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Un nuevo amanecer - por Abelino

Web: http://fwhmepsylon.wordpress.com/

Te hallas en una camilla en una sala iluminada con luces blancas. El lugar hiede a la asepsia clásica de una sala de cirugía. Intentas mover tus extremidades, pero tus pies y manos están encadenados con unas correas que se enganchan a la propia camilla. Un hombre de avanzada edad, alta estatura y cubierto con una larga bata blanca se acerca, te clava una jeringuilla en tu brazo y la rellena con tu propia sangre. Continúan las pruebas durante horas, examinándote el cerebro de todas las formas médicamente posibles.

Cuando finalizan de experimentar contigo te hacen pasar al típico cuarto de oficina. Te diagnostican esquizofrenia, en un estadio muy avanzado. Al recetarte medicamentos antipsicóticos te comentan que son capaces de cambiar el equilibrio químico de tu cerebro ayudándote a controlar los síntomas, siendo así el tratamiento más efectivo para poder tratarla.

Un mes más tarde las alucinaciones han desaparecido y, aunque la medicación te aletarga y no te permite pensar con lucidez, puedes proseguir tu vida. Sin embargo ésta se acaba limitando al mero hecho de ir y volver del trabajo a casa. Has intentado conocer nuevas personas, pero por mucho que te rodees de gente sólo consigues sentirte más y más solo. Hasta que desistes en el intento, empiezas a descuidarte, a no valorar tu propia existencia, a pasar las noches encerrado en tu casa a solas con tus pensamientos.

Comienzas a comprender que la gente, los lugares más importantes para ti… no han desaparecido, no se han muerto. Sino mucho peor, nunca han existido. Te sientes abandonado en los límites de tu existencia. Cada noche, mientras enciendes un cigarrillo, comienzas a torturarte. Cierras los ojos y te acuerdas de tu gran amigo que conociste en la universidad, cuyo rostro ni siquiera eres capaz de encontrar en las fotos que guardas en el cajón de la mesita. Vagabundeas de un lado a otro de la casa y tu mente da otro salto temporal, ahora hasta llegar a ella y encontrarte a su lado, viendo amanecer desde la terraza, arropados con una manta. Tu mente te acribilla con un espectro de felices recuerdos, cada cual más perturbador y siniestro, ya que ninguno de ellos los viviste realmente. Los recuerdos van sucedidos de enormes descargas de adrenalina que golpean tu pecho, haciéndote sentir un dolor insoportable que apenas te permite respirar.

Sumergido entre tinieblas escuchas un ruido. "Toc". "Toc". "Toc". Los golpes en la puerta consiguen sacarte de tus atormentados pensamientos. Al abrirla aparece frente a ti una mujer preciosa, atractiva, de semblante pálido y vestida con ropas ajustadas y oscuras. Te pregunta si quieres beber algo y contestas que encantado. Acto seguido saca unas agujas de una pequeña caja y te susurra al oído con voz lasciva "es para bebernos nuestra propia sangre".

Despiertas al día siguiente. O quizás han pasado dos días. La luz de la ventana te indica que el sol está en lo alto. A duras penas te pones en pie y te miras en el espejo. El reflejo te muestra un hombre magullado, con cortes por todo el cuerpo. ¿Intentaste suicidarte? Repasas la medicación y te das cuenta de las dos pastillas que deberías haberte tomado. Sin tratamiento las fantasías son capaces de apoderarse de ti.

No soportas verte en ese estado, quieres dejar de castigarte, volver a ilusionarte por la vida, volver a sonreír y decides empezar de nuevo en un lugar que no esté ligado a recuerdos tan dolorosos. Te diriges al aeropuerto y coges el primer vuelo en dirección a cualquier parte predispuesto a empezar allí una nueva vida.

Subes al avión y te acomodas en tu asiento, te pones el cinturón y alzas el vuelo. Observas por la ventana cómo se empequeñece el mundo hasta atravesar las nubes y llegar al cielo. Una azafata se te acerca y te ofrece agua, que rechazas con educación. Los pequeños instantes de caída libre te hacen entender que habéis entrado en una zona de turbulencias. Por unos instantes deseas que el avión pierda el control, que se precipite desde miles de metros al vacío. Los rostros del resto de pasajeros, relajados y distantes en un principio, se van modulando paulatinamente, conforme las turbulencias se prolongan, hasta llegar al pánico y el horror. Sientes las sacudidas incontrolables del avión. ¿Será otra alucinación? Miras en tu bolsillo, pero cuentas las pastillas y sabes que has tomado la medicación adecuada. No puedes sino esbozar una sonrisa mientras das gracias a dios de que el avión comience a caer.

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