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¿Podrás sobrevivir? - por Leosinprisa

Crujía, la pared de madera que sostenía toda la obra donde reposaba, estaba crujiendo.

Moví el brazo, intentando liberarlo de la viga atravesada que me impedía moverme, lo removí en un vano esfuerzo de soltarme. Todo fue en vano, aquella estúpida madera, aquel trozo de naturaleza muerta recolectado en los frondosos bosques del norte y luego, utilizado para sostener una parte de la buhardilla, se negaba a dejarme ir.

Yo deseaba mi libertad por encima de todo. Deseaba ser libre, añoraba poder ser un pájaro y con mis largas alas, huir por el ventanuco destrozado por el cual apenas un rayo de luz entraba. El lugar estaba sucio y el temblor había facilitado que toda aquella porquería se mantuviese en suspensión, ahogándome más que mí atribulada situación.

Había sido repentino, cuando quise darme cuenta entre aquel alboroto descomunal, un trozo del techo me aprisionó el brazo y ahora permanecía boca arriba, mirando al techo produciendo sonidos nada halagüeños.

La mano me dolía, seguramente estaba aplastada. Traté de imaginarme su carne deshecha y los rotos huesos al aire. Imaginé las finas puntas de esos huesos atravesando la fina piel como un iceberg en el agua, rodeado por la sangre que se escapaba empapando el suelo con su carmesí presencia.

Tenía el brazo de un feo color, amoratado bajo la dura madera. No quise mirarlo más y decidí seguir contemplando el techo. Juraría estaba más cerca de mí, desde la última vez que lo observé.

Crujía, seguía crujiendo. Era en realidad el único sonido al que prestaba atención. Afuera escuchaba gritos, gente pidiendo socorro y el sonido de otras casas desplomándose. El suelo temblaba a intervalos, aunque de una forma más débil y me permitía dar una tregua, obligarme a pensar cual era la salida de esa encerrona inesperada.

Tiré de nuevo con todas mis fuerzas. Un terrible dolor agudo me hizo desistir de ese intento, así no lograría nada.

Vi el brillo de un objeto metálico en el suelo, era un cuchillo de carnicero y estaba a mi alcance. El si había sido liberado, despojado de su envoltorio y arrojado al suelo, cerca de donde me encontraba. Con un pequeño esfuerzo, llegaría a alcanzarlo.

Tenía una idea. Una idea desesperada, pero en realidad toda mi vida se había movido en la desesperación, desde que era muy pequeño. Había aprendido a odiar con fuerza y ese odio a su vez, me había arrastrado a matar. Ya llevaba más de quince personas en mi haber y si no fuera por esta fuerza de la naturaleza desatada, la inquilina de esta vivienda hubiera incrementado mi cuenta.

No tenía nada que perder. Lo cogí por su duro mango de plástico y comprobé su filo en mi propia carne, era perfecto para su fin.

Reí. Una fuerte risa nerviosa por cuanto iba a suceder a continuación, pero el suelo volvió a temblar. Una nueva sacudida, donde trozos de madera empezaron a caerme al cuerpo, pequeños en su mayoría, junto con una gran cantidad de polvo.

—¡No me vencerás! Soy más fuerte, soy un superviviente —grité al techo que descendió un trecho más, convencido de que si hubiese sido algo viviente, le hubiese intimidado con esa demostración de valor.

Como toda respuesta, una de las pequeñas vigas se quebró, transformándose en una larga lanza con un extremo afilado dirigido hacía mis entrañas. Me imaginé de nuevo, el devastador efecto que esa punta tendría en mi cuerpo al atravesarlo, dándome una lenta y dolorosa muerte.

El techo volvió a removerse, permanecí quieto en un intento de no agravar con mi sonido o mis movimientos, su avance hacía donde me encontraba. Vi cómo la pared, la única pared que permanecía intacta se estaba desmoronando. Vi cómo se desmenuzaba, desgarraba, abría sus tablones al aire, saltaban las pequeñas púas astilladas en todas direcciones.

Dirigí el cuchillo a mi carne y comencé a cortar. Reía, de nuevo reía desesperado mientras todo a mí alrededor sucumbía. Escuchaba los gritos lejanos, llamadas descorazonadas ante aquella hecatombe. No me importaban, solo era yo, nadie más que yo, quien debía sobrevivir.

Corté carne y tendones, estos eran fuertes como un cable de acero, pero mi estado, mi propia locura por sobrevivir me impulsaba a seguir troceándolos, a ignorar el dolor y ahondar donde ningún otro humano hubiese podido. Llegué al hueso y raspé el filo del cuchillo sobre su dura superficie.

El techo crujió. Crujió en su quejido final y tuve tiempo para mirar hacia arriba de nuevo. Un instante, un pensamiento y un final.

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2 comentarios

  1. 1. Emmeline Punkhurst dice:

    Hola Leo:
    No entiendo por qué no tienes ningún comentario todavía. Tu relato es angustioso y extraordinariamente intenso. He sentido en mi brazo el dolor del protagonista y la desesperación que le lleva a tomar tan drástica medida.
    Por lo demás, me parece una historia bien construida y perfectamente escrita. ¡Enhorabuena!

    Escrito el 2 diciembre 2014 a las 22:33
  2. 2. Maureen dice:

    Impresionante relato, Leosinprisa.

    Sabes transmitir perfectamente la angustia del protagonista y sus ganas de sobrevivir. En ese sentido, te ha quedado un personaje de lo más interesante y complejo.

    El miedo está también muy bien transmitido, tanto en la sensación que causa en el lector pensar en cortarse la propia mano, como en la casa que se te viene encima poco a poco.

    El final me encanta.

    Escrito el 4 diciembre 2014 a las 14:45

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