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Ausencia - por Macnarez

Hoy, en esta isla, ha ocurrido un milagro.
Fue esta mañana, mientras estaba pescando. A la orilla del mar encontré el osito de peluche.
¿Cuánto hacía que no veía ninguno? Años, quizá décadas. Ya ni me acuerdo.
En mi memoria se han borrado todos los recuerdos. Bueno, casi todos. Sólo conservo, como fosilizados en nácar, pequeños tesoros de mi vida.
Como el día en el que mamá me compró el osito. Estaba allí, en el escaparate, perdido entre otros estúpidos peluches llenos de accesorios y de vivos, aunque innecesarios colores. Me dio lástima verlo allí solo, desamparado, sin vida, tirado en una de las sucias esquinas de aquel lugar lleno de alegría.
A mi madre también le dio pena. Sus manos temblaron, y en la cara resbaló una luminosa lágrima que le llegó al labio. No sé por qué, en ese momento pensé que algo iba mal.
Estoy llorando. Aún hoy, cuando vuelvo a esas imágenes, me doy cuenta de que nada ha cambiado. El dolor, la ausencia siguen ahí. ¿Por qué no dijo nada?
A la semana siguiente de comprarme el osito, tuvieron que operarla de urgencia. Cáncer, dijeron. Y grave.
Aquí mis recuerdos son confusos. En mi mente se entremezclan pasillos enormes llenos de fantasmas con goteros, habitaciones blancas y demacradas con camas destartaladas, noches en vela en sillas incómodas… Y la imagen de mi madre pálida, huesuda, sin fuerzas para respirar siquiera, tirada en uno de los cuchitriles de mala muerte de los hospitales.
El día del entierro no sólo murió ella, también murió el osito. A los dos se les apagaron los ojos, los dos exhalaron su último suspiro. Y yo me vi en una iglesia llena de horribles flores y de personas desconocidas, ajeno a los llantos y a las palabras de aliento.
Me fue imposible digerir el golpe. Mi vida se volvió gris, y comencé a ser un simple autómata, que sobrevivía como podía mientras intentaba lidiar con complejas emociones que afloraban dentro de mí. Y poco a poco, el dolor, la ausencia, el rencor a esa madre que nunca dijo lo que le pasaba fueron haciéndome más solitario, hosco y desagradable. No aguantaba ni a mi padre ni a mis hermanos, y menos aún sus risas y sus diversiones. No soportaba que hubieran olvidado tan pronto a mamá.
Por eso me fui a esta isla. Decidí que había sido suficiente, que no quería seguir recordando. Y me fui de casa sin decir ni siquiera adiós.
Miro al osito. En su cara tiene dibujada una gran sonrisa, y sus brazos están doblados, como si quisiera abrazar a alguien. Su pelaje es marrón oscuro, y en él no hay indicios de desgaste; al contrario, es un color fuerte y vivo.
¿Por qué lloró al ver el osito en el escaparate? ¿Acaso fue para ella una imagen de lo que le iba a pasar? ¿O quiso darme una compañía, algo que subsanara la ausencia que iba a sufrir yo?
Termino abrazando al osito, y lo aplasto sobre mi pecho. Seguro que me lo ha mandado mamá. Siento cómo brotan las lágrimas de mis ojos otra vez, y ahora, también siento cómo el dolor se va haciendo más y más pequeño.
¿Será al final posible seguir viviendo sin mamá? No lo sé. Pero creo que lo voy a averiguar.

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5 comentarios

  1. 1. Osvaldo Mario Vela Sáenz dice:

    Macnarez, tu relato me parece profundo. Me tocó en el tallereo por eso hoy visito tu página. Te felicito. Espero seguirte leyendo en el futuro.

    Escrito el 29 diciembre 2014 a las 02:51
  2. 2. Macnarez dice:

    Muchas gracias, Osvaldo. Me alegro que te gustara, y te agradezco los comentarios.
    Veremos cómo se presenta enero, pero quizá me sea imposible participar ese mes. Sin embargo, sí que pienso participar más veces en este taller, así que seguro que nos vemos por aquí. Yo a ver si te comento tu relato. 🙂
    Un placer

    Escrito el 29 diciembre 2014 a las 15:28
  3. Saludos Macnarez: He leído tu texto «Ausencia» por varias razones:
    En primer lugar, para devolver la gentileza de tus comentarios.
    La segunda razón se genera en algunas preguntas: ¿Cómo escribe aquel que ha comentado tan acertadamente, lo que quise decir? ¿habrá puntos en común que se destaquen en ambos escritos?

    La historia cuenta con un elemento esencial: “El escritor cabalga, diestro, en medio de una atmósfera emocional. Cada línea conmueve y muestra una vida humana, natural y creíble”. Sin lugar a dudas, un gran trabajo que revela gran compenetración en los estados del alma; y realización impecable.
    Formalmente la puntuación logrado su cometido, haciendo de la lectura un ejercicio co-participativo de la fuerza emocional que trasciende la historia, conmoviendo de principio a fin. Por otro lado, es una narración breve que no requiere más palabras.
    Una última acotación(ya habrá ocasión de otras): El acertado uso de comas, puntos seguidos y aparte —vuelvo a repetirlo—, logran velocidad y ritmo, amén de la gradiente emocional in crescendo de ‘la fuerza emocional’.
    Felicitaciones, haz logrado exteriorizar ‘todo un magma interior’ en un escrito que golpea la sensibilidad humana. ¡Excelente!

    Escrito el 30 diciembre 2014 a las 02:29
  4. ¡Hola Macnarez!
    Es un texto muy triste, le habría añadido un a pizca de esperanza al final (aunque el “Pero creo que lo voy a averiguar” me haga pensar en que algo bueno le va a pasar a partir de ahora 😉 )
    De todas formas te felicito, espero leer más de tus relatos.

    Un abrazo, ¡nos leemos!

    Escrito el 31 diciembre 2014 a las 11:27
  5. 5. David Rubio dice:

    Un texto muy emotivo. Es esperanzador dado que el personaje pasa página o al menos entiende que debe hacerlo. Está bastante bien escrito. La única pega es que es un argumento quizás demasiado tierno, busca a la brava el corazón del lector y eso lo hace previsible y sensiblero, a veces es un camino fácil. Bueno para empezar pero del que tendrás que huir para crecer.
    Un muy buen relato.

    Escrito el 18 enero 2015 a las 19:09

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