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Horas extra - por Jorge

Está solo. Nadie más queda en la oficina. Nadie que le acompañe en su trabajo nocturno. El reloj de la pantalla marca la 01.00 de la mañana, recordándole que debería estar en casa con sus hijos. Un cubículo en medio de la sala, tres muros de aislamiento y uno de vigilancia para que haga su trabajo lo mejor posible y sin distracciones. Solo unas pocas luces alumbran desde el techo, pues la jornada acabó hace tiempo. El brillo mortecino de la pantalla ilumina su rostro haciendo brillar sus ojos.

Aprieta los párpados, se masajea las sienes. Sueña con la calidez del hogar y la tranquilidad de su dormitorio. Con su mullido colchón y con las mansas sábanas que le aguardan. Muy lejos se encuentra todo esto de la fría oficina que le ocupa. Se siente incómodo allí, en la soledad de su cuchitril. Percibe el espacio vacío a su alrededor, la falta de vida en el ambiente. Advierte la inmensidad de la oficina, la atmósfera aséptica, los fluorescentes de luz verdosa. Siente el insoportable vacío a sus espaldas, más allá de sus tres paredes, que se extiende entre los cubículos hasta donde los fluorescentes no alcanzan. Es el cansancio que le juega malas pasadas. Es lo que pasa cuando te faltan horas de sueño, nada más. Sin embargo no puede evitar pensar en todo aquello que no puede imaginar detrás de él. Todo un mundo de posibilidades invisibles y aterradoras.

¿Conoces esa certeza de que alguien te está mirando? Sientes su mirada sobre ti y te das la vuelta para encarar los ojos que te observan. Pero sería tonto girarse por nada, dejarse llevar por una sensación infantil y fantasiosa. Eso es lo que siente: la sensación de una mirada a su espalda. Y no puede mirar. Recuerda cuando era niño y se quedaba paralizado bajo las sábanas en la noche, demasiado temeroso incluso para respirar, esperando que cualquier movimiento convocase a los monstruos que le acechaban en la oscuridad. Ahora tiene la certeza casi absoluta de que allí hay alguien que le observa. Quiere creer que son majaderías, sandeces de una mente cansada. Quiere creer.

¿Pero y si realmente hay alguien? ¿Y si no es un juego del cansancio? Las sombras se mueven en las paredes de su cubículo. Él no se ha movido, algo más lo ha hecho. Se paraliza por un momento, dejando de trabajar. Advierte el sudor frío y pegajoso que cubre las palmas de sus manos. El cuello acalorado rozando la camisa empapada. El flujo de su sangre viscosa bombeada por un corazón que va más rápido de lo que debería. En el mayor silencio posible traga saliva ruidosamente, dejando una boca completamente seca y mustia. Su nuca arde por el contacto de una mirada más intangible que el aire. Su cuello nunca ha estado tan preparado para mirar a otro lado, pero está tan quieto como una estatua de museo. Allí no hay nadie, todo el mundo se ha ido ya, nadie puede quedar ya. Solo está él.

Ve una sombra sigilosa acercarse hacia él. Una silueta imprecisa fundida en la penumbra. Imagina sus intenciones, siente su contacto, se estremece con su mirada. Qué puede ser, que podría querer. ¿Acaso está ahí? ¿Cómo puede saber sin ver? Pero su piel lo percibe, su corazón lo anticipa. Solo hay una escapatoria. Mirar para escapar de su hechizo. Girarse y afrontar el terror. Sus ojos intentan ver más allá de sus capacidades. Sabe que tendrá que moverse, sabe que debe girar la cabeza y mirar a sus espaldas. Le falta el aire, pues apenas se atreve a respirar. Tiene que hacerlo. El roce de algo en su nuca, el vello de todo su cuerpo erizado, un zumbido en su cabeza que lo acalla todo, un dolor que le arde en el pecho. Se mueve muy despacio, sigiloso como un gato. Sabe que no es suficiente, que ni siquiera ha empezado a moverse. Lo otro le ha visto. Debe darse prisa. Flexiona los dedos. Ahora o nunca. Se voltea en la silla.

Mira a sus espaldas.

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5 comentarios

  1. 1. Aradlith dice:

    Qué tensión de historia, me ha encantado. Sobre todo porque dejas todo a la imaginación del lector. He conseguido empatizar con el protagonista de tu historia, quizás porque recurres al miedo más primitivo del ser humano.
    Un saludo.

    Escrito el 28 noviembre 2014 a las 17:53
  2. 2. Job Peró dice:

    Por Dios!! Quién es!!?? Dínoslo!!!
    Un gran relato que engancha desde el primer komento. Felicidades. No hace falta saber quién está detrás, basta con saber que está muerto de miedo.
    Por cierto, si te pasas por mi relato, el 12 (la habitación de invitados), igual conoces al niño que mencionas.

    Escrito el 2 diciembre 2014 a las 01:42
  3. 3. MON dice:

    Me gustó tu relato, muy buenas las descripciones del lugar de trabajo y de las sensaciones que transmite el personaje principal.
    El texto te hace ponerte en el lugar del protagonista, y creo haber experimentado esa misma sensacion como de sentir alguien o algo detrás de ti mientras estas frente a tu ordenador grrrrrr…escalofrio.
    A pesar de que no ocurra casi nada de acción en la história logras que el texto no se haga aburrido y monótono.
    Muy bien escrito. Me gustó la forma en la que escribes.

    Escrito el 2 diciembre 2014 a las 17:00
  4. 4. José Torma dice:

    Que tal Jorge?

    Muy bueno, creo que si me has dicho quien era te hubiera ido a buscar y golpearte jaja, tu relato es muy pulcro, muy bien escrito. Manejas el lenguaje con una sencilles que le da una belleza diafana… la neta me gusto mucho, sobre todo por la sabana superprotectora, que yo tambien utilice en mi relato y que tanta risa ha ocasionado jaja

    Muchas felicidades, me ha gustado mucho.

    Escrito el 3 diciembre 2014 a las 23:28
  5. 5. Aurora Losa dice:

    Jo, ¿final abierto? Reconozco que soy amiga del humor y, teniendo en cuenta la escena de tensión que has creado, yo habría cerrado con el vigilante nocturno ofreciéndole un café de la máquina del pasillo.
    De todos modos, como acabo de decir, has creado un ambiente perfecto, jugando con ese miedo que nos entra a todos y la paranoia cuando sabemos que estamos solos en un lugar grande, en el que cada resquicio esconde un asesino en ciernes.
    Muy buen trabajo, enhorabuena.

    Escrito el 10 diciembre 2014 a las 10:33

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