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REAL - por Pedro Luis Cazorla

Corría como nunca pensó que pudiera hacerlo. O eso pensaba. Sintió el silbido de varias flechas que le pasaron cerca aunque no llegaron a alcanzarle. Las piernas empezaban a fallarle y tropezó un par de veces con las raíces de los árboles pero no llegó a caer. Los pulmones le ardían y cada inspiración era una tortura. El corazón quería salírsele del pecho. Algo que imaginó que era una cuchilla por el sonido cortante que emitía le pasó un poco por encima de la cabeza.

De repente, vio un peñasco del tamaño suficiente como para poder esconderse detrás de él. Y así lo hizo. Jadeaba ruidosamente e intentaba recuperar el resuello… hasta que descubrió dos puntos de luz diminutos en el arbusto de enfrente, que a esas horas era tan negro como esa noche.

Entonces se dio cuenta de que había hecho tanto ruido que su perseguidor sólo tendría que pararse y escuchar el sonido de su jadeo para adivinar dónde estaba escondido.

Dejó de hacer ruido al instante e incluso contuvo la respiración hasta averiguar qué era eso. Los puntos de luz empezaron a crecer hasta llegar al tamaño de unas pupilas de color amarillo que contrastaban con el negro del entorno.

No podía ser. Era imposible. No podía haberle adelantado sin que se diera cuenta. No, no era posible. ¿O si?

Intentó moverse sin hacer ruido hacia su izquierda sin apartar la mirada de esos “ojos” que le vigilaban. ¿Qué podría ser? Dejó de moverse y hasta de respirar cuando dejó de verlos durante el instante de un parpadeo y acto seguido descubrir que efectivamente era posible.

Era… ello. No podría definirse como persona o animal. Era algo distinto a todo lo conocido hasta entonces y muy peligroso. Muy, muy peligroso.

Sintió como lo que parecía un hacha le pasaba rozando la cara en dirección a su parte izquierda e instintivamente se giró hacia la derecha para evitar el golpe. No le alcanzó pero escuchó como chocaba y cortaba algo. ¿No era una piedra aquello detrás de lo que se había escondido?

Consiguió levantarse y se lanzó hacia su derecha que estaba lleno de zarzas. Más valían unos arañazos que un golpe, un hachazo o algo peor.

Rodó por el suelo hasta que notó que su pié derecho se quedó trabado entre unas raíces y su tobillo se rompió. Una oleada de intenso calor le subió por la pierna y, aunque intentó no hacerlo, gritó como nunca lo había hecho.

Estaba claro. Era su fin. Aquéllo lo localizó y se acercó lentamente. De su ¿espalda? sacó algo parecido a una lanza y le apuntó. Lanzó aquella jabalina y oyó cómo atravesaba carne y hueso.

Sin embargo, no notó herida alguna ni sangre caliente corriendo por su brazo. Aún sin entenderlo, no le había alcanzado. Giró la cabeza a su derecha y vio cómo el venablo se había clavado en la tierra a un par de palmos de su cabeza.

En ese momento la pantalla recuperó su blanco natural y comenzaron a encenderse las luces.

— ¬¡Fantástico! ¡Genial! ¡Mejor de lo que creía! ¿Qué os ha parecido? – dijo el director mientras se levantaba de la butaca y aplaudía mientras seguía mirando a la pantalla.

Empezó a quitarse aquellas gafas tan peculiares. Se parecían a las que usaba Ray Charles, envolventes, pero con los cristales tornasolados, no negros y totalmente opacos. Mientras con una mano las sostenía con la otra se frotaba los ojos para acostumbrarlos a la nueva iluminación que poco a poco hacía que los colores naturales de la sala se recuperaran.

— Esto que hemos visto es una primera prueba del nuevo sistema High Real 3D. Como habréis visto la inmersión en la acción es mucho mejor que lo conseguido hasta ahora con cristalitos de colores y cascos espaciales – continuó mientras con la mano libre sacaba del bolsillo de su camisa las gafas de miope habituales en él -. Además, como está grabado con la perspectiva en primera persona, parece que te sucede a ti…

En ese momento, se giró y descubrió un cuadro dantesco. Las otras personas que se encontraban en aquella pequeña sala estaban muertas: su productor estaba literalmente clavado al asiento con media docena de flechas en el pecho; su colega, que se había sentado a su izquierda, tenía un hacha partiéndole la cabeza; su asistente simplemente ya no tenía cabeza… y su actriz preferida, sentada a su derecha, exhibía una larga lanza que atravesaba su pecho y el asiento.

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1 comentario

  1. 1. José Torma dice:

    Bien sabia yo que mi idea de no ver 3D no era equivocada jaja, buen relato, entretenido, logras que el giro predecible se vuelva sopresa al final.

    Felicidades.

    Escrito el 4 diciembre 2014 a las 20:38

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