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La senda - por Tania

Web: http://comentalecturas.blogspot.com

La senda

Dos de noviembre, Día de los Difuntos. No tenía más remedio que cumplir con la tradición si no quería que mi conciencia me estuviese martilleando. Di varias vueltas hasta encontrar sitio en el abarrotado aparcamiento del cementerio local. Está visto que no soy el único que lo deja para última hora, pensé sintiendo la ligera culpabilidad de siempre. A pesar del tibio sol otoñal, un pequeño escalofrío me recorrió al bajarme del coche. El olor a flores marchitas me inundó al atravesar la puerta principal del recinto. Me detuve a la izquierda en las tumbas, descarnadas de adornos, de mis abuelos maternos. Me vino a la cabeza el afán que desplegaron para conseguir una pequeña hacienda, que en cuanto murieron los herederos, no tardaron en repartir con algún más que disgusto de por medio. Ahora, apenas una sencilla inscripción y un simple de búcaro flores, por deferencia del día, frescas.

Siguiendo el recorrido, me fueron saliendo al paso tumbas en tierra con figuras artísticas talladas en ricos mármoles, mausoleos en los que las inscripciones de apellidos respondían a ciudadanos de renombre, tan exclusivos y tan cerrados a miradas ajenas como si hubieran querido preservar la intimidad que en vida no habían conseguido.

Pasé por aquel laberinto de calles principales de enterramientos de gente pudiente y fui buscando los nichos de mis familiares directos en la zona donde se alineaban en paredes abigarradas de lápidas oscuras y flores artificiales. Entre busqué y dudé entre tantas calles hasta que por fin encontré al primero. Apenas unos minutos de oración y un recuerdo diluido en el tiempo para mi hermano muerto en lo mejor de la juventud. Luego los nichos viejos y polvorientos, sin cuidar de mis otros abuelos. Por fin, llegué a los de mis padres, los más alejados de todos. Me quedé un rato en silencio ante el de mi padre sin encontrar las palabras adecuadas para hablarle a un muerto. Buscaba el nexo de unión que más de una vez en vida nos faltó y me obstiné en recordar solo alguno de los momentos en que llegamos a conectar. A su lado, el de mi madre, que siguiendo la costumbre compró poco a poco. Bien, madre ya descansas a su lado como querías. Y un sentimiento cálido me invadió por haber sido ella el verdadero pilar de la familia. Remiso, recé con más ganas que convicción para que si había otra vida todos la pudieran estar gozando.

De pronto el cielo se encapotó y una tormenta acompañada de truenos y relámpagos empezó a descargar con intensidad. A pesar de que empezaba a anochecer, me asaltó la nostalgia de pasar por el lugar donde años atrás se ubicaba nuestra vivienda,antes de emprender el viaje de regreso. La casa de solo una destartalada planta baja fue comprada con el exiguo dinero que le dieron a mi madre por malvender el mínimo huerto y los raquíticos bancales que la enfermedad de mi padre no se había comido. La tarde se había puesto de verdad fea y fría o era mi ánimo el que por momentos declinaba sin saber por qué.

El ahora solar se hallaba en un barrio de las afueras, a la muerte de mi madre cuando la vendimos, parecía que una nueva construcción era inminente. Sin embargo, pasados varios años, el espacio permanecía desolado. En uno mis viajes había oído comentar que al caer la tarde allí se reunían gentes raras.

Conforme me iba acercando una sensación de extrañamiento se fue apoderando de mi. Una multitud de gente deambulaba por las orillas de la calle como disfrazados con ropas de otras épocas. Al principio pensé que los provincianos se habían añadido a la importada costumbre de Halloween, pero al mirar con más atención observé que les faltaba la alegría de una fiesta. Aquellos hombres y mujeres parecían espectros sin expresión en la cara, llevaban los miembros colgando laxos como abandonados de vida, en cambio caminaban con una determinación absoluta hacia el punto fijo donde antes se encontraba nuestra vivienda.

Se oyó el retumbar de un fuerte trueno y la luz blanquecina y rotunda de un rayo que caía cerca. Como si el fogonazo me iluminara, al momento reconocí las caras fijas de las viejas fotografías que mi hermana sacaba en las fiestas navideñas. Luego un chirrido, un golpe seco en mi cuello y me incorporé a la senda,

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2 comentarios

  1. 1. José Torma dice:

    Hay Tania!! Revisa el ultimo parrafo… es el unico pero que le puedo poner a tu historia. Me gusto mucho la nostalgia el caminar y redescubrir… Todo hasta llegar a eso ultimo. Por favor reconsidera otro final para que el relato sea redondo y sin mermas.

    Felicidades, yo nunca he podido escribir un personaje femenino, tu aqui nos presentas a un protagonista masculino y en ningun momento dejas ver que es una mujer la que lo escribe.

    Saludos.

    Escrito el 3 diciembre 2014 a las 00:41
  2. 2. Ángel Gabriel dice:

    El relato me gusto, llama a nostalgia por tantos y tantos recuerdos y personajes, el recorrido dentro del cementerio se me hizo un poco confuso, y el final es un cierre que nos deja con interrogantes. a modo de revisión cuando dices “Me detuve a la izquierda enlas tumbas,” pones… coma y en mi humilde opinión hubiera quedado mejor “Me detuve en las tumbasy seguido sin coma descamadas de adornos allí si va coma para continuar de mis abuelos maternos. ¡¡¡¡¡¡ES GENIAL TU RELATO FELICITACIONES!!!!!!!

    Escrito el 19 diciembre 2014 a las 05:01

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