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El viaje estudiantil - por Fedra

El viaje estudiantil ya tenía fecha, quedaba un mes para ultimar detalles. Las autorizaciones habían sido firmadas y recolectadas por los Profesores, mientras tanto en la escuela todo marchaba con normalidad.
Eran treinta y tres jóvenes que finalizaban su nivel de estudio secundario y festejarían el egreso en la montaña. Frente a la gran demanda de lugares eligieron esta opción por las distintas actividades que proponía la agencia de viajes.
La ansiedad de cada uno se acrecentaba con el correr del calendario. Por su parte, los tres Profesores que acompañarían al grupo estaban en su etapa de realizar correcciones y entregar sus respectivas notas, debían dejar cerrado el libro de temas y organizado el acto de fin de año para el regreso.
Hasta que llegó el gran día…Una gran bandera colgaba del ómnibus que llevaba el nombre de la escuela. La alegría de los jóvenes y las ganas por emprender la marcha se reflejaban en sus rostros. De los Profesores iban dos mujeres y un hombre, el coordinador de la empresa, el chofer y treinta adolescentes deseosos de partir.
El lugar no quedaba lejos, pero se encontraba a gran altura, en la precordillera de Los Andes. Entre canciones, risas y alguna broma iban todos felices. Cerca de diez horas viajaron por caminos de asfalto y luego de piedra. Llegando a destino el chofer mandó a llamar al coordinador, le habló al oído y éste pidió silencio.
– El ómnibus ha pinchado un neumático, bajaremos un rato, traten de no dispersarse por favor –dijo.
Mientras el chofer cambiaba el neumático algunos tomaban mate en círculos, otros iban a orinar por ahí y los Profesores controlaban que no se fuesen muy lejos. Cuando estuvo en condiciones comenzaron a subir, la Profesora tomó lista y tuvo que pedir silencio tras la euforia que llevaban los jóvenes.
– ¿Aníbal? –dijo mientras veía que levantaba la mano.
– ¿Ulises?
– ¿Ulises? –repitió pero no estaba.
El Profesor bajó para ver si aparecía. Nada. Estaba oscureciendo. Camino hacia unos montes pero no lo vio. Arriba comenzaban a preocuparse. La otra profesora les preguntaba con quién había estado Ulises. El coordinador acompañó al Profesor junto con tres jóvenes que seleccionó.
El lugar presentaba piedras enormes, arbustos altos, arena y piedras pequeñas en el suelo. Con linternas y sin separarse demasiado comenzaron a caminar. Un arroyo bajaba y podía oírse el ruido del agua. Llegaron ahí pero no había ni rastros. Decidieron subir costeando el arroyo. A unos cincuenta metros se veía una fogata. Se fueron acercando en silencio. Había unas seis personas encapuchadas, vestidas completamente de negro. Muy despacio continuaron acercándose y vieron a Ulises totalmente desnudo atado de pies y manos. Lo que siguió fue difícil de olvidar. Cada uno de los encapuchados sacaba un cuchillo de las brasas y marcaba a Ulises en el cuerpo, los gritos y la sangre impresionaban a los observadores. Y luego venía otro y lo marcaba en el cuello. Se acercó el que parecía ser el jefe y después de unos movimientos, como pertenecientes a un ritual, le cortó la cabeza.
Uno de los alumnos comenzó a vomitar, los demás quedaron aterrados. El coordinador hizo señas de regresar en silencio. Sin encender las linternas, con mucho cuidado y descorazonados volvieron al ómnibus. Sin contar lo sucedido y con caras de pánico le pidieron al chofer que arrancara y partieran rápidamente.
– Por fin llegaron, sanos y salvos –dijo la Profesora – apenas ustedes salieron regresó Ulises.

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