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AITUTAKI - por Teresa García

“Hoy, en esta isla, ha ocurrido un milagro”. Y es que no importa lo que hagas para evitarlo, te pongas como te pongas, la vida te encuentra. Esto es Aitutaki, un diminuto paraíso, apenas un punto, en el mapa del Océano Pacífico.
Abandoné Madrid, la cirugía y un matrimonio destrozado, al día siguiente de enterrar a mí hijo. Comencé una huida, hacia ninguna parte para escapar del monstruo negro del dolor. Pero darle esquinazo es complicado, cuando lo cargas en el equipaje. Después de dieciocho meses dando tumbos, llegué a Aitutaki al otro lado del mundo y sin dinero.
Decidí alquilar una habitación en el modesto Rino’s Motel de Arutanga la capital. Cuando se dio cuenta de que no la podía pagar, Kaha, la dueña de ojos vivaces y sonrisa abierta, me puso a pelar patatas. A sus 45 años, Kaha Rino mueve con rapidez y agilidad un gigantesco cuerpo de más de 100 kilos de peso. Enérgica y trabajadora, al mirarla no ves una pobre viuda, con cinco hijos; sino una fuerza de la naturaleza capaz de hacer de madre y padre mientras gobierna un hotel. Cuando ella empezó a llamarme Mo\'emo\'e, La Solitaria ya nadie volvió a acordarse de Mónica.
– Dame tiempo, descubriré para que sirves. Me dijo en inglés.
En su cocina, mientras la monotonía arrulla la conciencia, han ido pasando los días hasta ayer por la tarde. Estaba cortando las verduras para la cena sin poner atención a lo que Tapeme el cocinero refunfuñaba, cuando escuchamos un tremendo estruendo y gritos. Salimos al exterior, por la puerta de servicio del edificio principal. Una casa de madera de dos plantas pintada de verde y blanco. Frente a la fachada y tirado en el suelo como muñeco roto, estaba el menor de los hijos de Kaha, al que todos llaman Iti, (poquito) en maorí. Al parecer se había caído del tejado cuando intentaba recuperar la pelota con la que juega siempre.
– No lo toquéis. –Grité a la gente que se arremolinaba a su alrededor.
– Llamad a una ambulancia.
Con la seguridad que da la experiencia, aparté a la gente y comprobé las constantes. Respiraba, pero tenía facturas evidentes de las extremidades y en la cabeza sufría un fuerte traumatismo. Allí no podía hacer nada por él. Teníamos que llevarlo al hospital. Para levantarlo correctamente, pedí a Paki, el hijo mayor de Kaha que sujetara el abdomen y los muslos de su hermano y Tipeme, se ocupó de las piernas. Yo me encargué de la cabeza. Al unísono, pusimos al niño, en una improvisada camilla. De allí, a la trasera de la Toyota Hilux del motel, que alguien había acolchado con mantas. Durante el trayecto fui detrás con Iti, mientras Paki, conducía hasta el hospital, con su decidida madre, sentada al lado.
El hospital de Aitutaki, es un pequeño complejo de cinco edificios blancos de una sola planta. La camilla llegó rápidamente, mientras los sanitarios me preguntaron por el estado del niño.
– Hay que intervenirlo de urgencia. Respondí
– El Dr Koko, está operando en este momento y el Dr Matwesno está en una urgencia. –Nos informaron. –Tendrá que esperar.
Pero el estado de Iti no admitía dilación. El peso de la responsabilidad, atrajo el recuerdo y aterrada, sentí el impulso de volver a huir. Mientras retrocedía, salían de mi boca una retahíla de incongruencias, me deshacía en escusas y movía la cabeza, como atontada, en un bucle de negación constante. Kaha desesperada, aferro mis hombros con sus dos manazas y me dio una fuerte sacudida. Me miró a los ojos y me dijo.
– No hay nadie más, solo tú puedes ayudarlo –Y añadió en español. – Por favor.
– Si. – Cabeceé para asentir, con lo que fue más un gemido, que una palabra articulada.
– ¿Tienen algún quirófano libre? Inquirí al personal sanitario.
– Si, uno. – Contestó un enfermero.
– Pues prepárenlo.
De madrugada empezó a llover. El agua caía como si se hubieran abierto los cielos, chorreando con estrépito desde los canalones del tejado del hospital. El calor se pegaba a la piel y la perlaba de sudor. El aire era tan denso que costaba respirar, pero allí estaba yo con la mascarilla pegada a la cara, luchando, contra mi antigua enemiga. Su arma la guadaña, la mía un bisturí. “¡Esta vez, gano yo!”
Al alba, agotada, he sido testigo del milagro. El sol rasgo las nubes. La tormenta ha cedido mientras la luz hacia encogerse a las tinieblas. ¡Comenzaba un nuevo día!

