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Atracción amarilla - por Yolanda Tovar

El extraño paisaje cambiaba con una rapidez increíble. Los árboles se convertían en flores, las montañas en ríos…De repente todo era rojo, verde, azul, rosa. Era un desierto, un bosque, una ciudad o no era nada definido.
Todo lo que estaba sucediendo era muy raro, no entendía lo que ocurría, ni sabía cómo había llegado a aquel lugar, pero estaba allí, asombrada, aunque nada preocupada. Únicamente me limitaba a observar los cambios que se producía a mi alrededor, como si estuviera viendo una película.
Pero hubo algo que me impresionó enormemente: aquella casa. Una construcción de formas y contornos surrealistas y estrambóticos que cambiaban constantemente. Aquella casa que había surgido de la nada, sin saber cómo ni por qué. Aquella casa, de colores vivos que seducía a mi mente y a mi cuerpo y que me atraía hacia ella de forma irremediable. Con solo mirarla, daba la impresión de que me invitaba a entrar, a descubrir sus secretos interiores. No pude evitar aproximarme a ella.
A cada paso que daba, mi curiosidad iba aumentando de tal manera que, al estar frente a la puerta, el deseo de entrar era casi insoportable. Así que abrí la puerta y entré. Al cerrarla, todo detrás de mí se convirtió en una habitación totalmente amarilla (paredes, techo, suelo), vacía, sin puertas ni ventanas.
Al principio llegaron a mi mente infinidad de sensaciones diferentes, que iban y venían de forma rápida y desordenada. El descontrol era total. Tenía el presentimiento de que la habitación quería adueñarse de mi mente. Pero, a medida que me iba habituando a aquella visión y a aquel lugar tan llamativo, comprendí que no había salida y una sensación de claustrofobia se fue apoderando de mí por momentos. No soportaba estar encerrada. Tenía que salir de allí.
¡Necesitaba salir de allí!
Golpeaba las paredes con todas mis fuerzas, pero era imposible destruirlas. No podía dejar de moverme, gritar, llorar de rabia. Nadie me escuchaba, ni siquiera se oía nada, ni un tímido susurro. Dominaba un silencio profundo, sepulcral, inquieto. ¡Era horrible!
La angustia crecía minuto a minuto y un nerviosismo descomunal empezaba a invadir mi cuerpo. La locura me alcanzaría tarde o temprano. Lo sabía. Pero, ¿cómo vencerla? Necesitaba calmarme, tranquilizarme, así que, con mucha fuerza de voluntad, logré dominarme un poco y dejar de pensar en aquella pesadilla, concentrándome en otras cosas.
Empecé a observar las paredes de la habitación. Sólo veía el color amarillo, amarillo por todas partes. Cuanto más miraba aquel color, más incómoda e intranquila me sentía. Perturbaba mi concentración, aumentaba mi nerviosismo, pero algo en él me atraía y no podía dejar de mirarlo, a pesar de que mi retina empezaba a resentirse y estaba dañando mi vista.
Pero aún quedaba un hueco para mi sorpresa: en medio de aquella espantosa situación caí en la cuenta de que, aunque no había puertas, ni ventanas, ni ninguna clase de agujero o grieta (estaba claro que era totalmente hermética), se podía respirar perfectamente y verlo todo con nitidez. No sabía si ello se debía a la naturaleza del color chillón o a un fenómeno inexplicable, pero era increíble.
De pronto, mi mente se bloqueó, mi vista se nubló y un terror frío recorrió todo mi ser cuando, lentamente, la habitación intensificó su color, volviéndose cada vez más fosforescente. Mis ojos apenas podían resistirlo. Poco a poco, mi capacidad de visión disminuía. Aquella habitación amarilla…¡Me estaba cegando!
Mi angustia aumentaba de nuevo, la claustrofobia volvía a apoderarse de mí. Una terrible locura se aproximaba por momentos. Me atraparía…¡Me destrozaría!
Chillaba, gritaba cada vez más fuerte. Era inútil. ¡Era desesperante! ¡Era agonizante!
¡Era…!
Desperté. Desperté de aquella terrible pesadilla en un mar de sudor. Mi pulso estaba muy acelerado. Todo había sido tan vivo y real.
Poco a poco, fui calmándome, tomando conciencia de que solamente había sido una pesadilla. Sonreí tranquila, mirando a mi alrededor. Todo era normal.
Fui al baño a despejarme con una ducha fría y cuando regresé a mi habitación…¡todo había desaparecido, quedando únicamente un lugar hermético completamente amarillo! (odiaba ese color).
¡No podía creerlo!
En ese momento quise morir, no quería revivir la experiencia.
La angustia aumentaba.
Mi pulso se aceleraba.
La pesadilla continuaba…

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1 comentario

  1. 1. Paola Panzieri, papan dice:

    Hola, he sido una de tus comentaristas, la que hace alusión a la puerta que le queda a la espalda… espero que mi comentario te haya servido para algo. el mio es el 105, si tienes tiempo me gustaría saber tu opinión

    Escrito el 28 noviembre 2014 a las 13:33

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