa idea la hizo sonreír. Que tonta estoy siendo, pensó.
Pero claro, estando como estaba de espaldas a la puerta de la cocina no vio como las sombras que tanto la habían asustado, las sombras oscuras, densas, bailarinas, la habían seguido desde el salón y se habían quedado en el marco de la puerta, como esperándola. De espaldas no pudo ver el destello que salía de una de ellas, un brillo inteligente, mezquino, que parecía observar la figura que lentamente estaba bebiendo en la cocina. Cuando se dio la vuelta ya más tranquila sintiéndose por fin segura no vio como esas mismas sombras retrocedían hasta la pared, agazapándose, esperando que saliera. Fue demasiado tarde cuando, tras apagar la luz, se dio cuenta de todo aquello. Fue cuando apagó la luz para volver a la cama e intentar dormir de nuevo cuando las sombras ya no tan burlescas ni danzarinas sino amenazantes, se abalanzaron sobre ella ahogando el grito que había comenzado a salir de su garganta, derribándola en el suelo del pasillo, haciéndola desaparecer lentamente en la oscuridad, dejando únicamente tras de sí el camisón y el colgante que llevaba siempre encima, regalo de aniversario de su marido. Fue en este momento de claridad absoluta cuando por fin pudo recordar sus pesadillas, recordar como cada noche en sus sueños había oído los susurros de las sombras llamándola, incansables, llevándosela a la oscuridad.

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3 comentarios

  1. 1. Job Peró dice:

    Felicidades por tu relato. Me ha recordado a otro que leí hace mucho tiempo de Stephen King, aunque en su caso era una mancha en medio del lago que se “tragaba” a los bañistas. Me gusta como vas incrementando la tensión: despertarse por una pesadilla que no recuerda, sensación incómoda al principio, después se siente observada, logra calmarse un poco y entonces ocurre. Quizás hubiera sido mejor no desvelar que las sombras realmente la estaban observando, pero sólo quizás. Me gusta como está.

    Escrito el 2 diciembre 2014 a las 21:43
  2. 2. José Torma dice:

    Buen relato Ariadna. Corto y al punto.

    Felicidades

    Escrito el 8 diciembre 2014 a las 20:14
  3. 3. Aurora Losa dice:

    Genial, Ariadna. Sólo tres “peros”: ojo con la repetición de “danzarinas” tan seguido; revisa los textos, hay un par de gazapos por ahí que con una revisión no estarían y usa algunas comas más, definen la historia.
    Por otro lado, quiero felicitarte por el ambiente surrealista cargado de realidad que has creado. Has escrito una historia redonda que, de cotidiana, pasa a lo tétrico de aquello que esconden nuestros sueños.
    Un gran trabajo, enhorabuena.

    Escrito el 11 diciembre 2014 a las 10:16

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