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La isla - por Arameo
Hoy, en esta isla, ha ocurrido un milagro: se han sucedido tres eventos que me permiten estar escribiendo estas, tal vez, mis últimas palabras con la esperanza efímera de que algún día alguien pueda dar cuenta de mi experiencia en este infierno y desista ante todo, de hallarse dentro de sus posibilidades, de caer en circunstancias similares. Mi nombre es Edmund Hobart, tal y como lo recuerdo. Carezco de recuerdos relevantes a cerca de las razones que me hicieron llegar hasta este lugar, así como el tiempo en el que se transcriben estas palabras mismas. Mi cordura se encuentra menguando entre las resignadas olas de esta isla y sin embargo espero, casi con suplica, que estos garabatos dentro de una botella arrojada al mar encuentren cabida de forma coherente en la mente inhóspita, de aquellos que desconocen el mal que se esconde tras la isla del mudo.
Pido aquel que pueda leer estas notas, creer ciegamente en mi cuando digo que la isla existe realmente, aunque todo lo demás que aquí os comparto pueda quedar en duda. He estado apunto de ver cegadas mis posibilidades de salir de esta isla, ahora es posible que tenga una oportunidad. Hace unos días comencé a aguardar esperanzas que me eran completamente ajenas desde el día que llegué. El primer evento ocurrió esa mañana, hace tres días. Me encontraba en la parte Este dentro de la cueva más grande en la parte alta del acantilado, cuando visualicé lo que parecía ser una embarcación en el horizonte lejano. Por las siguientes tres noches pude ver una luz tintinear de aquella figura inorgánica que parecía inmóvil dentro de aquel mar gris y tempestuoso. Mis acciones por atraer la atención de cualquier alma abordo fueron perdiendo terreno mientras la locura y desesperación abandonaban mi agotado cuerpo. Intenté todo cuanto pude pero fue inútil. Intenté convencerme de lo contrario pero incluso durante la primera noche estaba sumido en la más profunda desesperación. Fue en aquel momento, que sin reparar en ello hasta la mañana siguiente encontré una botella medio enterrada en las arenas de la costa Este. Desesperado por hallar algo que pudiera servirme de leña no le dí la mayor importancia a mi descubrimiento. Pero aquella mañana, sumido en las divagaciones a cerca de la ignominia de mi destino, caí en la cuenta de que mis paranoias y alucinaciones pudieran no ser del todo una representación etérea de mi mente. Hasta antes de aquel día pensé sin duda alguna que los sonidos y luces provenientes de las profundidades de la espesa maleza de aquella isla perdida, no eran más que frutos de mi delirante y cansada psique. Intento no pensar en ello justo ahora…
Dejen que les hable del segundo evento. No fue más que un pedazo de papel. Tan blanco e inmaculado. Una hoja blanca que contrastando con las rocas negras yacía inerte en ese ambiente decadente y oscuro, susurraba a mi oído una risa ahogada e irónica. Tenía que haber por lo menos alguien más en este mundo de pesadilla, alguien que se entretuviera, ya sea por conservar la cordura o bien por ahogar el demonio interior de la muerte, enviándome objetos que hicieran poco a poco una suerte de migas de pan. Una guía hasta mi destino final o un juego simple para mantener su mente ocupada. Pero veamos déjeme seguir con este flujo de ideas…
Mi amigo me ha mandado la última pista esta mañana, un juego completo de plumas y tinta, en un pequeño empaque de madera acompañadas de un corcho de botella en cuya superficie puede leerse (imploro que hasta para sus propios ojos) la frase 'onus probandi'. Esa frase despertó en mi un recuerdo delirante en el cual yo era transportado, esposas en mano, detenido como prisionero dentro de un buque pesquero. No se cuanto llevo varado en este infierno. Pero es tiempo de ver al demonio que se esconde más allá del silencio. No he hablado desde entonces más que en silencio para conmigo. Ahora espero estas notas rompan el silencio que se esconde tras la isla del mudo y dejen al diablo lejos de la superioridad que provoca el desconocimiento y la ignominia.
Hágase saber pues a todo aquel que irrumpa en este infierno que el demonio camina y ríe dentro de las hondonadas fúnebres que envuelven la voz muda de este pedazo de roca alejada del cielo. Y que el primer paso para salvar al engaño es saber que el diablo existe.
Ed H.
onus probandi…
Comentarios (2):
Julieta Ortiz
29/12/2014 a las 19:01
Hola, vuelvo a leer tu relato y me gusta más. Las evocaciones que encuentro de Poe y la misma Invención de Morel, como base para una locura que no se sabe si es propia o infundada, acertaste en una creación novedosa. Te felicito nuevamente, si quieres dar una lectura a mi relato, bienvenido. Es el titulado “La Tía Beatriz”. Buenas letras.
Trescatorce
30/12/2014 a las 20:32
¡Hola!
Enhorabuena por tu relato, es muy bueno, aunque creo que necesitaré una lectura más para comprenderlo del todo…
La narrativa es muy buena, y la ambientanción genial.
¡Saludos!