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Los niños milagro - por Lobita

Hoy, en esta isla, ha ocurrido un milagro.
Dos niños habían sido rescatados con vida del derrumbe de un hotel debido al paso de un tifón, donde al parecer todos los demás huéspedes habían perecido.
Comentaba una reportera frente a una cámara de una cadena televisiva extranjera que había llegado al lugar de la tragedia como buitre que busca despojos para seguir alimentando el morbo de las personas.
Un grupo de habitantes de la isla se apiñaba alrededor de los dos chiquillos para poder salir a cuadro una vez en sus vidas y sentir que la televisión les hacía justicia al usar sus imágenes.
Hasta el presidente de la isla quería ser protagonista a pesar de que era un cobarde que huyó con toda prontitud cuando se enteró que venía el evento climatológico, el sujeto que no se tocó el corazón para dejar a la población a su suerte y que ahora regresaba disfrazado con una luz de esperanza.
Los infantes incómodos, mojados hasta los huesos y con hambre, querían seguir buscando a sus padres como lo estaban haciendo antes de que llegaran las cámaras y toda esta gente que hacia demasiado ruido. Ellos, un niño de diez años y su hermana de ocho, no perdían las esperanzas de encontrar a sus progenitores con vida, así que lo que menos les importaba era la televisión.
La reportera del canal local los “habían localizado con vida” de manera pertinente, había contado con bastante suerte porque un camarógrafo avispado en la búsqueda de notas, puso su atención en esa dupla mugrienta y polvosa que rebuscaba entre los escombros, de inmediato tuvieron a unos sobrevivientes emblemáticos.
El paisaje de la isla era desolador, calles anegadas de agua donde las personas cargaban a los heridos o a los muertos. Llanto, angustia, tristeza y miedo era lo que inundaba el corazón atribulado de aquellos que seguían con vida. Debido a que el desastre era absoluto, la reconstrucción sería un tema largo y por lo demás doloroso, urgía la ayuda humanitaria y también la atención psicológica postraumática. Lo que se podía llamar como Protección Civil era realmente una parodia, ocasionado porque el presupuesto que el presidente de la isla debería haber dispuesto para esa área había desaparecido misteriosamente, así que los paramédicos habían tenido que realizar boteo para poder financiarse a lo largo de meses y años anteriores, con ello y con la ayuda de voluntarios a duras penas lograban un avance significativo en cuanto al rescate de cuerpos, de personas, y a la atención para los sobrevivientes.
Dos paramédicos que presenciaban la escena de la reportera comentaron:
– ¿Qué basura está contando esa rubia oxigenada?- comentaba una chica de cabello castaño, menuda vestida con casco, una blusa blanca y pantalones azules.
– Se está luciendo con ese par de chiquillos que pregona que rescató ella sola- contestó su compañero, un chico alto y de cabello oscuro.
– ¡Qué rescate ni que nada, esa, seguro no podría rescatarse ni a si misma!- agregó indignada.
– Será mejor que nosotros sigamos con lo nuestro, nada se puede hacer cuando la televisión ha atrapado a su presa.
Era demasiado tarde cuando pronunció estas palabras, su compañera ya estaba junto a la reportera increpándola.
– ¡Oye, tú, no tienes ningún derecho a usar a estos niños para tus fines egoístas!
La comunicadora enojada de tan repentina aparición carraspeó y le ordenó al hombre de la cámara: ¡Corte!
– Pero… si estamos en vivo – y siguió grabando ignorándola además esto elevaba el rating.
– ¿Y usted por qué interrumpe mi momento de gloria ¡ah! este acontecimiento tan emotivo para millones de televidentes?
– ¡Impidiendo que los niños sean explotados!
– ¡No te lo voy a permitir perra rastrera salida de ningún lugar!
– ¿Cómo dijo?, ¡Si usted es la que arma una nota solo para hacerse notar ante su mentada audiencia!
– ¡Seguridad, saquen a esta tipa de aquí!
– ¡Antes rescataré a estos inocentes de tus garras!, tomó a los niños en un solo movimiento y echó a correr con ellos, a través de la multitud logró abrirse camino para dirigirse a una ambulancia donde estaba su compañero pasmado ante su arrojo, aun con miedo no dudo en montarse al volante, espero a que subieran los tres pasajeros y arrancó.
– ¿Adónde iremos? dijo el chico moreno
– Tú, dale hasta que se nos acabe la gasolina
La ambulancia se alejó con la reportera y gente detrás de ellos, con el mar como fondo para su histórica huida.

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