Cookie MonsterEsta web utiliza cookies. Si sigues navegando, entendemos que aceptas las condiciones de uso.

Do you speak english?

¿If you prefer, you can visit the Literautas site in english?

Apuntes, tutoriales, ejercicios, reflexiones y recursos sobre escritura o el arte de contar historias

<< Volver a la lista de textos

«En una Isla Penal de los Mares del Sur» - por Alonso García-Risso

Web: http://garcia-risso.blogspot.com - Ciudad Literaria

«En una Isla Penal de los Mares del Sur»

“Hoy, en esta isla, ha ocurrido un milagro”, pensó.
“Anoche, esta colonia penal estaba repleta de presos y guardias.
“¿A dónde se habrán ido, en medio de la noche y el mar?
“He dado vueltas por todos lados. Estoy sólo, no encuentro a nadie.
“Dios ha escuchado mis ruegos para dejar esta isla”.

Melchor Díaz, conocido en el hampa como ‘El Coipo’, cumplía una condena de cinco años, por robo en una mansión de las afueras de Concepción. Llevaba cumplido un año de reclusión, en la isla penal.
“El dueño de la mansión resultó ser un abogado implacable que, no paró hasta mandarme a este penal”, comentó El Coipo a los residentes, cuando arribó a Isla Santa María”. Luego, con resentimiento: “Creo que el abogado más que, por implacable y duro —como se mostró en el juicio—, obró por el miedo que lo aguijoneaba desde aquel día en la mansión”.
El régimen carcelario en Santa María era relajado; pues, no había dónde o cómo escapar: Una franja de mar con corrientes traicioneras y peligrosas, separaba la isla del continente; justo en medio del Golfo de Arauco, en plena Cuenca del Carbón. A veces en días despejados y mar en calma; se podía divisar desde la isla, los poblados costeros de Lota, Coronel y Schwager, sólo como un espejismo.

“Ayer fue mi cumpleaños, bebí la cebada fermentada que guardaba para la ocasión; por esa razón, luego de ordenar el silencio los guardias, me escabullí de la barraca hasta el lugar en que tenía escondida la bebida.
¡Me olvidé de todo!
No supe cómo me arrebató el sueño, ni cómo dormí sobre los pastos y hierbas del lugar.
Al alba —molido y con un fuerte dolor de cabeza—, volví a la barraca y no encontré a nadie…
“Esta situación, es una respuesta del cielo a mis plegarias, para estar sólo conmigo mismo, para reflexionar y enmendar la plana, para cambiar de vida.
“Aún soy joven y tengo fuerzas, para trabajar en el campo con los hermanos de María, que me espera en Mulchén”.

Melchor guiado por la curiosidad y lo extraordinario de la situación se armó de valor y se dirigió a las instalaciones de la dotación de gendarmería. Al igual que en el resto de la isla no encontró a nadie, algunas puertas se encontraban abiertas; y, muchos indicios indicaban que los moradores habían hecho abandono de las instalaciones, precipitadamente. Siguió inspeccionando oficinas y despachos; después de un rato, decepcionado, decidió dejar la edificación, entonces escuchó una débil trasmisión radial que provenía de una de las oficinas. En una de ellas, halló un equipo encendido, en el que no había reparado antes. Repetía un comunicado monótono: «Alerta de Tsunami en el Pacífico Sur. Frente de olas de 10 a 20 metros de altura, arribarán a las costas de América de Sur entre Callao por el norte y Valdivia por el sur, a las 14:00 hora continental. La autoridad marítima ordena evacuar islas y zonas costeras con menos de 100 metros sobre el nivel del mar…»

Como picado por una avispa, se electrizó; comprendió al instante el carácter ‘milagroso’ de la situación: la borrachera que se había pegado, la isla desierta, la evacuación precipitada de toda la dotación y lo entendible de su abandono en la isla.
¡Todo adquiría sentido, de sopetón!
Corrió al edificio donde se encontraba la cocina y la bodega de almacenamiento, forzó la puerta de ésta y tomó lo que le pareció más apropiado para el caso. Con lo que halló, llenó un saco que encontró a mano, también cargó un bidón con agua.
Luego —rápidamente— se dirigió a la parte alta de la isla. El frente de olas, en esos momentos comenzaba a barrer con todo lo que encontraba a su paso; justo donde momentos antes, él se hallara totalmente desprevenido.
Un escalofrío le recorrió la espalda; y, tuvo certeza de que su vida corría peligro; pues la isla —le pareció—, no tenía la altura suficiente sobre el nivel del mar. Con sobrecogimiento, cayó de rodillas y una oración fue saliendo —espontánea—, de su atribulado corazón:

—Señor, si escuchas mi plegaria y es tu voluntad conservarme la vida, ‘te prometo cambiar’ —dijo con Fe que creía perdida, hacía muchísimo tiempo. Bajó la cabeza, hasta dar contra el suelo. Notó que la paz perdida, de nuevo, inundaba su corazón arrepentido; y, sólo entonces, comprendió que su vida había dado un vuelco.

¿Te ha gustado esta entrada? Recibe en tu correo los nuevos comentarios que se publiquen.

2 comentarios

  1. 1. Macnarez dice:

    Hola.
    Te escribo porque yo fui uno de los que comenté este texto. Así que lo dicho: me gusta mucho la historia y el personaje, y esa sorpresa que tiene reservada el texto, que además da sentido a todo.
    Un placer haberte leído, y haber sido uno de los que comentaban el texto. Seguiré leyéndote, aquí o en los comentarios. Y espero que lo que te escribí te resulte de ayuda.
    Saludos.

    Escrito el 29 diciembre 2014 a las 14:38
  2. 2. Tavi Oyarce dice:

    Yo fui uno de los que analizó tu cuento, Espero que sean de utilidad en este oficio tan lindo y difícil de escribir.
    Te deseo un año 2015 de mucha inspiración.
    Saludos

    Escrito el 30 diciembre 2014 a las 23:22

Deja un comentario:

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.