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La caída - por Darkos

Tan sólo unos minutos antes todo iba de maravilla. Era el vuelo perfecto.

De repente empezamos a sentir una turbulencia de mediana intensidad. Luego de un minuto aún continuaba y ya empezaba a atemorizar a algunos novatos en esto de volar.

Súbitamente, un atronador sonido saturó mis oídos. Fue como escuchar una bomba explotar al lado de mi cabeza. Inmediatamente después, el avión empezó a perder altitud. Sentíamos como todo el aparato caía a gran velocidad.

Yo deduje rápidamente que habíamos sido golpeados por un rayo. Seguíamos cayendo. Muchos estaban realmente asustados.

Cuando sólo empeoraban las cosas, sonó la voz del copiloto:
—Estimados pasajeros, estamos teniendo dificultades técnicas. Hemos perdido sustentación y…

Eso fue lo último que se escucho de la cabina de pilotos.

En ese momento la nave se inclinó en un ángulo de casi noventa grados y las máscaras de gas salieron expulsadas de sus compartimentos.

A medida que caíamos, el miedo más aterrador llenaba mi cuerpo.

Recordé entonces lo que algunos dicen: “En la cara de la azafata se puede ver lo grave de la situación”. Levanté mi rostro buscando desesperadamente a una de las auxiliares y entonces la vi. Casi al mismo tiempo que la vieron todos. Una lágrima que caía por su rostro lleno de espanto. Ella miraba hacia arriba y empezaba a lamentarse. Eso fue todo. Ahí supe que era el fin.

Algunos gritaban y lloraban desconsoladamente como niños que han perdido su biberón. Otros se abrazaban entre sí y varios estaban tan impávidos como una estatua.

Este periodo de gritos y lamentos duró apenas un minuto. Luego vino un silencio avasallante. Un mutismo macabro que únicamente era interrumpido por el susurro de algunos pasajeros. Algo que sólo puede interpretar como oraciones.

Ahora se podía ver por la ventana el suelo que nos esperaba para tragarse nuestras vidas.

El alelamiento previo a la muerte fue limitado por la mujer que estaba en la silla que cruzaba el pasillo y que yo podría ver de cerca. Comenzó a gemir con ira en los ojos. Sus manos con venas turgentes de sangre se anclaban con fuerza al asiento.
—¡Maldito! ¡Cómo te odio perro asqueroso! —dijo la señora con un rencor que se pudo sentir en toda la aeronave.

Le hablaba al hombre que tenía al lado.
—¡No puede ser que vaya a morir al mismo tiempo que tu rata inmunda! Has hecho de estos años a tu lado los más miserables de mi vida y simplemente me doy cuenta que he esperado mucho para dejarte en tu inmundicia. ¡No puede ser! ¡No puede ser!

En un arranque de ira, tomó entonces aquella mujer un hermoso lapicero dorado, le sacó la punta y acto seguido se lo clavó con fuerza en el cuello al tipo que era el objetivo de sus insultos.

La elegante pica de metal rompía con facilidad la piel del regordete resto de varón que inútilmente intentaba defenderse. Una y otra vez, con gran velocidad, sevicia y gozo, la furiosa fiera enterraba hasta lo más profundo aquella costosa pluma.

Nadie podía detenerla. Seguíamos nuestro curso hacia la tierra sólida y ningún ser humano se iba a levantar de la silla para asistir a un moribundo que podía costarle la propia vida.

—¡Muérete perro! —decía la excitada mujer.

La víctima dejó de luchar y muchos de los presentes fuimos testigos de algo que no deseo presenciar de nuevo en mi vida. Vimos aterrados como la expresión de vida se iba del rostro de mi congénere. Pasó muy pronto de ser un humano a sólo un objeto inanimado.

Bañada en la sangre que con presión salió de la garganta de su cónyuge, la ahora asesina se calmo, dejó caer el lapicero y, como una bestia que ha terminado de matar a su presa, se sentó relajada para luego apoyar la cabeza en modo de descanso. Una sonrisa amplia y unos ojos muy abiertos completaban el rostro demente lleno de satisfacción que me miraba de forma perdida al tiempo que me inundaba de pánico.

—Ahora sí. Terminemos de caer y que se vaya todo a la mierda. Puedo morir en paz. —mencionaba mientras se ajustaba el cinturón de seguridad.

La viuda no había terminado de decir aquellas palabras cuando inesperadamente sentimos un tirón que nos pegó al asiento. El avión había recuperado su posición horizontal y las turbinas habían vuelto a funcionar dando de nuevo sustentación al vuelo. El aterrizaje no tuvo contratiempos.

Desde entonces viajo por tierra.

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1 comentario

  1. 1. Aradlith dice:

    A lo que puede llegar la gente en el momento en el que se acaba el mundo… Ahí es donde se ve cómo somos, donde lo único que prima es nuestro egoísmo. No puedo culpar a la viuda sino por su cobardía de no haber dejado a quien la había hecho infeliz antes de ir en el avión. Pero realmente, compartir tu vida con alguien a quien odias… Ahí es donde se encuentra el terror.

    Escrito el 29 noviembre 2014 a las 13:00

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