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3 comentarios

  1. 1. Cesar A. Martin dice:

    Enhorabuena, buen relato. Nos llevas a las islas del pacífico acompañando a Mónica en su huida. Consigues transmitir su angustia y su liberación. El entorno parece ser recurrente para esta escena, también lo he elegido yo, entre otros muchos.
    Un saludo. Nos leemos

    Escrito el 29 diciembre 2014 a las 00:57
  2. 2. Ángel Gabriel dice:

    El relato esta bien entramado, tiene nudo, buena descripción de los personajes, tanto el principal como lo secundarios, hay conflicto interno, subjetivo, introspectivo del personaje central, los diálogos están bien logrados, lo que hace fluida toda la lectura del texto, el final es un cierre muy bello y poético, que deja abierta la interpretación para el lector a su imaginación que sucedió con el niño si vivió o murió lo cual es un buen cierre.
    La suerte mía es que no me toco criticar tu texto,porque me hubiera sido difícil encontrar puntos débiles. ¡¡¡¡¡¡¡EXCELENTE TRABAJO!!!!!!!!
    Si tienes tiempo lee el mio es el 106 los BALSEROS. Espero tu opinión.

    Escrito el 30 diciembre 2014 a las 22:11
  3. 3. David Rubio dice:

    Hola Teresa,
    La historia de vida y superación que planeas, está muy bien. Una cirujana que no pudo salvar a su hijo, pero a la que el destino le reserva una segunda oportunidad. Es un clásico que siempre funciona. A nivel de forma es donde el texto es mejorable.
    1. ¡Demasiados nombres y personajes!. Llega un momento en el que uno se pierde cuando, en el fondo solo interesan tres: Mónica, el niño que va a salvar y, a lo sumo, la madre de este. Todos los demás no son nadie y encima con los nombres tan peculiares se hace difícil seguir quien es quien.
    2. Hay errores de puntuación. Por ejemplo: Comencé una huida, hacia ninguna parte para escapar del monstruo negro del dolor. Aquí la coma debería ir después de ninguna parte.
    3. En los guiones de los diálogos después del guión se escribe con minúscula. Por ejemplo:-No lo toquéis. –Grité a (sería grité)
    4. No me convence como seguiste la frase obligatoria. Si la quitas de tu relato, no pasaría nada.
    5. A veces complicas en exceso las frases. Por ejemplo: Cuando se dio cuenta de que no la podía pagar, Kaha, la dueña de ojos vivaces y sonrisa abierta, me puso a pelar patatas. Hasta ese momento no sabemos quien es Kaha y como la narración acompaña a Mónica, parece que ese “se dio cuenta” se refiere a Mónica. Son detalles que hacen que la lectura no sea fluida en ocasiones.

    Por otro lado tienes muy buenas maneras. Hay un momento genial cuando enfrentas a Mónica con la Muerte. Una con el bisturí, la otra con la guadaña.

    Saludos y mis mejores deseos para este nuevo año.

    Escrito el 31 diciembre 2014 a las 15:15

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