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EL ÚLTIMO TRAZO - por AitorMB

Con la vista puesta en la talla del techo, Jan paseaba sus ojos entre las manchas de humedad. Su cuerpo yacía sobre aquel camastro destartalado pero su mente estaba muy lejos, paseaba entre los callejones de la ciudad y allí la vio en una esquina, ofreciéndole su cuerpo a cambio de dinero. Sin pensarlo dos veces se la llevó. Aquella era una pieza rara para su colección. Tenía algo que indicaba que aquella joven no era una prostituta cualquiera. Sus ojos nerviosos, sus zapatos de diseño, la tersura de su piel hablaban de unos orígenes más afortunados, de un ángel caído en desgracia, atrapada entre las garras de la heroína con toda seguridad.

Ella se despertó y le acarició el pecho. Sonrió mostrando los dientes que le faltaban. Hacía tiempo que no se había sentido amada al ser tomada. Jan se parecía tan poco a aquellos hombres trajeados del distrito de negocios, seres sin escrúpulos e incapaces de sentir que practicaban el sexo con frialdad, como los autómatas de la orilla del río.

-Buenos días.

Jan no dijo nada. Se levantó y se dirigió hacia un armario ropero. Sacó un par de prendas rosadas y se las dejó caer al lado. Ella las tomó mientras las miraba, sin entender.

-Póntelo- le ordenó con voz gélida mientras traía un par de zapatillas de baile.

La prostituta se levantó y Jan se excitó al ver su desnudez rosada superviviente a los excesos de las drogas. Apartó la mirada, cogió un lienzo y lo puso encima de un caballete. Mientras ella se vestía, preparó la pintura y los pinceles.

-¿Quieres pintarme con esto puesto?- preguntó aunque la respuesta fuera obvia.

Él asintió con la cabeza, sin decir nada y ella terminó de ponerse el vestido de bailarina de ballet.

-Ayer eras más hablador.

-Perdona, me duele un poco la cabeza.

-Si quieres, ya me pintas otro día- y las palabras otro día sonaron como un deseo de volver a verle.

-No, quiero pintarte ahora.

A decir verdad tampoco le importaba mucho aquel jueguecito. Había visto ya de todo y ponerse un disfraz era lo menos extravagante que le habían pedido hacer.

-Ven aquí que hay más luz- la arrastró hacia una pequeña ventana que había en la habitación.

-¿Cómo quieres que me ponga?

-Levanta esta pierna, apóyate sobre la otra, extiende este brazo hacia el techo y el otro déjalo como lo tienes, así está perfecto.

La chica sonrió al pensar que por fin le sacaba provecho a las estúpidas clases de baile a las que su madre le obligaba a asistir cuando era pequeña. Jan se había puesto ya a dibujar. Su mano recorría veloz el lienzo, reproduciendo su imagen sobre la tela.

Ella empezaba a sentir una molestia en las ingles y el tobillo se le resentía por el peso. Tuvo que bajar la pierna para descansar.

-No te muevas- y sus palabras le provocaron frío.

Incómoda, volvió a aquella posición. Se concentró en verle pintar para que el tiempo le pasara más rápido y poco a poco empezó a sentir su cuerpo más liviano. Ya no le molestaba tanto la ingle. Con un acto reflejo dirigió su mirada hacia la pierna y se encontró con el vacío. Su pierna había desaparecido. Gritó asustada y cayó al suelo. Intentó levantarse pero también le habían desaparecido los brazos. Gritó aterrorizada mientras se arrastraba rodando hacia la puerta pero ya no pudo moverse y se quedó allí sobre el suelo de madera con el pavor dibujado en su rostro. Cuando Jan terminó la pintura, de la prostituta solo quedaba su ausencia. Se quedó mirando el lienzo, viendo a la bailarina asustada. Lo que más le gustaba era la expresión de sus ojos, era la primera vez que quedaba satisfecho.

Tomó el cuadro y lo guardó en un pequeño cuarto cerrado con llave. Allí, apoyada contra la pared, había toda una colección de retratos de mujeres asustadas con los más variopintos disfraces. Tras cerrar, se prometió a si mismo que iba a ser la última, que no volvería a pintar. Tarde o temprano la policía empezaría a preocuparse por tantas mujeres desaparecidas en la ciudad. Ya no iba a matar más. Pero, ¿no era eso lo que decía siempre? ¿No era esa promesa vana que se repiten los adictos antes de volver a recaer?

Salió a la calle y se tropezó con una mujer que caminaba distraída. Sus miradas se cruzaron. Ella sonrió con picardía, él, como aquel que vuelve a las andadas.

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3 comentarios

  1. 1. Diego Manresa Bilbao dice:

    Aitor,
    Decirte que yo fui uno de tus comentaristas anonimos,me gusto mucho el relato!!! Ya te dije que la ultima frase la cambiaria, pero muy bueno! FELICIDADES!
    Nos leemos!!!

    Escrito el 29 noviembre 2014 a las 14:47
  2. 2. Aitor dice:

    Muchas gracias por tus comentarios. 750 palabras se me quedaron cortas y tuve que sacrificar un poco la profundidad del personaje.

    Escrito el 29 noviembre 2014 a las 17:15
  3. 3. Ángel Gabriel dice:

    A mmi el relato me gusto, tiene presentación de los personajes, para mi a pesar que tiene nudo y conflicto, estos elementos estan un tanto confusos porque en el parrafo donde dice que ella repentinamente no tiene una pierna y luego los brazos, a mi me pareció que se refería a alguna magia o ilusión o sueño, porque en ese parrafo no se dan detalles del ataque, si la ataco, con machete, con cudhillo, que tipo de arma uso, no dice nada de la sangre, solo habla de la expresión de los ojos, pero queda vacía esa parte del conflicto.
    En cuanto al cierre a mi me parece bien, y da a entender lo que sucederá después. ¡¡¡¡¡¡¡¡FELICITACIONES!!!!!!!!!!!!

    Escrito el 22 diciembre 2014 a las 04:19

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