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EL EXAMEN DE FÍSICA - por Aventurera

Aún se me eriza la piel cuando pienso en aquella noche. Han pasado muchos años, quizás demasiados para recordarla con todos sus detalles. Sin embargo, lo que aún persiste es la sensación de miedo que sentí por todo mi cuerpo.

Aquella mañana al levantarse mi madre le comenté lo ocurrido:
– Mamá anoche mi amiga Ángela y yo pasamos un miedo increíble.
– ¿Qué os pasó?
– Bueno ya sabes, nos quedamos a estudiar el examen de física y queríamos estar toda la noche repasando.

Mientras yo hablaba, mi madre andaba atareada preparando el desayuno y almuerzo próximo.
-Daniela, sabes que no me gusta que estudies toda la noche, luego no rindes bien.
– Ya mamá, pero eso no es lo importante, escúchame un momento por favor.

Mi madre se sentó unos minutos y aproveché que se tomaba su café matutino para empezar a contarle.
– Mamá, tú sabes que a mí no me gusta ver la tele en el salón de la chimenea, ya te lo he dicho otras veces. Muchas noches siento algo extraño. No sé, presencias, o siento que alguien me mira.
– ¡Daniela siempre con tus fantasías, ¡ ya te he dicho que esta casa es grande, vieja y que cruje por las noches. Venga dime lo que querías.
– Bueno, pues anoche a eso de las tres de la mañana, estábamos en el salón con las puertas abiertas, oí como alguien bajaba por las escaleras que conducen a los dormitorios. Mi amiga y yo escuchamos el sonido de unas chanclas, y le dije, “Ángela ahí viene mi madre”, a lo que ella asintió con la cabeza. Decidimos tomarnos un descanso, por un momento soltamos los bolígrafos, y nos quedamos mirando fijamente al pasillo por donde supuestamente tú vendrías.

Mi madre, llegado este punto ya estaba de pie organizando sus tareas domésticas y resoplando por mi historia, que a su parecer era infantil.
– ¿Y qué pasó Daniela?, termina de una vez por favor.
– Pues mamá, fue horrible, sentí un hormigueo que me subía por los dedos de los pies, me llegaba hasta las rodillas y se alojaba en el estómago, para marcharse dejándome un halo de frialdad en todo mi cuerpo. Ambas mirábamos hacia el pasillo, sin decir nada, inmovilizadas, esperando ver llegar a alguien que, si bien estuvo allí, no lo hizo en forma humana.
– Daniela estoy segura que era algún ruido de los perros corriendo alrededor de la casa, ¿Qué van a ser, espíritus?

Recuerdo que mi madre giró la cara para mirarme y vi como se sonreía, yo continué insistiendo que no era la primera vez que sentía algo similar, pero que la noche anterior había sido muy intenso. El miedo nos inmovilizó en el salón y durante horas fuimos incapaces de salir para poder acostarnos y dormir.
– Vale, vale, venga vete al instituto que vas a llegar tarde al famoso examen de física.

El primer día de vacaciones me levanté temprano, mi reloj interno seguía haciendo que despertara a las siete de la mañana. Bajé a tomarme un tazón de cereales. La luz de la cocina estaba encendida, pensé que mi padre ya se había olvidado de apagarla.

– ¿Qué haces ahí mamá? ¡menudo susto me has dado¡ ¿estás bien?

Mi madre estaba sentada, aún con el camisón de dormir puesto, abrazada a las piernas que estaban encogidas encima de la silla. Yo la contemplaba embutida en el espacio entre la mesa y el horno, con la cabeza apoyada en las rodillas y la mirada perdida. Tuve que llamarla un par de veces para sacarla de ese ensimismamiento.

– Mamá, ¿estás bien?
– ¡Ay Daniela, he tenido una experiencia terrible¡ Bajé a las tres de la mañana a tomarme un vaso de leche caliente y sentí que alguien bajaba por las escaleras. Pensaba que era tu hermana detrás de mí, pero nadie apareció, me quedé mirando fijamente la puerta de la cocina y nadie llegó. Me quedé inmovilizada en la silla, sin saber qué hacer, un escalofrío recorrió mi cuerpo y sentí que algo o alguien estaba en la cocina. Aquí llevo sentada desde entonces, sin valor para moverme. Perdóname Daniela, tú tenías razón.

Continuamos viviendo en esa casa muchos años más, aunque nunca llegamos a saber qué ocurría en ella. Estuvimos coexistiendo con episodios inexplicables y nos acostumbramos a vivir con cierto umbral de miedo.

Una vez más hoy, treinta años después, el recuerdo de aquella casa, me hace sentir estremecimientos.

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2 comentarios

  1. 1. julieta blanco dice:

    Hola… cuánto misterio… me ha gustado, aunque me parece que en los diálogos hay demasiadas descripciones narrativas como para imaginar que son palabras suyas y no tuyas. Pero es un detalle! Me dejas con la intriga. ¿Qué sería? Sigue así. 🙂

    Escrito el 28 noviembre 2014 a las 13:11
  2. 2. Ratopin Johnson dice:

    Hola Aventurera. Joer que miedo, tal como lo cuentas, parece que hubieras estado allí. ¿Está basado en hecho reales?.
    Por cierto que un examen de física ya da bastante miedo 🙂

    Escrito el 5 diciembre 2014 a las 21:23

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