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Otra ronda de gaseosa - por Alice Clavel

Hoy, en esta isla, ha ocurrido un milagro. Tiene que ser el agua que la rodea, a la que he acabado cayéndome, que me ha hecho invisible, si no, no es posible. La isla es mía. Bueno mía y de mi hermana, y un poco también de nuestras amigas Paula y Sofi, pero más mía que de nadie. La primera vez que la vi, al poco de llegar a la casa nueva que, en realidad, era vieja y vetusta pero nueva para nosotras, me enamoré, uno de esos flechazos que te quitan el aliento y te dejan alelada, toda sonrisas. Escondida en un recodo del río, cubierta de maleza, parecía suplicarme: ¡mírame, quiéreme, ocúpate de mí! Y eso mismo fue lo que hicimos. Desbrozarla, hasta que no dejamos más que hierba de un verde rabioso, con sus fresas silvestres, algunas matas de flores de san José y violetas, y el árbol eso sí. Preciosa quedó. Un poco desnudita, pero preciosa. Las raíces huecas del árbol nos permitían guardar al abrigo de la lluvia los banquitos en los que nos sentábamos para hacer meriendas de gaseosa y galletas, con los pies descalzos escondidos entre la hierba. Un chorrito de La Pitusa para la isla, que agradecía la libación con un movimiento atolondrado del follaje del árbol y otra ronda de galletas, que el trabajo de la tierra da mucho hambre. Eso los días normales, pero hoy no he arrancado hierbas ni he puesto ramas en el río para poder cruzarlo sin mojarme, ni siquiera he sacado uno de los banquitos de su escondite del árbol. Al volver de la escuela era ya casi de noche pero tenía ganas de verla, de estar un ratito a solas en mi isla. Llegué corriendo, sin pasar por casa, y desde la isla vi que mi madre estaba trabajando en la huerta. Me apoyé contra el árbol y ahí me quedé sin hacer ruido, viendo poco a poco caer la noche. Hacía frío pero no conseguía despegarme del árbol, nunca había estado tan bien en ningún otro sitio, nunca, nunca, nunca y se lo dije varias veces al árbol, para que alguien más lo supiera. Al final me despedí del árbol, porque creía que había croquetas para cenar y eso sí que no me lo podía perder, así es que, tras un último saludo al árbol y al resto de la isla, puse un pie en el entresijo de ramas que nos permitían cruzar el río, mientras cantaba en mi cabeza la musiquita del circo. Debía de faltarme el paraguas de equilibrista porque antes de poder darme cuenta de lo que pasaba, ya tenía la cabeza más abajo que las piernas y me estaba cayendo al río, que me recibió con un pluf! del tamaño de mi descuido. ¡Ostras, qué fría!, Me quedé petrificada pensando que tenía que ir a quitarme la ropa mojada antes de pillarme una pulmonía, pero sin querer pasar chorreando delante de mi madre, como un pollo aterido, lo que me haría merecedora de un paquete entero de gritos de esos que paralizan al enemigo y que vienen siempre acompañados de una mano voladora que te deja patidifusa, con la cabeza al revés, mirándote los talones. Muerta de miedo, consultaba bajito a la isla: ¿Y ahora qué? ¿y ahora qué? Y de pronto, la copa del árbol se movió sin que hubiera viento, salió la luna y alumbró a mi madre que se quedó perfectamente inmóvil con la azada en alto: se había dormido de pie, no me lo podía creer. Presintiendo que la catatonia no le duraría mucho, pasé escopeteada y corrí por toda la huerta hasta llegar a casa, jadeando pero sintiéndome como una verdadera superviviente. Rápido, rápido, quitarme la ropa, meterla bien al fondo de la cesta de la ropa sucia, ponerme el pijama de felpa, las zapatillas, lavarme las manos y la cara, secarme el pelo y quitarle las hojas y ramitas, calmar el corazón que se me sale del pecho y bajar a la cocina a sentarme modosa frente a mi madre, más silenciosa y abstraída que de costumbre, que ni siquiera me pregunta qué demonios hago en pijama a esas horas. Fuera de peligro, cojo una inspiración grande y la voy soltando despacito mientras le prometo a la isla ración doble de gaseosa para mañana.

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4 comentarios

  1. 1. Job Peró dice:

    Hola, Alice. Este mes me ha tocado comentar tu relato. Me encanta la magia que desprende. Pásate por el mío. Me gustaría conocer tu opinión, aunque quizás mi relato no tenga este mismo tipo de magia!

    Escrito el 28 diciembre 2014 a las 20:38
  2. 2. beba dice:

    Hola: ¡Qué buen relato, fresco y mágico!
    Y con un ritmo muy adecuado y un excelente manejo del lenguaje.
    Lo mejor, las ocurrencias: las croquetas, el pijama, la magia que adormece a la mamá para que no te vea entrar-
    Excelente. Me encantó. Feliz 2015
    PD: El mío es el 39.

    Escrito el 29 diciembre 2014 a las 03:45
  3. 3. Margarita Graña dice:

    Encantador relato! lleno de picardía infantil y magia.
    Te felicito.
    El mío es el 108. Es mi primer relato! Me encantaría recibir tus comentarios.
    Saludos

    Escrito el 29 diciembre 2014 a las 13:33
  4. 4. David Rubio dice:

    Desde luego sabes narrar. Quizás una separación de párrafos ayudaría a la lectura.
    Un relato agradable de leer.
    Muy buen trabajo

    Escrito el 19 enero 2015 a las 22:48

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