Cookie MonsterEsta web utiliza cookies. Si sigues navegando, entendemos que aceptas las condiciones de uso.

Do you speak english?

¿If you prefer, you can visit the Literautas site in english?

Apuntes, tutoriales, ejercicios, reflexiones y recursos sobre escritura o el arte de contar historias

<< Volver a la lista de textos

MÁRMOLES Y FLORES - por Ferminangel

El día de los difuntos terminaba, las puertas del cementerio se cerraban y el viejo Echenique se quedaba del lado de adentro. Hasta donde yo sé, veinticinco años como cuidador nocturno del camposanto, lo habían inmunizado contra todo tipo de miedos, supercherías y fetichismos; para él, el peligro estaba del lado de afuera de los muros, por lo que, algunos transeúntes lo veían en las noches cumplir con su ronda de sepulturas. Comenzó su monótona recorrida por entre los sepulcros y panteones mientras la oscuridad, traída por un suave viento aullador, iba ganando terreno entre los santos que custodiaban las tumbas: todo parecía mudo y dormido en aquel lugar de mármoles ostentosos y flores hediondas…parecía.
Un quejido de mujer llamó la atención de Echenique. Justo es decir que, pese a su aspecto cadavérico y gélido, algo le cosquilleó en la espalda. Buscó con recelo en la penumbra de los panteones el origen del gemido, pero nada. El clamor se transformó en llanto suplicante, golpes sordos y sollozos desgarradores, por lo que atravesó el viejo portón oxidado, que daba paso a las tumbas en tierra, para revisar por allí; el hormigueo en la nuca lo acompañaba, y se extendía por todo el cuello hasta oprimirle su descarnado pecho…pero aun así, sus piernas rígidas y temblorosas lo guiaron un poco más.
De un modo terrible, no fue mucho más lo que pudo avanzar ya que, cuando divisó una forma casi humana, semejante a una mujer, agachada sobre una tumba, con un cuerpo a medio desenterrar en brazos, lanzando gritos y alaridos para todas partes, una rigidez paralizante le subió por todo el resto de su cuerpo como hiedra trepadora, y sus ojos, blancos e insípidos, fueron creciendo en tamaño y desesperación, hasta convertirse en dos bolas moradas con destellos de fuego. Solo atinó a balbucear:
—Señora, ¿qué le pasa? Estas no son horas de andar sola en estos lugares. Por favor, permítame que la ayude. —Echenique estiró sus brazos, huesudos y blancos en dirección a la mujer agachada.
La mujer, giró su cabeza hacia él, y, con una expresión de momia, intentó decirle algo. Luego escupió una baba sangrosa, pegó un alarido de gato apaleado y continuó arañando el suelo hasta destrozarse las manos, buscando devolver a la vida, lo que quizás fuera, el cadáver de una niña de ocho o nueve años. Alguna cosa se le escuchó decir:
— ¡Ayyy, mi hija! ¡Mi niña!, ¿por qué te dejaron aquí? Hace tanto que te espero, que no he podido descansar en paz, y ahora que llegaste, ¡mira donde te abandonaron! Prometo que no te dejaré sola esta vez, lo juro. —La mujer, entre gemidos y sollozos, continuaba escarbando cual perro tras su hueso, con una mezcla de desesperación y rabia, que contagió a Echenique. Al rato, ya eran dos los perros hambrientos hurgando por la mortaja inerte.

—La comprendo, señora. Nadie quiere perder un ser querido, pero tenga paciencia, en esto de los muertos alguna experiencia tengo, y la voy a auxiliar —susurró ahogadamente Echenique, mientras ayudaba a la mujer a desenterrar el pequeño cadáver. La brisa nochera se había convertido en ráfaga, y ésta en remolino enloquecedor de hojas secas y tierra nauseabunda alrededor de las dos figuras nocturnas—. Por nuestra seguridad, debemos terminar antes del amanecer… la luz muestra cosas que a veces no queremos.
Espantando cucarachas y roedores carroñeros del cuerpito de la niña, la mujer por fin pudo abrazarla en su regazo. En cierto modo, sus ojos cobraron vida, y hasta se le pudo ver una humedad verdosa corriendo por sus mejillas. En un momento dado, se puso de pie, con los brazos enroscados sobre la niña, y se la mostró a Echenique, lo que no hizo otra cosa que ablandar su piel de yeso, y dibujar una mueca sonriente en su boca desdentada; la oquedad de sus ojos volvió a la blancura de antes.
—Vamos. Vamos que la luz ya se acerca —indicó el viejo, y, empujando a la cariñosa madre que se movía lentamente, hipnotizada por su tesoro recién desenterrado, atravesaron los tres el viejo portón oxidado. Luego preguntó —: ¿dónde vive usted?
—Allí, en la cripta de mármol negro, la que tiene angelitos regordetes cuidando la entrada.
— ¡Que bueno! —guturó Echenique—, entonces estaremos cerca. Yo vivo en aquella, la de frisos barrocos y cruces en relieve.
El viejo cuidador había terminado su ronda de mármoles lujosos y flores hediondas…hasta la noche siguiente.

¿Te ha gustado esta entrada? Recibe en tu correo los nuevos comentarios que se publiquen.

4 comentarios

  1. 1. Fermin Angel Beraza dice:

    A una de las amigas que le tocó comentar mi texto, le agradezco de corazón que haya sido dura: es una de las formas de superarse, pero desearía hacer un pequeño descargo. Si bien la primera raya del párrafo, indica quién está hablando, las siguientes rayas, dentro del mismo párrafo, separan la aclaración narrativa, que es donde el narrador agrega alguna explicación sobre el personaje que está hablando, sus gestos, su tono,etc. No comprendo porqué dices que están todos los diálogos mal escritos cuando he tratado de seguir los tutoriales de Iria, y de tantos otros escritores que comparten su sabiduría. De todas formas, me gustaría compartir un poco más sobre el tema para ver si tengo que corregir mi forma de expresar diálogos. Gracias.

    Escrito el 29 noviembre 2014 a las 00:22
  2. 2. Diego Manresa Bilbao dice:

    Hola Fermin,
    Un relato interesante, aunque la narracion es un pelin confusa creo… De todas formas, muy bueno el final, da sentido a porque Echenique ayuda a la senora…
    Nos leemos!!!

    Escrito el 29 noviembre 2014 a las 20:49
  3. 3. José Torma dice:

    Buen relato Fermin, creo que si lo trabajas un poco mas, sera excelente, eliminaras las areas confusas y lo haras mas fluido.

    Buen trabajo.

    Escrito el 8 diciembre 2014 a las 20:57
  4. 4. Aurora Losa dice:

    Genial el relato, Ferminangel. Me ha gustado muchísimo, tanto la historia como el modo en que la escribes. Está llena de pequeñas frases que me han cautivado, pero te voy a destacar esta: “Al rato, ya eran dos los perros hambrientos hurgando por la mortaja inerte.”
    Y el final me parece maravilloso.
    Enhorabuena, a ver qué nos ofreces este mes.

    Escrito el 12 diciembre 2014 a las 09:20

Deja un comentario:

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.