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EL HOMBRE DE ARENA - por JOSE VICENTE PEREZ

Hoy en esta isla, ha ocurrido un milagro. La receta, pergeñada por mi psiquiatra, de que un retiro en Lanzarote obraría maravillas en mí depresión, estaba siendo un fracaso. Llevaba varios días paseando incansable y atiborrándome de refrescos.
Una de mis caminatas por el paseo de la playa, me lleva a conocer a Nono.
Es un isleño que ya frisa los setenta. Su cuerpo bronceado, producto de una vida al aire libre, es fibroso y de piel curtida. El pecho, con la pelambrera nevada, le da un aire de viejo lobo de mar.
Es escultor de figuras de arena. Los turistas, tostados tras un día de playa, su público y crítica.
Construye un mundo de sueños y fantasía en poco más de dos metros cuadrados.
El día que le conozco, trabajaba en un nuevo diorama titulado “El nacimiento de África”. Era complejo y bello. Al fondo, una familia de elefantes, esculpidos con gran realismo, aparecía acostada en el suelo, improvisando un lecho mullido y confortable. Apoyada en el vientre del más grande, una beldad de rasgos africanos acaricia su vientre fertilizado, a punto de parir. En la piel tersa aparece dibujado el contorno del continente africano. La diosa mira amorosamente hacia la panza henchida, sabedora de que su vástago será hermoso y lleno de misterio.
Me detuve a contemplarlo admirado. Permanecí más tiempo de lo habitual absorto, como pegado al suelo, reteniendo cada detalle, cada alegoría plasmada en arena.
Nono me observaba en silencio. Subió los cuatro escalones que le separaban del paseo y se me acercó despacio, balanceándose como un viejo frailecillo marino.
-Se ha quedado clavado, mi niño –me dijo con ese acento dulce de los isleños.
-Sí, lo admito –dijo sonriendo a su tez curtida-. He visto innumerables obras hecha de arena, pero ninguna me decía nada. No había mensaje.
Señalé al elefante.-Esta es la primera vez.
Nono se rascó la calva morena y mostró una sonrisa socarrona.
-Ah, entiendo ¿Y qué mensaje le susurra mi obra, si puede saberse? –preguntó interesado.
Meneé la cabeza, dudando. –No lo sé muy bien. Tal vez que el mundo entero proviene de una deidad globalizada. No de una única divinidad.
El viejo pirata guiñó un ojo azul, mostrando una dentadura blanquísima.
-Pues no anda alejado, mi niño. Yo no soy hombre profundo, pero algo de eso quise expresar al hacerlo.
Quedamos los dos en silencio, contemplando su obra, a la luz rojiza del atardecer.
-Por cierto –adelanté mi mano presentándome- . Me llamo Jaime.
-Nono me dicen –respondió estrechando la mía con su mano encallecida por el trabajo.
-¿Está de vacaciones? –inquirió buscando conversación.
-Si. Algo así. Huyendo un poco de mi pasado y retrasando el futuro.
-Uy, uy, uy –canturreó entre dientes. Mala cosa. –Miró hacia el mar quien sabe si evocando tiempos mejores. –El pasado no desaparece –agregó-. Se puede esconder en un armario. Pero algún día no tendrá más remedio que abrirle la puerta.
-¿Y el futuro? –le interpelé paladeando cada una de sus palabras.
-¿El futuro? –Negó con la cabeza. –Si lo retrasas es porque ya lo intuyes. Si lo conoces, ya no es futuro, sino presente. No se engañe, amigo. El porvenir debe ser ignoto. Por eso es fascinante e inquietante a la vez. El presente es como un caramelo que ya desenvolviste. Una vez visto, pierde el encanto.
-Tiene razón –asentí-. Nada de lo vivido estos meses atrás o lo que pueda llegar en los próximos, me es desconocido. Hasta puedo anticipar el devenir.
-Entonces –respondió colocando su mano en mi hombro- descanse el tiempo que esté aquí y vuelva luego a enfrentarse con los problemas.
-La vida es solo constancia y trabajo. Llevo treinta años trabajando la arena. Y veinte aquí, en esta playa.
-¿Quiere decir que vive de esto? Pero, ¿y el invierno?
-El invierno aquí es como cualquier otra estación. Tengo mi pensión de marino, claro. Pero la mayor parte del tiempo la paso al pie del mar. La nochebuena pasada estuve aquí, vigilando mi obra, escuchando tocar la guitarra a un amigo que cenó en mi compañía.
-¿No tiene familia? –inquirí con atrevimiento.
-No, mi niño. El tren de la vida se fue parando, y en cada estación se bajó un ser querido. Así que me quedé solo con mi amiga de polvo canela.
Así seguimos charlando esa tarde y toda la noche hasta que el amanecer tiñera de rojo el horizonte.
Al despedirnos me recordó su consejo. “Afronta tus problemas de cara y pon rumbo a favor del viento”.

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7 comentarios

  1. 1. Miranda dice:

    Hola Jose Vicente, fuí una de tus comentaristas anonimas. Me encantó tu relato como ya te comentaba. Solo quería identificarme.
    Saludos

    Escrito el 29 diciembre 2014 a las 12:48
  2. 2. lunaclara dice:

    Hola! Yo también fui una de tus comentaristas. Fue un placer, de verdad. Es un relato muy original y muy bien descrito.
    Felicidades!

    Escrito el 29 diciembre 2014 a las 13:08
  3. 3. JOSE VICENTE dice:

    Buenos días Miranda y Lunaclara
    Muchísimas gracias por vuestros comentarios.
    Os deseo una fenomenal entrada de año.
    Besos

    Jose

    Escrito el 30 diciembre 2014 a las 08:47
  4. 4. Nélida dice:

    Me gustó tu relato, el marino convence y tu prosa es sencilla y elegante. Tengo ganas de irme a ver esas esculturas y conocer a Nono

    Escrito el 6 enero 2015 a las 04:46
  5. 5. Ratopin Johnson dice:

    Me ha encantado Jose Vicente. El mensaje es universal, atemporal y los personajes muy creíbles. Escribes sencillo, pero claro y llegas fácilmente.

    Escrito el 6 enero 2015 a las 12:17
  6. 6. JOSE VICENTE PEREZ dice:

    Gracias Nélida y Ratopin
    Son muy amables vuestros comentarios. El relato se me ocurrió en un viaje a Canarias que hice. El escultor es real, y el personaje ficción. Estuve una semana y comprobé que vivía por y para sus esculturas.

    Escrito el 7 enero 2015 a las 08:35
  7. 7. KMarce dice:

    He llegado a la lectura cuarenta y cinco. Fue un placer leerte. Sencillo, ameno, no hay gran drama, como una escena que nos puede pasar a cualquiera.
    Lo he venido diciendo, hay talento. Eso no hay duda.
    Me mueve a comentar, que el ensayo es para corregirnos, no sé si es por cuestión al momento de cargar el trabajo, ya que es la segunda vez que leo lo siguiente, los diálogos cortados.
    Cada vez que un guión de apertura aparece, la norma es pensar en la intervención de otro interlocutor, por lo que me perdí micro segundos hasta que la misma lectura me indicaba que era el mismo personaje hablando.
    Este ha sido lo único que puedo marcar para mejorar, si acaso usaste esta forma. Manten la conversación unida a los guiones descriptivos, así creas continuidad.
    Por lo demas, solo encontré encantador el relato.

    Escrito el 28 enero 2015 a las 21:42

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